“Un humortonto y malvado.” Desde la creación de la revista satírica Hara-Kiri, de la cual nació Charlie Hebdo, al principio de la década de 1960, el tono de la publicación nunca ha cambiado. “Nuestro lema es denunciar la estupidez haciendo reír”, explicó en 2012 el caricaturista Cabu, asesinado durante el atentado terrorista perpetrado el miércoles 7 de enero y que causó la muerte de 12 personas. El asesinato de los cuatro caricaturistas, Cabu, Wolinski, Charb, Tignous, diversos periodistas y policías ha provocado una gran conmoción en el país galo. Las marchas del 11 de enero, en las cuales más de 4 millones de personas desfilaron en diferentes ciudades de Francia, muestran la gran importancia que los franceses dan a la libertad de expresión, considerada como un pilar de la república. Y aun si el humor de Charlie Hebdo no siempre fue bien recibido por el público general, este se ha unido alrededor de la revista semanal para defender la primera divisa de Francia: la libertad.
Desde sus inicios, Charlie Hebdo siempre ha defendido su visión particular de la libertad. La libertad de poder hablar de todo sin tabúes, con un lápiz como única arma. “La caricatura es un testigo de la democracia”, decía Tignous. Y a sus detractores, Wolinski respondía: “Ser escandaloso es decir hoy lo que todo el mundo pensará en 10 años.”
Al desafiar a las autoridades y estar dispuesta a criticar todos los temas, incluyendo la religión, Charlie Hebdo se inscribe en una gran tradición francesa que utiliza la sátira y el humor para defender sus ideales y criticar a la sociedad de su momento. Y esta tradición comenzó con los muy contestatarios panfletos del Siglo de las Luces.
En su época, Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Diderot, utilizaron estas herramientas para denunciar los males de su sociedad y, a causa de ello, fueron considerados como escandalosos de un momento a otro. A todos se les prohibió en algún momento publicar sus trabajos. Voltaire fue incluso forzado al exilio. Sin embargo, a pesar de tener una visión escandalosa a primera vista, muy crítica del poder establecido, las ideas que defendían estos filósofos se convirtieron en una parte fundamental en la elaboración de la Declaración de los Derechos del Humano y del Ciudadano.
Estos caricaturistas, detractores o “delincuentes”, como se les llamó en el siglo XVIII, no hicieron nada más que defender sus ideales al burlarse de las instituciones. Todos tuvieron que afrontar la censura. La censura del rey antes de la Revolución, la censura del Comité de Salud Pública bajo Robespierre, la censura legal bajo las diferentes repúblicas.
A partir de 1830, los periódicos utilizan de manera más sistemática la sátira, la caricatura y el estilo para defender las grandes corrientes políticas y desafiar a la monarquía. En el siglo XX, los periódicos satíricos se politizan y no dudan en burlarse incluso de los tormentos de la Primera Guerra Mundial.
Charlie Hebdo será de una manera el que tome el relevo de esta gran tradición influenciado por el espíritu anarco-libertario de los fundadores de este “periódico tonto y malvado”. El semanario nació, de hecho, de una tentativa de eludir a la censura. En 1970, el año de la muerte del general De Gaulle, el periódico Hara-Kiri, que ya contaba en sus rangos con los caricaturistas Cabu y Wolinski, provoca una gran polémica. Diez días antes de la muerte del general en su pequeño pueblo de Colombey, ocurre un incendio en una discoteca que causa la muerte de 146 personas. Hara-Kiri decidió vincular los dos eventos en su portada con el título “Baile trágico a Colombey – 1 muerto”. El periódico fue prohibido una vez más (ya se había visto censurado varias veces antes) por el ministro del interior en esa época, Raymond Marcellin. Sin embargo, el equipo de Hara-Kiridecidió hacer caso omiso a esta amenaza y continúa publicando bajo un nuevo nombre, Charlie Hebdo. De esta manera nace el Charlie Hebdo que conocemos hoy.
El periódico se proclama desde entonces orgullosamente como anticolonialista, antirreligioso, antimilitar y anticonformista. El estilo de crítica es tan único que no se encuentra un equivalente en el extranjero. Charlie Hebdo critica con fuerza una gran variedad de temas, incluyendo la religión, el mundo de las finanzas y la política con su característico humor corrosivo. Su estilo particular le ha vuelto el objeto de numerosas críticas y amenazas de parte de muchos hombres políticos o del clero. Los procesos judiciales, demandas, amenazas o intentos de prohibición formaban parte de la rutina cotidiana del periódico.
Sin embargo, las amenazas se tornaron más serias hacia el periódico en 2006. Charlie Hebdo se encuentra una vez más en el centro de una fuerte polémica al publicar algunas caricaturas del profeta Mahoma. Acusados de racismo por haber difundido las caricaturas hechas por el periódico danés Jyllands-Posten, el semanario corre el riesgo de ser censurado nuevamente. Numerosas organizaciones musulmanas francesas exigen, en vano, la prohibición del número. A pesar de la fuerte polémica provocada por este incidente, Charlie Hebdo decide continuar bajo esta misma línea y en noviembre de 2011 publica un número bajo el título Charia Hebdo (haciendo referencia a la ley islámica en vigor en varios países árabes) y en el cual escoge a Mahoma como su editor en jefe con el fin de celebrar la victoria del partido islámico Ennahdha en Túnez. La noche antes de la publicación las amenazas se concretan de manera dramática. Charlie es víctima de un incendio criminal en su local y su sitio de internet es pirateado. La página de inicio muestra una foto de la Meca y versos del Corán. Es el primer atentado contra el periódico y, tristemente, no el último. Charlie Hebdo nunca ha ejecutado ningún tipo de autocensura, y esta libertad de tono la ha pagado muy caro hoy.
El semanario siempre ha sido controvertido. La fuerte mediatización del caso de las caricaturas de Mahoma influyó fuertemente en la opinión general sobre el periódico y hace olvidar el hecho de que este siempre ha sido crítico de toda forma de religión, y no únicamente la musulmana.
A pesar de todo, Charlie Hebdo continúa fiel a sí mismo. El “Charlie de los sobrevivientes” —con su portada mostrando a Mahoma con una lágrima en el ojo y blandiendo el cartel “Yo soy Charlie” bajo el título “Todo está perdonado”— se vendió en pocas horas, pero suscitó numerosas críticas en varios países árabes, en particular en Irán y Jordania. El Gran Muftí de Jerusalén denunció “un insulto” en contra de los musulmanes.
Después de los ataques del 7, 8 y 9 de enero, las muestras de solidaridad hacia el periódico bajo el lema “Yo soy Charlie” han sido numerosas, pero existen los que también reivindican “Yo no soy Charlie”. La gran solidaridad mostrada y las llamadas a la tolerancia y paciencia en estos días no han impedido las amalgamas y la incitación al odio. Desde los atentados, mezquitas y otros lugares de cultos musulmanes se han vuelto blanco de numerosas degradaciones y profanaciones, provocando una fuerte preocupación en la comunidad musulmana del país. En las escuelas, se reportaron alrededor de 200 incidentes vinculados con los atentados: agresiones, amenazas verbales de actos terroristas o apología del terrorismo.
Frente a esto y diversas amenazas que pesan hoy sobre Francia, la secretaria de Justicia, Christiane Taubira, reafirmó el modo de vida francés al declarar durante el funeral del caricaturista Tignous, el Jueves 15 de enero: “Se puede dibujar todo, incluso a un profeta. En la Francia de Voltaire y de la irreverencia, nos podemos burlar de todas las religiones.”