En un rincón de la web reside un tosco sitio donde las mujeres lactantes publican anuncios con provocativos titulares como “Produzco como Holstein – Tengo suficiente 1 dólar/onza” o “Madre joven y atlética, ¡con exceso de cremosa leche! 2 dólares/onza”. O mejor aún: “¡Producto fresco de mis senos a tus labios! Precio: 60 dólares”. El sitio, Only the Breast, se parece mucho a Craigslist, pero vende sólo una cosa: leche materna. Con todo, la variedad es sorprendente e incluye vegana, una especialidad vintage (es decir, cuando la edad del bebé de la donante es tres, seis o nueve meses y la madre que compra la leche busca que la edad de su bebé corresponda a la del bebé de la madre que vende), leche en remate y hasta leche para fisicoculturistas varones y fetichistas.
Con 45 millones de onzas (casi 1.5 millones de litros) circulando en sus clasificados en cualquier momento, Only the Breast se ha convertido en un bazar virtual que conecta a madres incapaces de amamantar con otras que producen leche excesiva. Ese modelo de mercado libre se ha situado entre los mercados de leche tradicionales no lucrativos, los sitios vecinales de intercambio de leche y las nuevas compañías de biociencia que intentan hacer una fortuna con el primer alimento del recién nacido.
Julia (veintidós años), madre de un pequeño de dos años y siete meses en Fort Worth, Texas, afirma que el sitio ha sido una bendición financiera. “Soy ama de casa”, explica, “y el dinero adicional me permite alimentar a mi familia con una dieta orgánica e inscribir a mi hija en clases de baile”. Identificada como “Mamá orgánica libre de lácteos, soya y gluten”, vende su producción excedente de leche en 3 dólares la onza (Julia y otras madres entrevistadas por Newsweek pidieron que sus apellidos fueran omitidos para evitar las críticas de sus amigos y parientes).
Julia extrae entre sesenta y setenta onzas diarias; luego de alimentar a sus hijos, suele tener entre veinte y veinticuatro onzas excedentes, las cuales congela en bolsas de plástico estériles. Una vez que contacta con la compradora, envía la leche por entrega inmediata en una hielera aislada con hielo seco. A la fecha ha vendido más de mil onzas.
El tráfico de leche materna no es novedad. El oficio de nodriza está inscrito en el Código de Hammurabi (1745 a. C.) y desde siempre ha sido muy rentable: Janet Golden, profesora de historia de la Universidad Rutgers y autora de A Social History of Wet Nursing in America, dice que era uno de los trabajos de servicio doméstico mejor retribuidos en el siglo XIX; aunque, claro, conllevaba sacrificios. En aquellos días, las mujeres desamparadas que concebían hijos ilegítimos eran contratadas como máquinas lecheras por familias pudientes y, a menudo, abandonaban a sus propios hijos.
“Era una relación increíblemente tensa, porque cambiaban la vida de un bebé pobre por la vida de uno rico”, dice Golden. Conforme evolucionaron métodos para recoger y almacenar leche materna, los médicos la transformaron en un producto terapéutico, sobre todo para prematuros. En el siglo XX aparecieron bancos de leche por todo el país, impulsados por las evidencias de que la leche materna ayudaba al desarrollo de niños enfermos y prematuros. Cuando surgió el temor del VIH, en la década de 1980, muchos bancos cerraron, pero en 1985 se creó la Asociación de Bancos de Leche Humana de América del Norte (HMBANA, por sus siglas en inglés), que estableció estándares nacionales para seleccionar y procesar la leche. Hoy día, la HMBANA es una asociación profesional de dieciocho bancos no lucrativos para leche de donantes que opera en Estados Unidos y Canadá, y abrirá otras diez sucursales en los próximos dos años.
