Este es un fenómeno que se ha normalizado en ciudades como la Ciudad de México y que ahora comienza a replicarse en la frontera. El crecimiento desordenado de la ciudad, la falta de una infraestructura de transporte público eficiente y los costos de vivienda en ciertas zonas han provocado que muchas personas opten por residir lejos de sus empleos, aceptando largos traslados como parte de su vida cotidiana.
El desarrollo de nuevos fraccionamientos en la zona este de la ciudad ha sido una de las principales razones detrás de este fenómeno. Colonias como El Florido, Villa del Álamo o Natura han crecido exponencialmente debido a los precios más accesibles de vivienda en comparación con áreas céntricas o cercanas a la línea fronteriza. Sin embargo, estos desarrollos habitacionales están alejados de los principales polos de empleo, lo que obliga a los trabajadores a desplazarse durante horas, especialmente aquellos que trabajan en la zona industrial de Otay o en el sector comercial del centro de la ciudad.
Bulevares congestionados en horas pico
La infraestructura vial de Tijuana no ha crecido al mismo ritmo que la población, lo que ha convertido los traslados en un desafío diario. Bulevares como Insurgentes, Casa Blanca y 2000 se congestionan desde temprano en la mañana y nuevamente por la tarde, convirtiendo trayectos de 15 kilómetros en viajes de más de una hora. La falta de transporte público eficiente empeora la situación, pues quienes no tienen automóvil dependen de taxis de ruta o camiones que hacen paradas constantes y alargan aún más el tiempo de traslado.
Este fenómeno ha llevado a una normalización de tiempos de traslado que antes se consideraban excesivos. En la Ciudad de México, es común que las personas inviertan hasta dos horas en llegar a sus trabajos, y en Tijuana, muchos trabajadores ya están acostumbrados a pasar tres o cuatro horas al día en el tráfico. La diferencia es que la infraestructura y el transporte público de la capital del país, aunque con deficiencias, ofrecen alternativas como el Metro o el Metrobús, opciones inexistentes en Tijuana, donde la única solución es lidiar con el tráfico o pagar servicios privados de transporte.
Calidad de vida y tiempo con la familia, las mayores repercusiones
Las repercusiones de este fenómeno van más allá del tiempo perdido en traslados. La calidad de vida de los trabajadores se ve afectada, pues el tiempo que pasan en el tráfico es tiempo que no pueden dedicar a su familia, al descanso o incluso a actividades recreativas. Además, los costos de transporte han aumentado, representando un gasto considerable para muchas familias que deben pagar gasolina, estacionamiento o pasajes diariamente.
El sector empresarial también se ha visto afectado, ya que la puntualidad y productividad de los empleados se ven comprometidas por los largos traslados. En algunos casos, las empresas han implementado horarios flexibles o trabajo remoto parcial para mitigar estos problemas, pero estas medidas aún son limitadas y no aplican a todos los sectores.
Sin soluciones concretas a esta problemática
A pesar de que esta problemática es evidente, las soluciones por parte de las autoridades han sido mínimas. No se ha planteado un plan integral de transporte público ni una reconfiguración urbana que permita una mejor distribución de la vivienda y los empleos. Mientras tanto, los tijuanenses siguen adaptándose a una realidad en la que pasar largas horas en el tráfico es parte de la rutina diaria, un fenómeno que en otras grandes ciudades ya se ha convertido en norma y que, en Tijuana, parece estar siguiendo el mismo camino.
Las largas horas que los tijuanenses pasan en el tráfico plantean una pregunta fundamental: ¿es normal que una persona deba invertir una parte significativa de su vida simplemente en trasladarse?
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En una ciudad donde el crecimiento urbano no ha sido planificado de manera equitativa, los ciudadanos se han visto obligados a aceptar que perder tiempo en el tráfico es parte del costo de vivir y trabajar en Tijuana. Sin embargo, esto no debería ser así. El tiempo de vida es un recurso finito, y dedicarlo a estar atrapado en embotellamientos o en largas filas para cruzar la frontera significa menos momentos con la familia, menos descanso, menos oportunidades para el desarrollo personal. Si otras ciudades han normalizado este fenómeno, ¿significa que Tijuana debe seguir el mismo camino? O, por el contrario, ¿es momento de cuestionar si esta realidad es aceptable y exigir mejores soluciones de movilidad y planeación urbana? N