Y es que es una realidad brutal que en la región latinoamericana la sociedad se queja del maltrato que recibe en la poderosa nación del norte debido a su origen, color de piel, idioma, cultura o costumbres. No obstante, se ha demostrado, y es una queja constante, que los habitantes de las grandes ciudades de América Latina igualmente tratan con menosprecio a sus compatriotas, sobre todo por sus orígenes indígenas, dialectos, preferencias sexuales, edades, enfermedades, clase social, educación, cultura e, incluso, por las religiones que profesan.
Por ejemplo, la semana pasada la oficina regional de Onusida para América Latina emitió un comunicado en el que deploró la muerte del joven homosexual chileno Daniel Zamudio, de 24 años.
Zamudio había estado hospitalizado durante 25 días después de soportar torturas y tormentos debido a su preferencia sexual, y la queja de Onusida se añadió a las manifestaciones de repudio del Sistema de Naciones Unidas en Chile y de otras organizaciones chilenas e internacionales contra la discriminación hacia los homosexuales.
Mientras tanto, según informó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en México la cifra de adultos mayores pasará de los 57 millones actuales a más de 180 millones en 2050, y Dirk Jasper, director del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade) —una división de dicho organismo— manifestó que la edad es un factor de discriminación en América Latina y añadió que entre las deficiencias en la atención a los adultos mayores está la falta de
acceso a servicios de salud oportunos y de calidad.
Respecto al tema de la segregación contra la mujer, Moni Pizani, funcionaria de la Oficina de la Mujer de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hace unos días dijo que una de las más drásticas violaciones a los derechos del sexo femenino es la discriminación que sufre en el trabajo.
Según el informe El progreso de las mujeres en el mundo, una de cada tres mujeres sufre algún tipo de violencia física en Latinoamérica y un 16 por ciento ha sido víctima de violencia sexual alguna vez en su vida.
A pesar de que la mayoría de los países de la región (97 por ciento) ha aprobado leyes contra la violencia de sexo, aún existen elevados niveles de maltrato contra las mujeres.
Por ello, Moni Pizani ha considerado que “la violencia doméstica contra las mujeres sigue siendo común”. Sin embargo, de acuerdo con la funcionaria de la ONU, “ahora las mujeres se atreven a denunciar”.
Debido a que históricamente la discriminación ha sido un asunto de preocupación mundial, la ONU creó el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, que se celebra el 21 de marzo de cada año.
Ese día, en 1960, según consta en archivos históricos, la Policía de Sudáfrica disparó y mató a 69 personas en una manifestación pacífica contra las leyes de países del apartheid (segregación racial) que se realizaba en Sharpeville.
Al proclamar dicho Día, seis años después, la Asamblea General de Naciones Unidas exhortó a la sociedad mundial a duplicar sus bríos en pos de erradicar cualquier modo de discriminación racial.
Desde entonces, poco a poco ha ido desapareciendo el sistema del apartheid en la nación africana. Asimismo, según la ONU, varias leyes y prácticas racistas se han suprimido en muchos países y se ha construido un marco internacional para luchar contra el racismo, ello bajo el auspicio de la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, que está a punto de ser ratificada mundialmente, pero cuya labor no ha evitado que en todas las regiones del planeta muchos individuos, comunidades y sociedades sufran de la injusticia que el racismo y el estigma traen consigo.
De acuerdo con la definición de la propia ONU, el racismo adopta diversas formas: desde la negación de los principios básicos de igualdad entre las personas hasta la instigación del odio étnico que puede llevar al genocidio, todo lo cual sin duda destruiría vidas y fraccionaría comunidades.
En este contexto cabe aclarar que varias naciones de Latinoamérica han emprendido diversas acciones contra la discriminación. Por mencionar solo un ejemplo, esta semana Ecuador presentó el Observatorio sobre Discriminación Racial y Exclusión Étnica, el cual pretende erigirse como un centro de referencia de monitoreo, seguimiento, evaluación e información sobre las distintas acciones que se implementan en el país sudamericano para el combate a las diferentes formas de discriminación.
En realidad muchas naciones de América Latina han sumado esfuerzos con el objetivo de erradicar esta conducta malsana. Y aunque han logrado grandes avances en esta tarea, los resultados de ningún modo ha sido suficientes ni contundentes, pues todos los días se sabe de casos de mujeres que reciben salarios inferiores a los de los hombres, de homosexuales desterrados de sus comunidades por sus comportamientos “inmorales”, de indígenas rechazados de las grandes empresas por no hablar el idioma español, de niños señalados en sus escuelas por sus vestimentas humildes, de jóvenes humillados por sus compañeros debido a sus formas de vida, de enfermos olvidados por sus familiares por padecer sida, de familias expuestas al escarnio público por practicar una religión diferente a la común, etcétera.
El respeto se gana con respeto, el cual debe ejercerse de manera urgente. El peor error de la sociedad sería aguardar a que la discriminación se convierta en violencia. O que la estigmatización termine en genocidio, como la historia ya nos ha aleccionado.