Si migrar ya es peligroso, el riesgo al que se enfrentan los menores de edad es aún mayor, y autoridades locales no están del todo preparadas para recibir asistirlos.
Dos primas adolescentes salieron de Guatemala para entrar a Estados Unidos sin documentos. Tenían el permiso de sus padres y la intención era reunirse con la hermana de una de ellas.
Atravesaron México pero cuando parecía que lo lograban fueron detectadas en este estado, aseguradas por el Instituto Nacional de Migración (INM), y entregadas a DIF Baja California para ser deportadas.
“Habían salido para tener una mejor vida. Querían estudiar inglés, prepararse. Porque dicen que allá no se puede”, cuenta María del Carmen Sánchez Arias, coordinadora de la Procuraduría para la Defensa de los Menores y la Familia en DIF estatal.
En tanto, en el INM un funcionario sin autorización para declarar platica con la condición de no ser identificado y cuenta cómo otra adolescente centroamericana llegó vía aérea desde el Estado de México.
Supuestamente en el aeropuerto de Tijuana la recogería un familiar, pero éste nunca se presentó, y después de entrevistarla confirmaron que era una migrante no acompañada.
La subieron al vuelo con documentos falsos, afirma el funcionario del INM que se reserva también los datos de la aerolínea.
Historias como ésas parecen comunes para servidores públicos, activistas y académicos que ven una realidad preocupante y peligrosa en el flujo constante de miles de Niñas, Niños y Adolescentes (NNYA) que buscan atravesar ilegalmente la frontera con Estados Unidos.
Una parte de la dimensión del fenómeno está en las cifras de la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación (Segob), que reportó a nivel nacional un aumento de 116% en el paso de menores centroamericanos no acompañados entre enero y junio de este año.
Fueron 14 mil 44 en 2018 y 30 mil 411 en 2019, y están además los que llegaron a Baja California en las caravanas de migrantes entre noviembre y diciembre del 2018.
Según cifras de DIF Baja California, en esos grupos atendieron a 1,051 menores migrantes, entre los que contaron a 251 no acompañados.
La mayoría con frecuencia tiene entre 12 y 17 años de edad, y viaja para reencontrarse con sus padres que hace años salieron de su país y ahora los esperan en suelo estadounidense.
Parecería no importarles que para lograrlo se expongan a riesgos como la trata sexual y la explotación laboral, y si viajan en grupo con otros migrantes, a la posibilidad de que entre ellos haya delincuentes que aprovechen su vulnerabilidad.
“La migración infantil, de niños, niñas y adolescentes, usualmente está más invisibilizada. Nadie se va a enterar que hay niños transitando desde Chiapas hasta Tijuana, por ejemplo”, dice Valeria Ruiz Griego, coordinadora de albergues para menores migrantes YMCA en Tijuana, Ciudad Juárez y Agua Prieta.
El investigador del Colegio de la Frontera norte (Colef), Félix Acosta Díaz, dice que el cruce de menores migrantes tiene una historia de altibajos, pero la atención de México y Estados Unidos hoy sigue concentrada en las caravanas centroamericanas.
“Sí hay esa emergencia migratoria, no ha terminado. Y el componente de menores, tanto los que viajan en familias como los no acompañados, son parte de ese fenómeno”, señala.
Pero esa ocasión el flujo fue vistoso, porque regularmente no lo es. Esto se debe a que en su paso por México quienes guían a estos pequeños migrantes no buscan apoyo institucional como hacen los adultos, sobre todo cuando esas guías son “coyotes”.
Así que los menores contados en las estadísticas oficiales son únicamente los detectados en suelo mexicano por el INM o en algún albergue cuando viajan con un conocido o familiar lejano, el número fácilmente puede ser mayor.
Por ejemplo, las autoridades norteamericanas sólo registran a los que detienen en su intento de cruzar ilegalmente, porque además están los que logran su objetivo.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés), reportó que entre octubre del 2018 y julio de este año la patrulla fronteriza detuvo a lo largo de la línea divisoria con México a 69 mil 157 menores no acompañados; el 84% fueron centroamericanos.
Ellos son deportados por el gobierno norteamericano, pero los detectados en Baja California son canalizados a DIF estatal.
