CUANDO LUIS MUÑOZ OLIVEIRA se propuso hallar los motivos que expusieran por qué la sociedad mexicana de hoy es tan violenta se encontró con la idea de que la humillación es un factor que explica de manera puntual dicho fenómeno.
De acuerdo con el escritor y periodista, doctorado en filosofía, la humillación es un detonante de la violencia incluso de forma más severa que la pobreza, además de que transgrede la dignidad humana.
En Árboles de largo invierno, un ensayo sobre la humillación publicado recientemente bajo el sello de la casa editorial Almadía, Muñoz Oliveira echa mano de recursos como la crónica y el relato para describir los abusos de los que son víctimas, a manos de autoridades y bandas criminales, quienes atraviesan todo México con el ideal de encontrar una vida mejor; revisita la Conquista española del Nuevo Mundo como un origen marcado por el irrespeto a lo distinto y un desprecio por lo “inferior”; y reflexiona sobre algunos de los más recientes episodios nacionales de violencia con el fin de evidenciar la magnitud del problema que se vive hoy.
“Toda aquella conducta que atenta contra la dignidad de las personas es inaceptable”, manifiesta en entrevista el filósofo mexicano. Y agrega: “Eso es la humillación, pretender que los que están frente a ti no tienen la misma dignidad que tú. Las conductas que pretenden que el que está frente a ti no es tan digno como tú en términos de humanidad son humillantes”.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
—¿Cuál es su diagnóstico, Luis, cómo se aceita la maquinaria de la humillación en las sociedades mexicanas?
—Me parece que tenemos demasiadas aristas humillantes, lo cual es muy grave, muy de llamar la atención. Habrá sociedades en donde la humillación está muy centrada en ciertos tipos de polarización, por ejemplo, en aspectos de conflictos étnicos o de religión; en cambio, en México se da el problema étnico y el de religión, pero también el de género, de clases, de educación, etcétera. Entonces tenemos una sociedad donde se humilla en casi todos lados, y eso hace que la sociedad mexicana sea muy especial en el mal sentido de la palabra, es decir, humillamos en casi todos los aspectos, y no solo eso, nos humillamos hacia fuera, a los que vienen de fuera, nos humillamos entre nosotros, México es especialmente humillante.
—¿A raíz de qué se da la humillación, qué la impulsa?
—La incapacidad de darse cuenta de que el otro tiene la misma dignidad que tú. Es decir, la incapacidad de entender que el otro es tan ser humano como tú y que, por lo tanto, tiene los mismos derechos humanos que tú y merece el mismo trato que tú, eso es lo que la impulsa. Hay personas que creen que merecen más que los otros y, por lo tanto, a los otros, que uno se imagina que valen menos, los tratan como animales o como objetos.
—¿Por qué la humillación es una forma de impedir la democracia, según reflexiona en el libro?
—Cuando no tratamos a los demás como iguales lo que estamos haciendo es ponerle trabas a la democracia. La democracia parte de una idea: todos los ciudadanos son iguales, tienen derechos humanos y estos se componen de derechos civiles, políticos, culturales, etcétera; y, bueno, a la democracia le importan todos, pero especialmente los políticos. Cuando las personas no pueden ejercer sus derechos políticos estamos frente a una democracia que cojea del pie más importante, pues cómo es posible que un lugar en donde se supone que se tienen que tomar las decisiones públicamente, entre todos, discutiendo, no se discuta. Cuando tú humillas al otro porque no te interesan sus palabras, porque crees que sus opiniones no valen nada, por el motivo que sea, porque es mujer, porque es de otro color de piel, porque según tú no está educado, cómo es posible la democracia. En ese sentido, la humillación es una traba importante para una sociedad democrática.
Foto: Antonio Cruz/ NW Noticias.
—¿En algún momento se puede hablar de una humillación justificable?
—No. En todo caso creo que hay un tipo de humillación no dañina que se puede entender, por ejemplo, el 7-1 de Alemania a Brasil en el Mundial de Fútbol de 2014 es una humillación que se entiende porque está dentro del contexto deportivo; si tú juegas fútbol te pueden humillar, pero no es una humillación a la dignidad humana, sino en un juego. Insisto, hay humillaciones en juego, pero la humillación a la dignidad de las personas es siempre injustificable, no se puede entender jamás. La humillación en juego a veces sucede, es parte del juego mismo. Algunos dirán que en el contexto de la guerra, bueno, sí, pero ojalá nunca tuviéramos que estar en guerra. Y yo esperaría que tampoco tuviéramos que tener contextos que justificaran la humillación del otro.
—¿De verdad es posible imaginar una sociedad sin humillaciones?
—Creo que es muy difícil. Incluso hasta podría decir que no creo que sea posible que donde haya humanos deje de existir humillación. Yo lo que sugeriría es que camináramos a una sociedad donde la humillación sea la menos posible, y para eso se necesita, por un lado, generar más empatía entre las personas, necesitamos que la empatía que tenemos por naturaleza se amplíe, que sintamos más el dolor y la humillación que siente el otro para que no la causemos. Esto se puede lograr mediante políticas públicas que no solo generen espacios para que las personas convivan y se conozcan, sino a través de la educación; hay que crear programas educativos donde las personas puedan generar ciertos sentimientos que son favorables para la sociedad: simpatía, empatía, confianza.
—Los pesimistas dirán que la humillación es una tradición indisoluble de la cultura mexicana…
—Creo que hay dos cosas que tienen que quedar claras. En el contexto mexicano tenemos humillación también tanto en los usos como en las costumbres de las personas, es decir, humillamos en el lenguaje y en la forma en que nos conducimos, palabras como “puto” en el estadio, “indio”, “alzado”, “igualado”, “harapiento”, “hambriento”, son términos que usan las personas comúnmente y que creen que no hacen daño, sin embargo, son totalmente inaceptables. Y también hay una humillación que está convertida en parte de las instituciones, por ejemplo los salarios; al hecho de que haya un salario mínimo de equis cantidad y un salario 400 veces más alto para los magistrados se le llama humillación institucionalizada. Eso, para que nos demos cuenta de que la humillación está en todas partes de nuestra sociedad.
Árboles de largo invierno. Foto: Especial.