La gobernadora de Guanajuato, Libia Dennise García Muñoz Ledo, encabezó el desfile del 214 aniversario de la Toma de la Alhóndiga de Granaditas en su segundo día al frente del Poder Ejecutivo
Alrededor de cuatro mil trescientas personas desfilaron en el Centro Histórico de Guanajuato, con mojigangas, alebrijes, ranas de colores; estudiantes de todas las escuelas, funcionarios de Gobierno, Ayuntamientos, asociaciones civiles y sindicatos, marcharon en la capital guanajuatense.
Con el arranque del gobierno de García Muñoz Ledo, el desfile adoptó el eslogan de la mandataria: “El Gobierno de la gente”, además de resaltar —tanto en discursos como en la narración del evento— que tras dos siglos de historia de Guanajuato, se trata de la primera mujer en ocupar el cargo de gobernadora.
Desfilaron también un contingente de mujeres disfrazadas de personalidades destacadas de la entidad y de México: Catalina Dulché, María Manuela Herrera, Frida Khalo; así como una representación del escudo del municipio de Guanajuato, que recientemente adoptó el Estado.
La toma de la Alhóndiga de Granaditas
Durante la ceremonia cívica, el cronista de la ciudad , Eduardo Vidaurri, destacó la importancia de conmemorar cada año el aniversario de la Toma de la Alhóndiga, así como a todas las mujeres y hombres caídos durante la prolongada y terrible guerra de independencia, para refrendar los lazos de unión y mantener viva en la memoria el acontecimiento.
De acuerdo a las reseñas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el 28 de setiembre de 1810 se suscitó el ataque a la ciudad minera de Guanajuato, una de las más prósperas de la Nueva España, como la primera gran batalla de la Guerra de Independencia.
“El cura Miguel Hidalgo encabezaba un ejército popular formado por campesinos, artesanos, indios, mestizos pobres, negros y un pequeño número de criollos. Carecían de disciplina militar y su armamento estaba compuesto por picos, azadas y machetes. Sin embargo, su número superaba con mucho a los ricos propietarios de Guanajuato”.
Señalaron que los integrantes del sector adinerado se refugiaron en la Alhóndiga de Granaditas, un edificio de reciente construcción perfectamente fortificado para convertirse en almacén de granos.
“Cuenta la tradición que, a falta de cañones, un minero apodado El Pípila (el guajolote) se puso una losa de piedra en la espalda para protegerse de las balas. Alcanzó a llegar a la puerta de la alhóndiga, la roció de chapopote y le prendió fuego cuando los insurgentes ingresaron al edificio encontraron resistencia armada”.
Entonces se produjo la matanza de los soldados realistas y de la población civil española que ahí se habían refugiado, un sangriento episodio que, cita el INAH, causó enojo y divisiones entre los jefes insurgentes que temieron haber perdido el control sobre los miembros de su ejército.