Sebastián era un niño como cualquier otro; su energía parecía inagotable si se trataba de jugar con sus hermanos, ayudar en las tareas del hogar o conversar con sus padres. Cada mañana se levantaba temprano, corría descalzo por el pasillo de su casa, desayunaba a toda prisa y salía rumbo a la escuela con su mochila colgando de un solo hombro. Pero entonces algo cambió. Un diagnóstico terminal adquirió protagonismo en su vida. Hoy, a sus 12 años, es ciego, no camina ni habla; además, se alimenta por un botón gástrico debido a la enfermedad de Batten.
“Mi hijo caminó a los 11 meses. Nació por cesárea sin ninguna complicación. En mi embarazo siempre estuve bajo observación médica, con ácido fólico y reposo. Fue al kínder y primaria en una escuela común. Es una enfermad que se disfraza de otras, ya sea autismo, discapacidad intelectual o hasta TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), incluso duró con ese último diagnóstico tres años”, revela Selene Cruz Reyna, madre del menor, y quien desde entonces dejó de ser emprendedora para convertirse en cuidadora de tiempo completo.
Una pregunta habitual es: ¿cuáles son los primeros signos y síntomas? En el caso de Sebastián, el primer indicio no fue una caída ni un tropiezo, sino algo más sutil. Selene lo notó en los programas de televisión que su hijo elegía ver. Dejó de interesarse por Los jóvenes titanes, una serie recomendada para niños mayores de siete años, y volvió a pedir Peppa Pig, dirigida a infantes a partir de los dos años. “Entonces comprendí que algo no estaba bien”, comparte en entrevista con Newsweek en Español desde su hogar en Jalisco, México.
A los siete años fue diagnosticado con epilepsia con ausencia infantil (EAI), caracterizada por crisis de ausencia frecuentes, un tipo de convulsión que consiste en una breve pérdida de conciencia. Tiempo después comenzaron a manifestarse nuevos síntomas, lo que llevó a un genetista del Hospital Civil de Guadalajara a solicitar estudios para detectar leucodistrofia, un grupo de trastornos genéticos raros que afectan el sistema nervioso central. Sin embargo, los resultados salieron negativos.
No fue sino hasta el 3 de enero de 2022 cuando, tras un panel genético de epilepsia realizado en San Francisco, Estados Unidos, que se obtuvo finalmente un diagnóstico preciso: lipofuscinosis neuronal ceroidea tipo 5 (CLN5), mejor conocida como enfermedad de Batten.
“Se resume en tres palabras, pero para llegar a esta conclusión pasamos por aproximadamente una decena de médicos. Realmente nadie nos decía qué tenía. Incluso uno de ellos le redujo un medicamento sin explicación, provocando un descontrol crítico. Además de tratarnos mal, ese profesional de San Luis Potosí disminuyó casi a la mitad el valproato de magnesio —un fármaco antiepiléptico—. En cuestión de un año y medio Sebastián ya no podía caminar. Desde los siete hasta los 12 años la progresión del CLN5 ha sido fatal”, pormenoriza.
¿DEMENCIA EN NIÑOS?
Mientras a escala global se estima que una de cada 70,000 personas desarrolla Batten y en Estados Unidos afecta a entre dos y cuatro de cada 100,000 niños, en México no existen cifras exactas de esta enfermedad rara. De acuerdo con la Secretaría de Salud, “debido a su baja incidencia a nivel nacional no se cuenta con datos estadísticos sobre su prevalencia”.
Es un trastorno neurodegenerativo inusual, hereditario y progresivo que afecta principalmente a menores. Pertenece a un grupo de enfermedades llamadas trastornos por almacenamiento lisosomal, y más específicamente, a las lipofuscinosis ceroideas neuronales (CLN). Actualmente suman 14 variantes, pero solo hay tratamiento para una de ellas: CLN2, aprobado por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris). Pero el mensaje del cuerpo médico es claro: “No cura la enfermedad, solo retarda las complicaciones”, según una especialista del Servicio de Neurología del Instituto Nacional de Pediatría (INP), quien prefirió no figurar con su nombre.
En los individuos con Batten, el organismo no puede descomponer correctamente ciertas sustancias (como proteínas y lípidos), que se acumulan en las células, especialmente en las del sistema nervioso central. Esta “acumulación de desechos” afecta gravemente el funcionamiento del cerebro y del cuerpo.

Te puede interesar: Así es vivir con una enfermedad rara
En algunos casos esta alteración está presente, pero no causa problemas de salud, es decir, las personas son solo portadoras. No obstante, pueden heredarla a sus hijas o hijos, ¿de qué manera? Al ser una enfermedad genética autosómica recesiva significa que ambos padres deben ser portadores del gen defectuoso para que el hijo la desarrolle. Cada tipo varía en edad de inicio, progresión y síntomas. En el caso de Sebastián, al tener CLN5, es una variante de inicio infantil tardío.
A tenor de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés), el gen CLN5 se encuentra en el cromosoma 13. Los niños crecen de forma normal los primeros años de vida, antes de comenzar a perder habilidades y desarrollar problemas de conducta. Las convulsiones comienzan entre los seis y 13 años. De igual manera, la visión se deteriora y al final se pierde. Asimismo, tienen discapacidades de aprendizaje y problemas de concentración y memoria, y se ocasiona demencia. La mayoría de los pacientes vive hasta la adolescencia.
“Todos los días escuchamos hablar de la demencia senil, del alzhéimer. El concepto actual es que las demencias de causas diferentes pueden presentarse en población pediátrica, en las que el individuo pierde habilidades cognitivas previamente adquiridas: deja de hablar y entender… El diagnóstico de las lipofuscinosis se basa en la sospecha clínica y en el estudio de genes y proteínas”, explica para este medio la profesional del INP desde las oficinas ubicadas en Insurgentes Sur, Ciudad de México.
“COMO MÉDICOS TENEMOS QUE SER MUY JUICIOSOS”
—¿A qué se debe el diagnóstico tardío? —preguntamos.
—La mayoría de las veces en esta enfermedad de baja prevalencia los menores nacen sin manifestaciones clínicas. Y tiene que pasar cierto tiempo para que se hagan evidentes algunos síntomas. Desgraciadamente, la mayoría son poco específicos. En el caso del CLN2, el primer signo que suelen referir los papás es un retraso neuromotor. Como médicos, muchas veces Batten no es nuestra primera opción.
“Los niños pueden llegar a tener un retraso en algunas habilidades de lenguaje. Las familias sostienen: ‘No habla rápido ni tan bien como su hermanito o primo’. Desafortunadamente, en nuestro medio los retrasos del lenguaje son subestimados por la población médica. ‘Ya hablará, señora’, argumentan algunos. Tenemos que ser muy juiciosos cuando un niño está empezando a tener un retraso de lenguaje porque algo no está bien. Pueden ser causas tan sencillas como falta de estimulación, pero puede resultar en algo más complicado”, agrega.
Para la especialista del INP, pese a la lista de signos y síntomas para Batten, debemos fijarnos en tres datos puntuales: retraso del neurodesarrollo discreto (no alcanza las habilidades motoras, lingüísticas o sociales que se esperan para su edad), retraso del lenguaje y crisis epilépticas.
En palabras de la experta, el diagnóstico oportuno de la lipofuscinosis es una responsabilidad compartida entre los padres y el personal de salud. “Es fundamental generar conciencia en la población general, en los médicos de primer contacto y en los especialistas, para recordar que estas enfermedades existen y que, si se detectan a tiempo, podemos modificar su historia natural”.
LIMITANTES PARA UN TRATAMIENTO
Con frecuencia los pacientes con CLN2, por ejemplo, llegan al consultorio cuando ya ha transcurrido demasiado tiempo desde el inicio de los síntomas. En esos casos, se plantea la posibilidad de iniciar tratamiento, pero primero es necesario evaluar si el infante aún está en condiciones de beneficiarse.
“Para ello, utilizamos una escala de evaluación específica —Weill Cornell— para lipofuscinosis tipo 2, la cual asigna un puntaje según el estado del paciente. Si ese puntaje supera cierto umbral, se considera que el tratamiento ya no aportará beneficios, ya que su objetivo principal es frenar la progresión de la enfermedad, no revertir el daño causado”.
Lamentablemente, la mayoría de los pacientes que logran diagnosticar están fuera de ventana terapéutica, lo cual representa un gran conflicto emocional para las familias. Es muy duro para ellos ver cómo, en cuestión de meses, un niño que parecía sano comienza a deteriorarse rápidamente.

“Tener un paciente que estaba bien hace seis meses y hoy no obliga a hacerle una serie de estudios complementarios: primero se hace una resonancia. Si se ve atrofia cerebral también realizamos un examen de fondo de ojo, si encontramos afecciones tenemos que solicitar un estudio de paneles de genes o estudios enzimáticos. Estos últimos no están disponibles en México y solamente es a través de la industria farmacéutica que se consiguen de manera gratuita”, apunta la médica.
En tanto, los paneles de genes se mandan a nivel privado, “porque ninguna institución del sector salud los hace, el Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen) puede hacerlos, pero tiene que haber una solicitud específica”. En resumen, plantea, un diagnóstico llega tarde por un cúmulo de factores: hay un cuadro inespecífico, el pediatra pide esperar o el neurólogo no está muy enterado acerca de Batten.
Para la única variante que existe tratamiento, CLN2, en 2017 la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó una terapia de reemplazo enzimático, llamada cerliponase alfa (Brineurea) que, nuevamente, no cura la enfermedad de Batten, sino que lentifica la progresión de síntomas. Empero, su costo es altísimo. Según el sitio Pharmaoffer, el medicamento se administra cada dos semanas y su inversión anual alcanza los 700,000 dólares.
—¿Cuántos números de casos tienen registrados en el INP?
—Diagnosticamos por año y somos centro de referencia, pero no vemos a toda la población en México. Recibimos alrededor de dos personas con Batten anualmente.
“En 2024 tenemos dos casos registrados”, señala por su parte Juan Carlos García Beristain, jefe del Departamento de Neurología del Hospital Infantil de México Federico Gómez, en entrevista con Newsweek en Español.
CUANDO ERES LA ÚNICA FAMILIA CON UNA VARIANTE DE BATTEN EN EL PAÍS
Pero México no es el único lugar en América Latina con casos de Batten. Al sur del continente, en Ecuador, dos hermanos son las únicas personas en su país diagnosticadas con la variante CLN1 (inicio infantil).
Cuando Tamara Macas se enteró de que esperaba gemelos, la alegría invadió su hogar en la ciudad de Tena. Theo y Said llegaron al mundo prematuros, pero sanos, afirma su madre. Al igual que Sebastián, bailaron, obedecieron órdenes y respondieron a su nombre, hasta que a los 18 meses de nacidos el brillo de sus ojos comenzó a apagarse.
Said perdió su sonrisa peculiar, luego dejó de caminar. Theo le siguió. Así comenzó un maratón médico que también los llevó por diagnósticos erróneos: autismo y parálisis cerebral fueron los primeros en la lista. No fue sino hasta que una neuróloga en Guayaquil sugirió una enfermedad degenerativa que Tamara y su esposo, Darío Garzón, hallaron una posible explicación.
Se realizaron pruebas genéticas en Brasil y Estados Unidos “porque es más rápido” y, el 14 de febrero de 2022, recibieron la noticia que les cambiaría la vida: sus hijos tienen lipofuscinosis neuronal ceroidea tipo 1, en la cual la mayoría de los niños afectados fallecen en la infancia temprana. Aquí las habilidades del desarrollo como pararse, caminar y hablar no se alcanzan o se pierden gradualmente. Una deficiencia de la proteína PPT1 o su operación insuficiente permite la acumulación de lípidos y proteínas.
“Es como ver una película donde ya sabes el final”, les dijo en aquel momento la genetista entre lágrimas. La enfermedad avanza rápidamente, quitando habilidades motoras, visuales, cognitivas, hasta postrar completamente al cuerpo. Hoy en día tienen cinco años, aunque su esperanza de vida era solo de dos.

Conoce más del tema: Enfermedades raras: la odisea de un diagnóstico que puede durar años
“Nacieron con 32 semanas (ocho meses) y permanecieron en neonatología 28 días, pero solamente para ganar peso. Cuando Said cumplió un año y medio perdió todo el interés por su entorno, siempre estaba serio y eso generó en mí una alerta. Jamás había escuchado esta enfermedad. La doctora nos dijo que necesitarían un botón gástrico y al perder fuerza en su garganta para tragar saliva, iban a requerir una traqueotomía. En seguida pedí que me contactara con otras familias, pero contestó que en Ecuador soy la única”, relata por videollamada.
Pero Tamara no se rindió. Rechazó el consejo de “no hacer nada” y buscó otras madres en redes sociales. Ingresó en una red de apoyo con mujeres de Argentina, México, Paraguay y contactó a mamás de Estonia, Australia, Costa Rica, Texas y España. Aprendió a cuidar a sus hijos más allá de lo médico: cambió su alimentación, priorizó la estimulación sensorial y descubrió que el agua calmaba los llantos inconsolables de días enteros.
“Es una enfermedad tan rara que, aunque son gemelos, en cada uno se manifiesta de manera distinta”, dilucida. Actualmente Theo y Said ya no pueden ver ni alimentarse por sí mismos; dependen al 100 por ciento de otra persona, tienen convulsiones focales, gelásticas (tipo de epilepsia poco frecuente que se caracteriza por ataques de risa incontrolables) y de ausencia cada día. Reciben terapia física diaria y atención médica de un equipo de ocho especialistas, entre ellos un nutricionista, oftalmólogo, pediatra, neurólogo y otorrinolaringólogo. Si bien no hay un tratamiento para su variante, al igual que para Sebastián, los tres niños reciben cuidados paliativos.
Los hermanos consumen alrededor de 10 fármacos: cuatro medicamentos para las convulsiones (levetiracetam, ácido valproico, lamotrigina y clonazepam), uno para el estreñimiento, para dormir, otro para cuidar su hígado, un multivitamínico, un suplemento alimenticio, una para la salivación y cannabis.
El especialista del Hospital Federico Gómez respalda la postura de su colega del INP al resaltar la importancia de fortalecer la cultura médica sobre enfermedades raras, así como el papel proactivo de las familias. “Cuestionen a sus médicos, no se conformen con una sola opinión. Si algo no los convence respecto al desarrollo de su hijo, sigan buscando respuestas”, enfatiza. Sobre la incidencia de casos a nivel mundial, considera que esta podría incrementarse a medida que tanto médicos como padres tengan mayor acceso a pruebas genéticas.
“Como profesionales sanitarios escuchemos a los padres, quienes se vuelven especialistas en la enfermedad. Muchas veces ellos saben más de Batten que nosotros. Y eso es de incluirlo en nuestro expediente”, dice para esta publicación.
DEL DIAGNÓSTICO AL ACTIVISMO
Los niños con Batten no solo habitan un universo propio, aislado del mundo que los rodea; también arrastran consigo a sus padres, quienes deben aprender a vivir entre la incertidumbre y el amor incondicional. Durante semanas Selene y Tamara permanecieron en silencio, quebradas por dentro. Lloraron en los pasillos de hospitales y en la oscuridad de la noche, cuando el miedo no se puede ocultar. Pero algo cambió cuando abrazaron el diagnóstico de sus hijos y decidieron transformar el dolor en acción.
Hoy ambas comparten su experiencia en redes sociales a través de las cuentas “Dos mundos, una familia” y “Juntos por Theo y Said”, convertidas en espacios de apoyo y contención para otras madres que atraviesan caminos similares. En el caso de Selene, su activismo la llevó a formar parte de una red latinoamericana de madres con hijos diagnosticados con CLN. Solo cinco familias mexicanas están representadas en ese grupo, lo que revela un panorama alarmante: en México, el desconocimiento y la falta de diagnósticos oportunos siguen siendo la norma.
“Hay muchas que se sienten solas, excluidas, incomprendidas. No solo enfrentamos Batten, también otras discapacidades. Todas llevamos una carga enorme. En México falta empatía, un sistema de cuidados, inclusión y conocimiento médico. ¿Cuántos niños han muerto sin saber lo que tenían?”, cuestiona. Su esposo, ante la falta de recursos, migró a Estados Unidos para poder costear los tratamientos. Cruz Reyna guarda en su memoria la imagen de Sebastián como un niño alegre y sociable, siempre dispuesto a visitar a sus tías o a acompañar con entusiasmo a sus vecinos.
En Ecuador, Tamara ha tomado las riendas de una cruzada personal para que el Ministerio de Salud reconozca oficialmente a Batten como una enfermedad catastrófica. Junto con su esposo y con apoyo del asambleísta Roberto Cerda, presentó una carta ante la Asamblea Nacional, órgano que ejerce la función legislativa, con esta solicitud, que aún está en análisis. Además, lidera en su ciudad las actividades por el Día Internacional de Concientización de la Enfermedad de Batten, que se conmemora el 9 de junio con el color naranja como distintivo.
Gracias a sus gestiones, logró que sus hijos accedieran al programa estatal de la Unidad de Vigilancia de Enfermedades Raras (UVER), aunque buena parte del tratamiento aún corre por cuenta propia. “En un país donde no hay cifras oficiales ni registros de esta enfermedad, nuestra historia es un grito urgente. Somos la voz de nuestros hijos. Ellos perciben y sienten a través de nosotros. El mundo tiene que saber que existimos”, afirma con convicción.
Para seguir visibilizando, Tamara creó un diario en forma de libro, donde narra la historia de sus hijos. Lo ha distribuido en su comunidad con el objetivo de informar y sensibilizar. Pese al cansancio, la angustia y el duelo constante, ambas no bajan los brazos. Su lucha no es solo por Sebastián, Theo o Said, sino por visibilizar una realidad silenciada. Y aunque el diagnóstico sea terminal, su amor de madre es eterno.
ESPERANZA EN LA INVESTIGACIÓN
Aunque actualmente no existe cura para la enfermedad de Batten, hay avances en investigación que podrían ofrecer esperanza. De acuerdo con los NIH, los científicos de Estados Unidos están combinando terapia genética con trasplante de médula ósea para tratar la enfermedad de Batten infantil.
Otro proyecto molecular está estudiando la ketamina lantionina, un compuesto natural que se encuentra en el cerebro y que activa la capacidad de la célula de reciclar su contenido (proceso llamado autofagia). El compuesto y su derivado, ketamina lantionina etil éster, han demostrado tener propiedades neuroprotectoras y puede llevar a investigar el desarrollo de nuevas moléculas capaces de tratar una variedad de trastornos neurológicos.

“En el panorama internacional hay bastantes protocolos de investigación que se están generando, no solo para reemplazos enzimáticos, que es la principal vía de tratamiento. En este nosocomio, por ejemplo, tenemos experiencia con terapia génica para algunas enfermedades neuromusculares y esa ruta se está siguiendo también para tipos de lipofusinosis, donde se está intentando terapia génica a través del uso de vectores virales. Lo estamos investigando para CLN7 y CLN2”, explica García Beristain, del Hospital Infantil de México Federico Gómez.
En otras palabras, la terapia genética es el proceso de substituir genes defectuosos por genes sanos para tratar o evitar enfermedades. Tener un familiar con Batten no implica necesariamente que otros miembros de la familia desarrollen la enfermedad. Para descartar sospechas, el doctor enfatiza en la importancia del asesoramiento genético. “En México, el patient journey (registro de citas, tratamientos y observaciones) es complejo. Evaluamos a la familia, a los hermanos, a los primos y muchas veces podemos identificar casos en fase presintomática. Es justo en ese momento cuando los tratamientos modificadores de la enfermedad pueden ser realmente efectivos”, concluye. N