La HMBANA entrevista a las donantes potenciales, realiza pruebas de sangre y cubre el costo de contenedores y entregas. Cuando la leche materna congelada llega al banco, pasa por el proceso de pasteurización y detección de drogas como alcohol y nicotina, así como enfermedades como hepatitis y VIH. La HMBANA cobra a los hospitales una cuota de procesamiento de 4 o 5 dólares por onza, precio que no siempre cubre sus costos. Los bebés más necesitados —casi siempre prematuros— son los que tienen preferencia, mas todos los pedidos deben acompañarse de receta médica. En algunos casos, la HMBANA regala la leche a bebés que no tienen cobertura médica.
Medolac y Prolacta, dos importantes compañías de biociencias, venden leche materna. Ambas pagan un dólar por onza a sus donantes seleccionadas. Fundada en 2009 y situada en Oregón, Medolac comercializa bolsas de cuatro onzas de leche materna esterilizada que vende en hospitales por un precio de hasta 5.90 dólares por onza. Su producto es la única “leche a temperatura ambiente” que existe actualmente en el mercado, lo que significa que no es necesario descongelarla. El banco de leche de Medolac —llamado Cooperativa de Leche Materna— también ha iniciado un pequeño programa para vender directamente a las madres, a precios de descuento, si pueden demostrar que sus hijos tienen necesidades médicas particulares.
Fundada en 1999 y con una impresionante fábrica de 18 millones de dólares en California, Prolacta procesa leche de donantes para producir una línea de fortificantes pasteurizados. En esencia, se trata de concentrados de leche materna adicionados con minerales que proporcionan más calorías que la leche humana normal y han sido desarrollados para niños muy frágiles, los que nacen pesando 1250 gramos o menos. La compañía asegura que sus fortificantes son indispensables, pues el estómago de esos bebés es increíblemente reducido. No obstante, un prematuro típico puede consumir hasta 10 000 dólares de fortificante durante una estancia de sesenta días en la unidad de cuidados intensivos neonatales (UCIN).
Aunque semejante cuenta deja un amargo sabor de boca, Prolacta asegura que hacen falta hasta diez onzas de leche materna para producir una onza de fortificante. Además, la empresa dice que los hospitales ahorran dinero y cita estudios que demuestran que una dieta de leche materna reduce la incidencia de enterocolitis necrotizante, grave enfermedad intestinal muy frecuente en prematuros. De hecho, Medolac lanzará su propio fortificante lácteo el próximo año.
La competencia de estas dos empresas es intensa y familiar. Prolacta fue fundada por Elena Medo quien, en 2009, se separó de la compañía para crear Medolac. Ahora, Prolacta está demandando a Medo con el argumento de que robó secretos industriales, así como una lista de clientes para su nueva empresa. “Prolacta intenta monopolizar esta pequeña industria con un litigio baladí”, replica Medo. “Estoy orgullosa de haber iniciado Prolacta, pero si los copiara estaría dando un paso atrás.” Prolacta se negó a comentar sobre el litigio pendiente.
Control de calidad
Una de las críticas más duras contra los bancos de leche comerciales es que secuestran el suministro de leche materna destinado a las organizaciones no lucrativas. “Si desaparecieran nuestros bancos de leche no lucrativos, los hospitales verían dispararse sus costos UCIN. Los planes de salud y los líderes UCIN deben apoyarnos”, insiste John Honaman, director ejecutivo de la HMBANA.
Cuando lanzó sus productos, en 2006, Prolacta no pagó a las donantes. En vez de ello, contrató reclutadores para establecer bancos de leche, algunos de ellos con un componente de caridad, como donar un dólar a la beneficencia por cada onza de leche recolectada. Pero los críticos atacaron ferozmente a la compañía porque no informó a las madres de que sus inversores obtenían utilidades con su leche gratuita.
“Utilizan estrategias de mercadotecnia muy astutas para hacerse pasar por empresas socialmente responsables”, acusa Amy Vickers, directora ejecutiva del Banco de Leche Materna de Texas de Norte, parte de la
HMBANA. “En mi opinión, no debemos lucrar con nuestros líquidos corporales. Es como vender órganos en el mercado negro.” Los socios del banco de leche de Prolacta han modificado su presencia y lenguaje en línea, y ahora ofrecen pagar a algunas donantes.
