El “fuego controlado” o “quemas prescritas” se refiere al uso planificado y de control del fuego por un equipo de expertos bajo condiciones específicas de temperatura, viento y humedad. Este se utiliza para ayudar a restablecer los ecosistemas y reducir el riesgo de incendios forestales. Además, sirve para aumentar la seguridad de la comunidad y de los cuerpos de bomberos, según refiere la Central Oregón Fire, una asociación estadounidense sobre incendios prescritos.
Un ejemplo de esta práctica es el bosque de California, Estados Unidos, donde decenas de personas se abren paso y prenden fuego con pequeños lanzallamas a la vegetación seca para una “quema controlada” que permita a la floresta afrontar futuros incendios de forma más efectiva.
Ese procedimiento, realizado en un parque en alrededores de la ciudad de Santa Cruz, está extendiéndose en el estado de California, en el oeste de Estados Unidos. Su objetivo es reducir follaje y ramas secas que actúan como agente combustible y contribuyen a una rápida expansión de los incendios forestales. Hoy son agravados por el cambio climático derivado de la acción humana.
“El fuego controlado es la mejor manera de combatir los incendios”, declara Portia Halbert, ambientalista para el distrito de Santa Cruz del Departamento de Parques de California.
“No se trata de si la vegetación arde, sino cuándo arderá: porque se va a quemar eventualmente. Y entonces queremos quemarla cuando las condiciones no sean tan extremas para que incendie residencias y cause pérdidas humanas y materiales”, agrega la responsable de la operación.
Antes de iniciar el procedimiento, voluntarios cavan en la tierra una línea de contención para las llamas. Retiran ramas y trozos de madera que están cerca de los árboles adultos y despliegan mangueras para regar la vegetación. Lo anterior, evitando que los focos de fuego puedan expandirse sin control.
Así, quemando el suelo del bosque, se controla lo que las llamas devorarán y la extensión, evitando que se propaguen a robles, secuoyas y otros árboles de la zona.
LA VIEJA PRÁCTICA DEL FUEGO CONTROLADO
La idea es limpiar el bosque para que las llamas de un futuro incendio encuentren menos vegetación combustible que haga arder árboles enteros en cadena, evitando siniestros forestales de dimensiones catastróficas.
California, que ha sufrido dos décadas de dura sequía con un clima cada vez más árido, registró un alarmante número de megaincendios en los últimos diez años. Las llamas devoraron millones de hectáreas de floresta, además de casas y edificaciones, dejando 200 muertos y daños con alto costo económico.
Este trágico balance, que Halbert describe como “un llamado de atención”, llevó a las autoridades del estado a concluir que su tradicional política de combatir incendios tan pronto como estallan era errónea y contraproducente.
La vegetación de los bosques, cuidados con celo de las llamas, se está secando con más rapidez como consecuencia del cambio climático. Esto los ha convertido en un terreno fértil para la propagación de incendios, también cada vez más frecuentes.
Las autoridades del estado entonces reflotaron la vieja práctica de fuegos controlados desarrollada por los pueblos indígenas, que fueron prohibidas por el gobierno en 1850. California planea incinerar hasta 2025 unas 160,000 hectáreas por año, el equivalente a unos 220,000 campos de fútbol.
CONSECUENCIAS DE LA PRÁCTICA
Lenya Quinn-Davidson, directora especializada en la materia del Departamento de Agricultura y Recursos Naturales de la Universidad de California, afirma que la demanda es alta en materia de prevención.
“Nuestros paisajes necesitan fuego desesperadamente”, señala. Pero actualmente, las ventanas concedidas por las autoridades para realizar estas operaciones siguen siendo muy estrechas en prevención de consecuencias peores.
En el otoño boreal de 2022, por ejemplo, una quema controlada en el estado de Nuevo México degeneró en un incendio histórico que destruyó cientos de viviendas. Sin embargo, el mayor obstáculo para ejecutar la nueva política forestal es la falta de mano de obra, según Quinn-Davidson.
“Una cosa es decir ‘necesitamos quemar más’, pero ¿quién lo va a hacer?”, se pregunta la especialista, quien puntualiza que esa tarea requiere entrenamiento específico.
LAS AUTORIDADES ESTÁN LEJOS DE SUS OBJETIVOS
“La quema controlada es una práctica de mucha técnica y muy minuciosa. No se trata de algo para lo que contratas a cualquiera y luego vienen, y sin más, comienzan a quemar. Necesitas tener mucha formación y experiencia”, subraya.
En este contexto, una veintena de asociaciones surgieron en California dedicadas a estos procedimientos —fuego controlado— y a entrenar a voluntarios para realizarlos como apoyo a bomberos y servicios forestales. Pero las autoridades aún están lejos de sus objetivos.
“Necesitamos aumentar la escala, hacer quemas exactamente como estas”, dice Jared Childress, de la Asociación de Quemas Controladas de la Costa Central, quien participó en la operación de Santa Cruz.
“No estamos ni cerca del nivel en el que deberíamos estar. Ni desde el punto de vista ecológico ni en lo que se refiere a cambiar la dinámica de los incendios forestales”, subrayó.
De su lado, Ian Cook, estudiante de protección ambiental en la Universidad de San José y voluntario participante de la quema en Santa Cruz, ve con buenos ojos la colaboración civil para combatir los incendios.
“Al final del día, al fuego no le importa a qué organización perteneces. Tenemos que trabajar juntos porque este es un problema que nos afecta a todos”, dice. N