Allí dicen que pasaron de recibir 73 menores centroamericanos no acompañados en 2017 a 123 en 2018 a causa de las caravanas, y sumaron 65 en los primeros siete meses del 2019.
Y es en DIF donde empieza el proceso de notificación a los consulados para verificar la nacionalidad y contactar a sus padres, porque normalmente los menores tienen datos sobre su familia, coinciden activistas y autoridades.
Cuando esto se complica, los menores no conflictivos son enviados a YMCA para esperar la deportación que no debería tardar más de 20 días, aunque ha llegado a extenderse poco más de dos meses, dice la coordinadora de albergues YMCA.
DIF los recibe porque es su obligación y porque el INM no tiene instalaciones ni un ambiente adecuado para ellos, dicen en ambas oficinas gubernamentales donde reconocen limitaciones.
“La mayoría de estos jovencitos que vienen en tema de migración, han crecido carentes de muchas cosas, y la mayoría tiene consumo de drogas. Ése es, me atrevería a decir, una de las situaciones un poquito más complicadas a las que nos hemos enfrentado”, comenta la coordinadora María del Carmen.
Los albergues como YMCA, junto a los módulos de DIF en cada estado, forman una red nacional que en 2016 reconstruyó parte de la realidad que viven los menores migrantes no acompañados.
En “Migración de niñas, niños y adolescentes: antecedentes y análisis de información de la red de módulos y albergues de los sistemas DIF, 2007-2016”, advirtieron ya que la mayoría eran centroamericanos.
También encontraron que para atravesar México se trasladan principalmente en autobuses y taxis, mientras al final de la lista aparecen los barcos, los camiones de carga y los aviones.
Pero solo el 2% de los menores dijo haber viajado con un traficante de personas, cifra que el estudio considera reducida por los entrevistados.
“Se explicaría por la reticencia de las ‘NNYA’ a indicar que viajan con traficantes o coyotes, o simplemente porque no los distinguen (de manera intencional o no) de otras categorías como los conocidos o amigos, los desconocidos, o incluso los familiares”, dice el estudio.
Y aunque hoy la política migratoria del gobierno mexicano parece haber disminuido buena parte del paso de centroamericanos, esto no quiere decir que haya desaparecido.
“Siempre ha sido un tema delicado y de mucha pena”, responde sobre este fenómeno el cónsul general de Guatemala en Baja California, Erick Cardona Chávez.
Dice que su gobierno realiza campañas para generar conciencia entre los ciudadanos, aunque reconoce que poco funcionan.
“Las personas no logran dimensionar el peligro y arriesgan a sus familiares, a sus niños”, responde.
La coordinadora de casas YMCA comenta que ese peligro es proporcional al cobro y acompañamiento de los ‘coyotes’: un promedio de 15 mil dólares para atravesar la frontera con documentos falsos, y unos 3 mil 500 dólares usando “rutas informales”.
“Los niños vienen de cierta forma escondidos. No pasan por los albergues, no pueden pasar por hospitales”, comenta Valeria Ruiz.
El cónsul de El salvador en Tijuana, Ricardo Herrera, es reticente para hablar del problema, aunque reconoce que la cantidad de niños que viajan solos es “enorme”.
“Es algo de años y años, que se puede minimizar en alguna medida, pero no se va a detener”, afirma el diplomático.
En el INM atribuyen el paso de estos migrantes menores de edad a una histórica falta de personal e infraestructura, mientras académicos piensan en corrupción.
José María Ramos, otro académico del Colef, considera que hoy los traficantes ganan con los operativos del gobierno federal, porque con mayor riesgo de ser detectados pueden pedir más dinero.
“El problema es que hasta ahorita no hemos visto algunos resultados por parte de las instancias gubernamentales: detención de personas que trafiquen o estén vinculadas con trata”, dice.
Para septiembre el albergue YMCA en Tijuana no tenía un solo migrante extranjero, pero meses pasados atendió hasta 140 teniendo apenas 34 espacios incluyendo colchones de emergencia.
Están expectantes para el final del año y su coordinadora Valeria Ruiz no coincide con la idea de que siempre habrá niños y niñas atravesando México para burlar la frontera con Estados Unidos y ver de nuevo a sus familias.
“Creo que ése sería el error más grande que pudiéramos cometer”, responde. Pero la economía de Estados Unidos sigue creciendo, y Centroamérica sigue siendo muy pobre.