Esta técnica descubierta recientemente podría usarse para atacar las células cancerosas sin afectar las sanas y normales.
Investigadores de la Universidad de Misuri (MU) han demostrado una técnica especializada que algún día podría usarse para administrar medicamentos directamente en las células cancerígenas, evitando las células normales.
En años recientes, las quimioterapias dirigidas se han vuelto cada vez más efectivas. Sin embargo, algunas personas experimentan efectos secundarios que a menudo pueden tener un impacto más grave que la enfermedad en sí. Esto se debe a que la mayoría de los medicamentos terapéuticos no diferencian entre las células cancerosas y las sanas.
“Los medicamentos de la quimioterapia para el cáncer son afamados por su gravedad”, dijo a Newsweek Donald H. Burke-Agüero, del Departamento de Microbiología Molecular e Inmunología de la MU, y autor de un estudio publicado en la revista Nature Communications, el cual describió la técnica. “Aplican tensión a los tejidos sanos, como los folículos capilares y el recubrimiento del estómago”.
“La administración dirigida es uno de los grandes retos en la investigación del cáncer”, comentó. “La idea es lograr que los medicamentos de la quimioterapia vayan solo a las células del tumor e ignoren al resto de los tejidos sanos del cuerpo, de manera que los tumores se puedan eliminar tan completamente como sea posible con tan pocos efectos secundarios como sea posible”.
El equipo aprovechó las capacidades de moléculas “inteligentes”, conocidas como aptámeros, a las cuales se les puede obligar a fijarse en objetivos específicos, en este caso, las células cancerígenas.
“Las moléculas tienen formas tridimensionales”, dijo Burke-Agüero. “A menudo, también tienen áreas pequeñas que actúan como un velcro molecular, haciéndolas pegajosas si se las empareja con otras áreas que es el tipo opuesto de velcro”.
“A veces, dos moléculas diferentes tendrán precisamente las formas idóneas y sus áreas de velcro estarán ordenadas precisamente de la manera idónea para que encajen ceñidamente entre sí”, explicó. “Permanecen en un abrazo molecular. La esencia misma de la vida celular es la coreografía de cuáles moléculas bailan con cuáles otras moléculas y si cada abrazo es fugaz o duradero”.
En sus experimentos, el equipo “cargó” los aptámeros con nanoestructuras fluorescentes y los colocó entre las células cancerígenas (su objetivo) y las células no cancerígenas. Hallaron que solo las células cancerígenas malignas fueron iluminadas por la nanoestructura fluorescente, lo que demostró que los aptámeros se habían fijado en el objetivo seleccionado.
“Algunos aptámeros se aferran a proteínas que son mucho más abundantes en las superficies de ciertas células de tumores que en las células sanas”, explicó Burke-Agüero.
“Los aptámeros luego se pasean junto con esas proteínas cuando son recicladas de vuelta dentro de las células. Lo siguiente es que al aptámero está dentro de la célula, llevando consigo cualquier cosa que le hayamos añadido al aptámero, ya sea que esas partes añadidas sean pigmentos coloridos que nos permitan ver dónde está ubicado el cáncer o agentes de quimioterapia que pueden eliminar esa célula”.
El siguiente paso, según los investigadores, es mostrar que estos aptámeros pueden cargarse con sustancias terapéuticas que pueden tratar específicamente las células cancerígenas mientras dejan intactos otros tejidos.
Según Burke-Agüero, el estudio más reciente es un hito importante en un proceso largo. “La carga que entregamos es aproximadamente diez veces más grande, en un sentido molecular, de aquello con lo que típicamente trabajan los investigadores”, comentó. “Hemos abierto la puerta para explorar muchas otras cargas grandes, cada una de las cuales podría modificar las células de tumores de maneras diferentes. Todavía queda muchísimo trabajo por hacer, pero cada vez que llegamos a estos nuevos hitos, podemos ver que nos estamos acercando”.
Burke-Agüero señala que hay otros grupos de científicos alrededor del mundo trabajando en técnicas similares, y dice que el campo está volviéndose “muy bueno” en usar aptámeros para la administración dirigida de medicamentos. No obstante, enfatiza en que todavía hay oportunidad de mejorar porque no todos los métodos que fueron promisorios al inicio han soportado el escrutinio posterior. Aún más, aun cuando el uso de los aptámeros por lo general es seguro, algunas investigaciones han mostrado que hay excepciones.
La nueva técnica se inspira en un viejo concepto médico, conocido como la “bala mágica”, el cual fue propuesto por primera vez en 1900 por el premio Nobel alemán Paul Ehrlich.
“Imagina una bala que pudiera buscar su objetivo, sorteando obstáculos, y solo pegue en la cosa que tú querías que pegase, sin dañar algo más en el camino”, comentó Burke-Agüero. “Esa es la idea literal de una ‘bala mágica’.
“Ahora, imagina una medicina que elimine tranquilamente todas las células de tumores de un paciente, sin importar dónde se estén ocultando, y que ello no provoque daño en absoluto a cualquier tejido sano”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek