Lola Dejavú Delgadillo Vargas tenía 15 años cuando las circunstancias la obligaron a iniciarse en el trabajo sexual, pues sus padres la corrieron de su hogar tras enterarse de que su identidad de género era la de una mujer trans, sin saber que más tarde sería una incansable defensora de derechos humanos.
Esa historia de menosprecio familiar comenzó a escribirse en 1994, año en que Lola también comenzó su carrera como defensora de derechos humanos sin saber siquiera lo que eso significaba. Eso sí, la ejercía no solo cuando se defendía de los policías, sus principales agresores, sino también cuando protegía a sus compañeras.
“Desde las primeras detenciones por parte de los policías por ejercer el trabajo sexual yo ponía quejas, la gente ya me ubicaba como la que se defendía y defendía a las compañeras. Los mismos policías primero me detenían a mí porque sabían que era la que iba a ponérseles al tú por tú por defender a mis compañeras”, comenta Lola Dejavú en entrevista con Newsweek en Español.
Tras sufrir diversos actos de violencia en su contra, tanto físicos como sexuales y psicológicos, Lola comenzó a maquinar la idea de abandonar su tierra natal, Irapuato, Guanajuato. Al final se decidió cuando estuvo a punto de morir a manos de hombres armados, un ataque que le dejó una severa herida expuesta en la pierna que, 30 años después, aún padece.
UNA MUJER TRANS QUE LUCHÓ POR SUS DERECHOS HUMANOS E INTENTÓ SER MÉDICA
Lola viajó a Morelia, Michoacán, donde unos médicos revisaron su pierna y le dijeron que necesitaría tornillos y clavos. Sucedió que, cuando intentaron matarla, para escapar brincó de una construcción el equivalente a cuatro pisos. Pese a los requerimientos médicos, los doctores solamente le aplicaron un yeso y la mala praxis le dejó severos daños. Hoy, a sus 45 años, usa un bastón y continuamente el dolor la imposibilita de realizar su vida cotidiana.
En aquella época, joven y con la fortaleza para continuar pese a sus heridas, Lola decidió que sería médica. Su meta no solamente era estudiar medicina, sino hacerlo para atender a las personas transexuales. Su propósito era alejarse del trabajo sexual, buscar asilo en un albergue e iniciar y culminar sus estudios.
Empero, a Lola se le cerraron las puertas bajo el argumento de que ahí “no recibían ni lesbianas, ni gais, ni trans”, recuerda. Por ello se vio en la necesidad de viajar los fines de semana a otras ciudades a ejercer el trabajo sexual y reunir los fondos necesarios para pagar sus estudios, tener un techo sobre su cabeza y alimentarse.
“Un día hubo un operativo donde se llevaron detenidas a todas mis compañeras. Cuando me enteré fui a verlas a los separos esperando poder hacer algo por ellas y que recuperaran su libertad. Pero cuando llegué los policías también me metieron a la cárcel. Posteriormente, a la celda llegaron varios reporteros a tomarnos fotografías”, narra Lola.
“UNA BANDA DE HOMOSEXUALES Y SIDOSOS”
De acuerdo con su relato, la prensa informó que la policía había detenido a “una banda de homosexuales, sidosos y drogadictos”. Aquel día en la celda se encontraba detenida Gabriela, y cuando vio que le iban a tomar fotografías le expresó a Lola su temor de que los reporteros la señalaran en su nota como portadora del VIH.
“Gabriela me dijo: ‘¡Me van a descubrir!’. Entonces le sugerí que se colocara detrás de mí. Los reporteros ya sabían que quien se colocaba en medio de la fila tenía VIH, y como yo me puse ahí para cubrir a mi amiga a mí me señalaron. Cuando finalmente nos liberaron regresé de inmediato a la universidad porque estaba en época de exámenes. Mi idea era salvar el mayor número posible de pruebas que perdí mientras me tenían encerrada…”.
Cuando Lola regresó a la Facultad de Medicina “Dr. Ignacio Chávez”, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, se dio cuenta de que tanto en los pasillos como en los salones de clase había fotocopias de la nota del periódico donde ella aparecía en prisión y señalada como una persona portadora del VIH.
