En política, muchos cultivan el arte de no decir gran cosa para no caer en errores. Recientemente, Thomas L. Friedman escribió en The New York Times que “si te sientes confundido por las estrategias zigzagueantes del presidente Trump sobre Ucrania, los aranceles, los microchips o un sinfín de otros temas, no es tu culpa. Es la suya”.
El resultado es lo que se ve hoy: una mezcla caótica de aranceles fluctuantes anunciados por el presidente el 2 de abril, apoyo inconsistente a Ucrania, recortes erráticos a departamentos y programas gubernamentales, y amenazas a aliados y enemigos por igual.
Todo esto se agrava por directrices contradictorias, ejecutadas por secretarios del gabinete y funcionarios que comparten un mismo temor: ser criticados por Elon Musk o Trump si se desvían de la política del momento, que suele surgir, sin filtros, directamente de las redes sociales.
Parece que muchos republicanos de alto rango están actuando con cautela en relación con la cuestión arancelaria, ya que encarna todo aquello a lo que los republicanos se han opuesto tradicionalmente.
El mismo 2 de abril, el Senado votó 51 a 48 en contra de los aranceles a Canadá. Cuatro republicanos se unieron a 47 demócratas en esta votación contra la política de Trump. Otros republicanos también han expresado su oposición a los aranceles como herramienta económica.
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El líder de la mayoría del Senado, John Thune (republicano de Dakota del Sur), hizo varios comentarios de este tipo durante las semanas pasadas. “Estoy dispuesto a darle al presidente cierto margen para que intente alcanzar el objetivo que se ha propuesto aquí”, declaró Thune tras un discurso de Trump ante el Congreso.
“Obviamente, yo estoy en una posición distinta respecto a los aranceles”, agregó después. “Pero espero que, una vez que cumplan con el objetivo declarado, los aranceles sean de carácter temporal”.
Thune añadió un día después: “En general, no soy un gran admirador de los aranceles, a menos que haya una razón”, suponiendo que los mercados estaban reaccionando a la “incertidumbre” sobre cuánto tiempo durarían esas medidas.
El senador John Kennedy (republicano por Luisiana), apodado “Foghorn Leghorn”, ha expresado en repetidas ocasiones su preocupación por el impacto de los aranceles, e incluso ha apostado a que Trump podría terminar reculando.
“Creo que, si los aranceles empiezan a provocar inflación, el presidente dará marcha atrás”, pronosticó Kennedy la semana pasada, y añadió: “Lo que la gente espera que el presidente resuelva son los precios altos”. (Los aranceles casi siempre generan algún grado de inflación).
¿MEDIDAS ECONÓMICAS DE CORTO PLAZO?
Y no son los únicos. “Tengo la esperanza de que estos aranceles sean un paso a corto plazo para fomentar las negociaciones en lugar de una medida a largo plazo que podría dar lugar a represalias que afecten al sector agrícola de Indiana”, publicó el senador Todd Young (republicano por Indiana) en las redes sociales.
“Cuando empezamos a perder, se retrocede. Existe algo llamado retirada estratégica”, dijo el senador Thom Tillis (republicano por Carolina del Norte). “A fin de cuentas, creo que tenemos más influencia que cualquier otra nación. Pero tenemos que ser inteligentes y no tenemos toda la influencia”.
“Esperemos que las cosas se calmen”, dijo el senador John Cornyn (republicano de Texas) después de que Trump pausara la semana pasada muchos de los aranceles durante un mes. Cornyn citó otras políticas de Trump que podrían impulsar el crecimiento, al tiempo que añadió que “los mercados prefieren la estabilidad a la incertidumbre”.
Pero en ninguno de esos comentarios hay un argumento sólido a favor de los aranceles —tan solo una defensa entusiasta de agitar las aguas. De hecho, son muy pocos los republicanos que se pronuncian activamente sobre los aranceles.
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Todo el Partido Republicano parece estar en modo de espera, sus miembros no quieren asumir la responsabilidad de los aranceles, pero tampoco están dispuestos a contradecir directamente al presidente.
La idea parece ser que se puede convencer a Trump de que dé marcha atrás si ocurre lo peor. ¿Pero eso es posible? Trump ha sido un ferviente defensor de los aranceles desde hace mucho tiempo; es una de sus opiniones políticas más antiguas y consistentes, incluso cuando ha cambiado de rumbo en muchos otros temas. Sin embargo, ahora habla como alguien que quiere esto permanezca a largo plazo.
Incluso sus partidarios acérrimos, como Peter Doocy, de FOX News, parecen alarmados por la actual guerra de aranceles. Doocy protestó en una reciente rueda de prensa en la Casa Blanca, dejando en claro que está profundamente molesto con la recesión económica provocada por Trump.
“También esperamos que la Casa Blanca intente tranquilizar a la gente que está sentada mirando cómo sus 401(k) bajan y bajan y bajan”, dijo Doocy. “Esta es una Casa Blanca que llegó tratando de lograr que los trabajadores federales se retiraran por cientos de miles. Pero es difícil sostener que debes retirarte si tus cuentas de jubilación están siendo golpeadas, que es lo que está pasando ahora mismo”, continuó. “Así que esperamos, esperamos, respuestas a todas estas curiosidades en cualquier momento”.
EL REPUBLICANO NO APOYA LOS ARANCELES
Un 51 por ciento de los votantes registrados se opone a los aranceles de Trump, mientras que 38 por ciento los apoya. Pero ¿tolerarán los republicanos más moderados, los periodistas y los líderes de opinión las repercusiones económicas y financieras que los aranceles traerán consigo?
¿Estará dispuesta la opinión pública estadounidense a ver cómo sus fondos de ahorro para la jubilación, vinculados al mercado de valores, se reducen de manera significativa en un momento en que se recortan los programas de bienestar social?
Por supuesto, los legisladores podrían reclamar el poder sobre tales gravámenes que el Congreso ha cedido a la presidencia a lo largo de los años. Al fin y al cabo, la Constitución otorga al Congreso autoridad sobre los aranceles.
Si comienzan a discutir esto en serio, se verá que han perdido la paciencia y están realmente aterrados. En este contexto, una respuesta contundente a los aranceles estadounidenses por parte de los países afectados parece ser el método más efectivo para ejercer la mayor influencia sobre Trump: las reacciones de los ciudadanos, las empresas y los inversionistas estadounidenses.
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Sin embargo, Canadá y México representan un caso único: están exentos del importante arancel general de 10 por ciento y de los aranceles recíprocos, pero siguen enfrentando aranceles de 25 por ciento sobre el acero, el aluminio y los automóviles.
En este caso, sugeriría que la respuesta de Canadá se gestionara de forma más cerebral que visceral. Creo que Canadá debería evitar imponer aranceles de represalia adicionales que podrían provocar aún más represalias por parte de la administración Trump. En su lugar, creo que debería buscar negociaciones para un nuevo CUSMA, ya que Estados Unidos parece comprometido a mantener el acuerdo trilateral actual.
La reciente conversación entre el primer ministro Carney y el presidente Trump pareció crear una atmósfera positiva para el diálogo en curso. Canadá debería concentrarse en crear una estrategia industrial nacional, establecer un mercado interno de libre comercio y, tras las elecciones, hacer hincapié en la unidad nacional con las provincias, los partidos de la oposición y el sector privado para afrontar los retos actuales y futuros, algunos de los cuales podrían ser existenciales. N
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Eduardo del Buey es diplomático canadiense jubilado, autor, internacionalista, catedrático y experto en comunicaciones estratégicas. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.