Desconozco si en otros países la explicación de los científicos y los políticos va de la mano en el sentido deontológico, reunir reflexiones de 1º y de 2º grados, ser y ente, fenómeno y nóumeno. Lo más probable es que sí.
En México NO, el trabajo científico es despreciado por la clase gobernante. “Los expertos” han sido cotidianamente basureados en las mañanitas comunicativas mediante un significante histriónico-burlesco. En ese ambiente de literaturas, con piratas, rescate de personajes de cine de barrio Don Susanito Peñafiel y Molécula…, se instruyen a mano alzada los temas sociales más delicados y trascendentales. Los políticos, generación de la contracultura, especializados en el debate irónico, erístico, burlesco, sin datos, sin argumentos comprobables, se quedaron con los libro de Mao, Gramsci, Marx… en el sobaco, páginas jamás leídas, vírgenes. Ello explica la ausencia de pedagogía, política, pública, gubernamental, Covid-19, formaron un teléfono descompuesto robusto de posverdades. Los políticos no les permiten hablar a los expertos, desaparecen presupuestos para la indagación, ponen en crisis instituciones académicas y de investigación. Los científicos explican en limitados espacios de comunicación. El debate político en voz de un científico sabático, hoy militante, ofrece confusiones entre la tangente de la curva y la pendiente que engendra el área bajo la curva, distinguir “derivada e integral”, no le ha sido posible, evoca a Cantinflas en la carpa de Peralvillo.
Sin duda, las epidemias son parte de la historia, los virus son como serpientes amenazantes que han matado más seres humanos que las guerras mundiales y las revoluciones de los países. Su bazuca devastadora se entalló en la “peste”, “tifus” jugó a ser pólvora, “sífilis” se acogió en granadas asesinas, “viruela” se anido en una máscara de payaso para afectar parques infantiles, “rubeola” se mimetizó en ametralladora de alto rango, “sífilis” como un misil asesino, “sida” se acoge al campo minado, “gripe” sigue jugando a la ruleta rusa…, en fin, ahora “coronavirus” muestra falta de entendimiento científico y político, por ello se divorciaron de la realidad. A mi juicio, falta la voz fáctica de la ciencia y la humildad de la política para que las y los mexicanos entendamos de qué se trata, cómo atenderla, más allá del confinamiento, que la pedagogía exponga su calidad fenoménica enmarañada en biósferas mudables en humanos, convivencia que altera su comportamiento, se dice “mutan”, por ello, la explicación merece un humanismo parido por la política y la ciencia.
No podemos negar que los presupuestos de salud han sido la fuente de perversidad y corrupción, con un defensor impecable, “es para la salud de todas y todos”, con ello se han puesto toga de impunidad. Una prueba a la mano es que cada Estado mexicano, en cada país, se otorgan distintos porcentajes de presupuesto a este tema. No menos cierto es que la mentira ha sido el argumento esencial de la defensa de los presupuestos y políticas de salud ¡ayer y hoy! Se confrontan las voces, la oficial: “hay suficiente material para la protección de la salud de los profesionales de la salud”; los profesionales de la salud, “no hay materiales ni protectores de nuestra salud, los tenemos que comprar de nuestro dinero”; hay un tercero en la escena, “alguien” que vende todo lo necesario para atender la pandemia… el vividor.
La política no tiene argumento, ni derecho a menospreciar la ciencia, la ciencia no es un discurso de Apolo, es de Dionisos, nunca ha engañado de ser inconmovible, se ha manifestado como no lineal, sabe su dialéctica, muestra capacidad de adaptación para defender y salvar vidas. Cuando la política amordaza, subsume, minusválida…, a la ciencia, a los científicos, corre el riesgo de crear políticas públicas anémicas y bulímicas, enfermas de todo, ineficaces e ineficientes, las entidades impulsan malas políticas de salud, como es apreciado, son criminales de Estado. Se ha mostrado un virus peor que coronavirus: la ignorancia, es preciso enfrentarla mediante un cerco educativo y cultural que la aniquile en su temporalidad, daño cerebral y emocional. Como corresponde a un País solidario, laborioso, generoso, participativo, lo que ha quedado demostrado en contingencias vividas, el buen pueblo siempre ha superado a las acciones de gobierno, “un botón basta de muestra, los demás a la camisa,” el terremoto de 1985, el pueblo resolvió la contingencia, el gobierno solamente dio parte a medios de comunicación y mandó cartas de agradecimiento a países solidarios.
Necesitamos una sinfonía para piano y orquesta, Terminare Covid-19, la interpretación al piano es a cuatro manos, dos de política y dos de ciencia. La música tiene las claves de los misterios de la vida. “Allegro”: la humildad para interpretar que somos un pueblo capaz; “Adagio”: el mundo cambia y los virus también; “Scherzo”: Ningún modelo predictivo ha sido confirmado jamás; “Trío”: perder miedo a valorar al máximo los riesgos; final tipo “Allegro”: compartir significados, informar, no desinformar.