Eran los exámenes finales para Lola; posteriormente realizaría la residencia, el internado, el servicio social y obtendría su grado de médica. “¿Pero bajo qué circunstancias iba yo a presentar exámenes? Bajo la mirada de toda una población estudiantil que me estaba juzgando por las fotos que muchos se tomaron el tiempo de imprimir y pegar por toda la escuela. Por eso me fui y no regresé”.
UNA MUJER TRANS OBLIGADA A ABANDONAR LA MEDICINA
Tras abandonar aquella facultad Lola migró nuevamente, en esta ocasión a la Cuidad de México. Su primer acercamiento con la capital fue durante un Encuentro Nacional de Trabajo Sexual. Ella ya era considerada formadora de trabajo sexual y defensora de los derechos humanos en esta área.
Posteriormente, en 2011, se quedó de forma permanente en la capital cuando fue contratada como asesora en temas de derechos humanos de las personas LGBTTTIQ+ (siglas de lesbianas, gais, bisexuales, travestis, transgéneros, transexuales, intersexuales y queer) y de personas que ejercían el trabajo sexual.
Hacia finales de 2013 regresó a la Ciudad de México cuando se creó la agenda nacional política en materia de VIH y derechos humanos de mujeres y, posteriormente, cuando se anexó la agenda nacional política trans en derechos humanos de VIH y de poblaciones trans. Tras un año de trabajo, Lola salió de la organización para finalmente cofundar la actual Agenda Nacional Política Trans de México y defender los derechos de cada mujer trans que lo requiera.
“No soy una experta consagrada porque el tema y la defensa de derechos humanos a diario se va actualizando según las necesidades de las diferentes poblaciones; pero sí, a diario trato de continuar mi aprendizaje para aplicarlo en cualquier situación donde se requiera resguardar la integridad de las personas trans”, expresa Lola.
LAS VIOLENCIAS CONTRA LAS MUJERES TRANS
Entre las principales violaciones a los derechos humanos cometidas en contra de la población trans, comenta la activista, se encuentra el negarles la vida. Ejemplo de ello es el gran número de “compañeras trans que han sido víctimas de violencia física, psicológica y sexual, y muchas veces hasta han sido asesinadas”.
Otra violación a los derechos humanos fundamentales es que “no te dejan vivir con tu identidad de género asumida, y de ahí se nos condena a quedarnos sin el derecho a la educación, al trabajo, vivienda, a tener una familia, por decir algunos elementos básicos que todos los seres humanos desean”.
Lola comenta que existen leyes y políticas públicas, pero que estas no se ejercen; por ello, el primer paso es que haya educación desde el hogar, las escuelas, las instituciones y las dependencias de gobierno, pues, mientras no la haya, el rechazo, la discriminación y la transfobia contra la población trans seguirán desembocando incluso en violencia letal contra este que es considerado el eslabón más desvalido de los grupos vulnerables.
“Nosotras, las mujeres trans, somos una población desprotegida a la que se le violenta, se le golpea, se le asesina, y no pasa nada. Tan solo en los primeros 15 días de 2024, la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México contabilizó cuatro muertes violentas de mujeres trans en el país, que ocupa el segundo lugar a nivel mundial en este tipo de delito, solo por abajo de Brasil, pero no hay sentencias”, explica Lola.
UNA MUJER TRANS NO ESTÁ MENOS MUERTA, DICE LA DEFENSORA DE DERECHOS HUMANOS
La defensora de derechos humanos añade: “Al perro más flaco se le suben las pulgas: las mujeres trans, de por sí rechazadas, también pueden tener discapacidad, ser morenas, indígenas, pobres —la mayoría— y trabajadoras sexuales. Ello nos potencia para ser discriminadas y violentadas, muchas veces sin acceso a la justicia, y cuando se logran abrir los procesos judiciales estos son demasiado largos, nos desaniman y ya no se les puede dar seguimiento a las denuncias porque necesitamos trabajar y comer diariamente”.
