La vida de los seres humanos se ha convertido en excesos sustentados en un individualismo cada vez más alejado de la conciencia por los demás.
Las necesidades básicas del individuo, sus gustos, pasiones y aspiraciones han estado por encima de todo. Así, la acción del Estado y los procesos económicos orientan sus incentivos hacia el individuo por arriba de lo colectivo. En otras palabras, el nihilismo es la base del juego.
En este sentido, el individuo se ha encumbrado por arriba de la sociedad. El hombre se ha vuelto un dios omnipresente en donde la falta de empatía y el dilema antagónico planteado por las ideologías capitalista y comunista ha contribuido enormemente.
El concepto del dios dinero del liberalismo no se sostiene, al igual que el concepto del jefe máximo hecho dios que guía los destinos de todos los regímenes socialistas que encumbran.
El manejo futuro de la pandemia, la pronunciada crisis de solvencia moral, la deshumanización del capitalismo, el fracaso del bienestar comunista y la administración del impresionante avance tecnológico al que asistimos, así como el reto migratorio sin precedente, requieren voltear hacia la solidaridad humana como única salida a estos desafíos.
El falso dilema de primero el bienestar del individuo y que, con esto, se logra el bienestar colectivo ha sido tan insensato como la visión contraria.
La salida no se puede encontrar en el “primero yo” para luego los demás. El egoísmo, la soberbia y el individualismo han demostrado ser los peores consejeros, y en este momento son hasta peligrosos. La respuesta está en sustentar nuestro comportamiento en la ética que precisamente es inherente al ser humano, pero que a menudo es olvidada.
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El impacto del internet en los seres humanos ha logrado, entre otras cosas, que las mismas vías de contacto e intercambio utilizadas por todos muestren como nunca las ancestrales diferencias socioeconómicas que en esta ocasión están a la luz de todos y en todas partes por más desarrollo que haya en los distintos países.
En esta lógica del internet, en el multimillonario negocio de las empresas tecnológicas empeñadas en extraer hasta el último centavo de las personas y la proliferación de redes sociales se inscriben los retos de la migración, pobreza e igualdad.
Antaño existían áreas específicas en donde se encontraban los mercados de bienes, las aldeas pudientes y la riqueza, que solían estar claramente separadas de las áreas marginadas más necesitadas.
En la actualidad, el internet, las redes y el desarrollo de empresas tecnológicas como Apple, META, Amazon, Google y Microsoft muestran todas las regiones mezcladas en una sola aldea tecnológica global, la cual, desafortunadamente, no es virtual, sino real.
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EMPATÍA, MORAL Y AUTOCONTROL
Este hecho ha dado como resultado un mayor enojo, frustración y envidia colectiva. Bajo esta lógica, los graves problemas agravados por los nuevos tiempos, aunado a la psique colectiva, obligan a pensar en la solidaridad humana basados en la empatía, la moral y el autocontrol como vía para lograr una mejor convivencia, la cual se ha deteriorado de forma acelerada.
En un nuevo enfoque de vida orientado a una mayor solidaridad con los demás, debemos asumir que será la economía de mercado la única capaz de continuar desarrollando la cura global para el covid-19 y siguientes virus o bacterias que surjan, tal y como lo hizo con el dengue, el sarampión o la influenza. La diferencia estriba en que en el futuro pueda hacerlo con base en utilidades justas. Ello impedirá episodios vergonzosos como el hecho de que a estas alturas no haya cura para el ébola simplemente porque en África no hay recursos para pagarla.
Igualmente, no debiera existir duda de que será el Estado y no el mercado el que tendrá un papel más relevante sobre el cuidado de las personas bajo normas iguales para todos, sin importar estrato social, raza, preferencias o creencias.
Han sido las religiones las que, bajo el principio de universalidad en el que todos somos hijos de un ser superior, han avanzado mejor en el concepto de igualdad. Sin embargo, en términos no sobrenaturales, es la concepción de Estado democrático el que mejor resuelve los anhelos de igualdad de todos.
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El libre mercado, con su potencial para generar riqueza, y el Estado democrático, con su capacidad para alcanzar cohesión social, necesitan trabajar de la mano para unir a las sociedades en tiempos de división.
La caída en la bolsa de Meta, antes conocido como Facebook, es el principio de una llamada de atención colectiva hacia formas más realistas de hacer negocios bajo principios morales a toda prueba.
Las empresas que en unos cuantos años alcanzan billones de dólares en su valor por su supuesta capacidad futura para sacar la mayor cantidad de rentas de las personas están por recibir un golpe de realidad.
La colectividad, sin embargo, no debe de ser vista bajo el disfraz de que muchos deben tener lo que pocos tienen.
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El tiempo del individualismo se agotó, pero para que llegue realmente el momento de la colectividad se requiere del despliegue a plenitud de la solidaridad humana. Entenderlo así representa la salida a las diferencias sociales que tenemos los seres humanos, particularmente en este momento de tanta división y encono. N
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Carlos Alberto Martínez Castillo es doctor en Desarrollo Económico, Derecho y Filosofía y profesor en la UP e Ibero. Ha colaborado en el Banco de México, Washington, Secretaría de Hacienda y Presidencia de la República. Es socio de Excel Technical Services. Su correo es drcamartí[email protected] Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.