Después de su muerte, Hugo Chávez volvió a ganar una elección. No se trata de la suya, pues esa ya la había ganado en octubre de 2012, cuando se reeligió por tercera ocasión para un período 2013-2019 que nunca pudo asumir, sino la de su hombre más cercano, “uno de los líderes jóvenes de mayor capacidad”.
Hugo Chávez murió en marzo pasado y su nombre ya no apareció en la boleta donde se votó por su sucesor, pero el comandante de la boina roja, el hombre del sueño bolivariano para todo el continente americano, tuvo tiempo de elegir personalmente a quien sería su sucesor: Nicolás Maduro, quien se acaba de convertir en el nuevo hombre fuerte de Venezuela en la que es la contienda más cerrada en la historia de ese país: una diferencia de 300 000 votos a su favor.
Cual si fuera el guion de una película de suspenso, el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela mantuvo en vilo por más de cuatro horas no solo a los votantes, sino que también a todo el mundo que estaba pendiente de los resultados.
La predicción de que Nicolás Maduro ganaría sin problemas la elección se fue disipando en la medida en que se cerraron las urnas y los números no se daban a conocer.
Al final, ya en la madrugada del lunes 15, Tibisay Lucena, presidenta del organismo electoral, hizo el anuncio oficial: Nicolás Maduro logró 7 millones 505 038 sufragios (50.66 por ciento del total), contra 7 millones 270 403 votos (49.07 por ciento) del opositor Henrique Capriles. La participación de votantes fue de 78.71 por ciento, según las autoridades electorales. “Cuando el CNE da resultados, son irreversibles”, dijo la presidenta del organismo la madrugada del lunes.
“Primera vez que el gigante no compite, pero ahora su hijo demostrará de lo que es capaz para este país”, dijo Nicolás Maduro en sus primeras palabras al conocerse el resultado de la elección.
El gigante, claro está, es la figura de Hugo Chávez, aquel quien en la recta final de su carrera contra el cáncer pidió públicamente a los venezolanos elegir al vicepresidente Maduro como su sucesor. Lo dijo a sabiendas de que su batalla contra la enfermedad no le era favorable y que, eventualmente, tendría que dejar el cargo. Por eso, en un discurso transmitido en cadena nacional en diciembre, Chávez Frías no tuvo empacho en pedir que “Nicolás Maduro no solo en esa situación debe concluir como manda la Constitución el período, sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese escenario que obligaría a convocar a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente”.
Y el deseo de Hugo Chávez se cumplió. Nicolás Maduro, el joven sindicalista que decidió apoyar la insurrección militar contra Carlos Andrés Pérez en 1992, se quedará al frente de la República Bolivariana de Venezuela, un país de casi 29 millones de habitantes, con enormes ingresos petroleros, pero sumido en una crisis económica que ha obligado al propio Maduro, en su calidad de presidente interino, a devaluar la moneda para enfrentar los problemas de inflación.
El triunfo de Nicolás Maduro Moros (Caracas, 1962) supone una nueva era en la vida del país sudamericano. A falta del carismático Hugo Chávez el movimiento bolivariano que ahora dirigirá Maduro tendrá, irremediablemente, un nuevo cariz.
“La historia continúa, el pueblo es la garantía. Quedaron muchas cosas por hacer, él (Chávez) quiso vivir hasta el último segundo, nos dejó un legado completo. Sus sueños pendientes. Y yo sentí una gran emoción y tranquilidad, confianza en el pueblo, en lo que él sembró. Cuando voté, voté en su memoria”, dijo Nicolás Maduro apenas salió de depositar su voto en la jornada donde resultó ganador. Pero de Hugo Chávez solo quedará la memoria de su gobierno, pues los analistas consideran que habrá en el gobierno venezolano un antes y un después del fallecido comandante pese a los intentos por mantener el actual sistema.
“Cualquiera que sea el resultado de estas elecciones, mañana comienza la debacle definitiva del chavismo y tenemos que prepararnos para eso”, señaló en su cuenta de Twitter, durante la elección, el sociólogo Tulio Hernández, columnista del diario El Nacional. Ese mismo día, en un artículo publicado en el diario, Tulio Hernández profundizó sobre el fin de la era de Hugo Chávez.
La historia contemporánea, escribió el sociólogo, “nos enseña que la muerte de los hombres fuertes trae consigo cambios profundos y en algunos casos la desaparición de los proyectos armados en torno a su persona (…) Venezuela no será la excepción. La ausencia de Hugo Chávez, de su don de mando único para dirigir militares y civiles, su autoridad y ascendencia para garantizar la cohesión entre las distintas tendencias que cohabitan en su proyecto, y la destreza para mantener encendido el fervor de sus seguidores, obligarán al chavismo a cambiar su modos de hacer política y ejercer el poder”.
En un tono similar se manifestó el catedrático Gustavo Palomares en un artículo publicado en el diario El País, al señalar que “el chavismo inicia una fase distinta y deberá refundarse sobre un nuevo liderazgo al que parece abocado Nicolás Maduro. Una complicada herencia que exigirá nuevos equilibrios, ajustes forzosos y consensos imprescindibles dentro y fuera del movimiento”.
“Venezuela partida en dos mitades. Ningún gobierno puede gobernar para una mitad y contra la otra. Sin la mínima concordia, no habrá futuro”, señaló por su parte el historiador mexicano Enrique Krauze por medio de su cuenta de Twitter minutos después de saberse el resultado de la jornada electoral.
La tarea de Maduro no será sencilla, sin embargo. Para comenzar, el presidente electo fue cuestionado respecto a la imparcialidad en el proceso electoral.
“Estamos ante unos comicios profundamente antidemocráticos porque no hay igualdad de condiciones para todos los candidatos”, dijo en reiteradas oportunidades Vicente Díaz, uno de los cinco rectores del Consejo Nacional Electoral de ese país. Sin embargo, Tibisay Lucena, la presidenta del organismo electoral, insistió durante las campañas que el sistema de votación era “inviolable y que las garantías electorales están dadas”.
Durante la campaña electoral no se sancionó a ningún organismo público o poder del Estado por usar sus recursos para promocionar la candidatura de Nicolás Maduro, presidente encargado.
La economía es también otro punto difícil para la tarea del presidente electo. La recesión, el déficit fiscal y dos devaluaciones tras años de estabilidad cambiaria no pintan bien para el Estado venezolano pese a la petrolización de sus ingresos. Los ciudadanos de ese país cuentan con servicios baratos controlados por el gobierno, aunque con muchas fallas, mientras que la inflación se dispara en los artículos y servicios cuyos precios no están controlados.
La inseguridad, además, es un serio problema en las grandes ciudades, donde el número de robos y asesinatos se mantiene al alza.
La elección, cerrada en sus resultados, terminó por favorecer a Maduro. Con ello queda abierto un período de seis años para un presidente que ha prometido mantener el camino de la Revolución Bolivariana. Incluso, el presidente electo anunció en su discurso, tras conocerse el resultado, que acudiría a rendir homenaje a Hugo Chávez en el sitio donde se guardan sus restos. “Lo que me resta de vida, yo se los juro, vamos a cumplir con su legado”, añadió Maduro. “La vida y el trabajo continúan, y ahora con más ahínco y amor por el gigante (Hugo Chávez), la construcción del Plan de la Patria entra en una nueva fase de aceleración y desarrollo”.
Con información de Newsweek Venezuela/El Nacional