Lola resalta lo cruel que es la sociedad al mostrarse indiferente ante la violencia contra las mujeres trans y que sea tan insensible y piense que “nosotras estamos menos muertas y que somos menos personas que las demás”.
La activista explica que la población trans es el eslabón más discriminado. Como ejemplo, indica que un hombre homosexual ya tiene un buen status económico y social, buenos trabajos, una casa que se ha comprado gracias a la posibilidad de tener remuneraciones producto de su labor, tiene hijos, pareja, bienes y ascensos laborales, y lo mismo sucede con las lesbianas. Por su parte, las mujeres trans solamente al subirse a un transporte público ya son rechazadas.
Ello, considera, es consecuencia del machismo y el patriarcado: “Dicen por principio de cuentas que nosotras fuimos traidoras a nuestro sexo biológico (hombres), entonces ya no somos parte de esta hegemonía, por lo que el logro de nuestros derechos trans es pérdida de derechos de los hombres. Porque desde su constructo social ellos asumen que tienen derecho hasta de discriminar, pues siempre lo han hecho. Cuando se le dice a un hombre que no debe decirle ‘puto’ a una persona siente que se le quita su libertad de expresión, cuando un discurso de odio nunca puede ser tomado como libertad de expresión”.
UNA ORGANIZACIÓN PARA LA POBLACIÓN TRANS
Lola Dejavú Delgadillo Vargas comenta que la organización de la que es cofundadora, la Agenda Nacional Política Trans de México, con muy pocos recursos y sin fines de lucro, trata de ayudar a la población trans desde 2015. Empero, tras la llegada de la pandemia procura brindar apoyo a todas las poblaciones en situación de vulnerabilidad.
La organización defiende principalmente los derechos humanos de toda la población trans y se enfoca en toda mujer trans que ejerce el trabajo sexual: “No obstante, atendemos a poblaciones en condición de calle, de drogas y alcoholismo, migrantes, indígenas, adultos mayores, gente con discapacidad. Este también es un centro de acopio por si alguien quiere donar ropa, artículos no perecederos para las despensas, zapatos, productos de higiene personal y todo aquello que le pueda servir a otras personas. A veces nos han obsequiado hasta mesas y sillas. También recibimos apoyos económicos, que son más difíciles que lleguen, pero sirven para pagar la renta, los servicios de la oficina como el internet, teléfono, luz, agua”.
Lola asegura que es difícil contar con apoyos externos, por ello su organización presenta proyectos internacionales y en algunas ocasiones consigue que organismos extranjeros le den luz verde. “En México es difícil que volteen a vernos pese a que atendemos a un gran número de población vulnerable”.
LA LUCHA SIGUE, AUNQUE LOS DERECHOS Y LA VIDA DE UNA MUJER TRANS PELIGRE
La organización también acepta juguetes, medicamentos, collarines, bastones, muletas, sillas de ruedas, “todo lo que se pueda utilizar aquí es bienvenido”, dice Lola, y agrega que el organismo también consigue apoyos legales para la gente que lo requiere, además de que realiza pruebas de VIH, brinda asesoría en derechos humanos y muchas veces se suman las sesiones psicológicas.
“Soy la encargada de dar la primera atención y también imparto pláticas, talleres, conferencias de temas que van desde género, diversidad sexual, derechos humanos, hasta enfermedades de transmisión sexual”, dice Lola, quien no tiene planes de retirarse del activismo y la defensa de los derechos de toda aquella mujer trans que lo necesite pese a que su vida ha estado en peligro en unas diez ocasiones.
“Cuando el crimen organizado intenta cobrar derecho de piso a las chicas trans trabajadoras sexuales, en la organización hacemos las denuncias y de inmediato nos ponen en la mira; incluso cuando se denuncia a los policías violentos, transfóbicos o corruptos, lógico que nos identifican y padecemos persecución, pero aquí seguimos”, concluye. N
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Las redes de Lola Dejavú y de la organización son @agendapoltrans y @LOLADEJAVU, donde se puede recibir todo tipo de apoyo para las poblaciones más vulnerables de la Ciudad de México.