De acuerdo con el World Travel & Tourism Council, el turismo en México contribuirá con más de 218 mil millones de dólares a la economía nacional al cierre del 2023, representando alrededor del 14.9 % del PIB; es decir, tan sólo un 0.2% por debajo de 2019, año previo a la pandemia, representando el 15.1% de la economía mexicana. Asimismo, una reciente encuesta del Sistema Europeo de Información y Autorización de Viajes (ETIA), posicionó a la Ciudad de México cómo la mejor ciudad de Latinoamérica para teletrabajar, y una de las cinco más relevantes del mundo.
El sector turismo es de los más nobles para la economía nacional. Si bien, no está blindada de los impactos económicos que la inseguridad genera, la industria de los servicios de ocio y hotelería subsiste, pues la oferta cultural y de recursos naturales es atractiva para los foráneos. Sin embargo, a pesar de su nobleza, urge que éste se renueve a la luz de las exigencias de los nuevos mercados, que han dado pie al turismo responsable, en sus modalidades de turismo alternativo y ético.
El primero, se refiere a aquellos viajes cuyo fin es realizar actividades recreativas en contacto directo con la naturaleza y las expresiones culturales, con una actitud y compromiso de conocer, respetar, disfrutar y participar en la conservación de los recursos naturales y la sociedad. El segundo, se basa en proyectos con impacto positivo no sólo económicos, sino también en el medio ambiente y la sociedad, minimizando los efectos negativos y maximizando los positivos, visibilizando la defensa de los derechos humanos, promoviendo la difusión y respeto de la cultura, o bien, impulsando el consumo local a través de esquemas de economía social y solidaria.
Bajo esta nueva forma del turismo, este sector se erige como un aliado estratégico para la memoria histórica y cultural del país. Si bien, la industria de servicios turísticos no ha sido tradicionalmente asociada a causas sociales, tiene un potencial inmenso para impactar socialmente, y servir como una forma de resguardo de la historia y la memoria de una localidad sin dejar de ser rentable.
Pongamos como ejemplo al puerto de Acapulco. Considerada cómo la playa por excelencia de las y los capitalinos, la zona hotelera engarzada en la bahía de Santa Lucía posee un legado histórico comparable con ciudades como Nueva York o Barcelona. Entre los años cuarenta y mediados de los ochenta, este destino albergó a grandes figuras de la política y la farándula internacional.
Orson Wells, en 1947, filmó la joya del cine noir, “La dama de Shanghái”; y en 1948 “Tarzán y las Sirenas” de Robert Florey se desarrollaría en el puerto. Este filme, hizo que el icónico actor del hombre de la selva, Johnny Weissmüller, cambiara su residencia, naciendo así “La Casa de Tarzán”, construida dentro del Hotel Flamingos que, además, fue propiedad de éste y del legendario actor John Wayne; por su parte, Timothy Dalton en 1989, grabaría la memorable cinta de James Bond “Licencia para Matar”. En Acapulco, John y Jackie Kennedy, celebraron su luna de miel en 1953, mientras que Liz Taylor, se casó dos veces en sus playas. Asimismo, alberga obras arquitectónicas de Max Lour y Max Webber, responsables del Hotel Casablanca, y de arquitectos mexicanos como Juan Sordo Madaleno, quien diseñó la ya desaparecida Villa Ghalál, o Aurelio Muñoz Castillo, arquitecto de la icónica Villa Arabesque, anteriormente propiedad de los barones italianos Enrico y Sandra di Portanova.
Todo este legado, es posible conservarlo a través del turismo. No obstante, algunos de estos lugares ya desaparecieron, otros más sobreviven en el olvido o, incluso, ni siquiera se recuerdan. Si el poder transformador del turismo se aplicara en el desarrollo de resorts que van más allá del all inclusive y las amenities, centrándose en ofrecer experiencias basadas en la historia y cultura del lugar, la demarra económica aumentaría además de servir como una forma de conservación de la memoria histórica y su difusión, llevando a que ésta se valore y procure con especial respeto. Octavio Paz decía que todo era presencia, y que todos los siglos eran nuestro presente, algo que el turismo comprende a la perfección. La conservación de la memoria histórica puede contribuir a que esta industria le haga frente a los malos gobiernos y embates económicos pues, donde hay historia, siempre habrá alguien que quiera conocerla. N