En 2014, el Banco de Leche Tesoros Diminutos de Prolacta lanzó, con gran disimulo, su programa de pago “$1 dólar/onza”. “No hacemos publicidad, pues estaríamos inundados de leche”, asegura Scott Elster, CEO de Prolacta, y agrega que “las donantes remuneradas suelen donar más tiempo y recibimos el triple de leche”. Los detractores dicen que eso incrementa el incentivo para diluir la leche con otros líquidos, pero Prolacta afirma que su riguroso protocolo de correlación de ADN y pruebas de adulteración hacen que esos trucos sean virtualmente imposibles.
Sin embargo, no existen dichas pruebas en los numerosos grupos independientes surgidos en años recientes. Basados en comunidades de Facebook, sitios globales como Eats on Feets y Human Milk 4 Human Babies vinculan a madres necesitadas con madres superabundantes y favorecen el libre intercambio comunitario de leche, promoviendo la leche materna “natural, de una fuente confiable” como la forma más pura de alimento. Y por supuesto, tenemos a Only the Breast, donde cualquiera puede vender su leche a quienquiera.
La investigadora Sarah Keim y su equipo del Hospital Infantil Nacional de Columbus, Ohio, recién adquirieron unas cien muestras de leche de donantes de Only the Breast y hallaron que 10 por ciento de ellas contenían ADN bovino; además, tres cuartas partes estaban contaminadas con “niveles inadecuados” de virus y bacterias, incluida salmonela. La Academia Estadounidense de Pediatría (AAP, por sus siglas en inglés) y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) han advertido que la leche fresca de donantes no seleccionadas puede ofrecer riesgos, pero a la fecha, la FDA no regula el intercambio ni la venta informal de leche materna, y sólo cuatro estados —California, Texas, Maryland y Nueva York— cuentan con bancos de leche formalmente reglamentados.
Los críticos también temen que algunas madres caigan en la tentación de extraer y vender su leche, y alimenten a sus hijos con fórmulas lácteas. Tanto Medolac como Prolacta aseguran haber implementado medidas preventivas en ese sentido. Por ejemplo, Prolacta exige que sus donantes obtengan una carta de su médico y el pediatra de su bebé certificando que el niño está sano y se alimenta con leche materna. Medolac paga a las donantes luego de un periodo de espera de noventa días que, en teoría, mantiene fuera de su lista a las mujeres que buscan dinero rápido.
Con todo, el año pasado Medolac fue blanco de ataques cuando se sumó a una campaña de la Iniciativa Global Clinton para incrementar el amamantamiento entre las afroestadounidenses de bajos recursos en Detroit. Al detectar una zona con muy baja tasa de lactancia materna, la compañía tuvo la idea de pagar a las mujeres un dólar por onza de leche materna excedente para promover la lactancia. Grupos comunitarios de la localidad desataron un tsunami mediático acusando a Medolac de explotación, con el argumento de que las madres indigentes venderían su leche y dejarían a sus hijos con biberones de fórmula láctea subsidiada por el gobierno.
Medolac se retiró inmediatamente de la campaña. “Se salió de control”, reconoce Medo. “Sólo queríamos ayudar a las madres a permanecer más tiempo en casa con sus bebés.”
Mientras las compañías comerciales bien establecidas vacilan en el límite de la ética y las utilidades, la fiebre del oro líquido sigue en aumento. Glenn Snow, quien fundó Only the Breast como un servicio comunitario, acaba de dejar su cargo aclarando que jamás obtuvo utilidades con su primera empresa. Mas eso cambiará con International Milk Bank, su nueva compañía comercial, con la cual pretende contactar mujeres de Only the Breast y brindarles la oportunidad de vender directamente a su nuevo negocio, el cual pagará a las donantes preseleccionadas entre 1 y 2 dólares por onza de leche. “Es absolutamente crucial reembolsar a la madre”, informa Snow. “Al cubrir sus necesidades, ellas pueden cubrir las necesidades de sus bebés.” International Milk Bank proyecta vender leche materna esterilizada en hospitales de Estados Unidos y el extranjero, así como a cualquier mamá que pueda pagarla.