La prevalencia de trastornos psiquiátricos, como la depresión —y los intentos suicidas—, en niñas, niños y adolescentes aumenta en México y no se cuenta con infraestructura de salud y especialistas médicos suficientes para atender a este grupo de edad.
DANIELA intentó quitarse la vida por primera vez cuando tenía nueve años. Luego a los 15. Después a los 17.
Fátima Moneta, coordinadora de Desarrollo y Programas de la Asociación Mexicana de Psicología Infantil, indica que la primera idea suicida en niñas, niños y adolescentes con trastornos mentales se presenta entre los ocho y diez años, mientras que el primer intento de suicidio sucede, en promedio, a los 11.
En el caso de Daniela, a los nueve años tomó un frasco completo de Clonazepam de 2 mg/ml, robado a su abuela. En su vida infantil se enfrentaba al abandono de su padre. El diagnóstico médico fue: depresión, ansiedad y trastorno de déficit de atención (TDA) sin hiperactividad.
Tres padecimientos reunidos en la mente de una pequeña, descrita por su madre, Eleanor, como soñadora, divertida y amable: “Le gustaba la escuela, le gustaba cocinar, le gustaba jugar al médico”. Daniela inició tratamiento con medicinas, sin ser internada.
En su segundo intento, ya siendo una adolescente, tomó una mezcla de Bromazepam, Clonazepam e Indometacina, que robó del hospital donde su madre trabaja como enfermera. Tenía 15 años. La ingresaron en el pabellón de mujeres del Hospital Psiquiátrico Infantil “Dr. Juan N. Navarro”.
Eleanor ha vivido con desesperación, angustia y miedo este proceso de su hija: “Como enfermera no sabía qué hacer; me quedé aturdida, no podía ni moverme y pensaba solamente que si moría iba a ser mi culpa, es horrible, es una sensación indescriptible”.
Daniela, a los 17 años, ya consumía marihuana, cocaína y alcohol. La tercera ocasión intentó cortarse las venas. Su madre la encontró antes de que se desangrara. Esta vez estuvo tres meses internada en el “Dr. Juan N. Navarro”. El diagnóstico final fue trastorno bipolar con predominio depresivo grave.
De acuerdo con las estadísticas más recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), al año 2016, en relación con la edad, en los jóvenes de 20 a 29 años se presentan las tasas más altas de suicidios en México. En 2016, la tasa para el grupo de 20 a 24 años fue de 9.5 por cada 100,000 jóvenes; y de 8.2 en jóvenes de 25 a 29 años.
A sus 19 años, Daniela sigue en tratamiento y asiste al Centro de Integración Juvenil (CIJ) para tratar sus adicciones. El caso de esta niña que llegó a la juventud acompañada por trastornos psiquiátricos no es aislado en nuestro país; por el contrario, padecimientos como la depresión —e incluso los intentos de suicidio— son cada vez más comunes en personas de menor edad.
UN HOSPITAL DE PSIQUIATRÍA INFANTIL PARA UN PAÍS
A través de solicitudes de información a las instituciones de salud pública de México se pidió conocer sobre los hospitales especializados en atender la salud mental de niñas, niños y adolescentes; los datos se solicitaron a la Secretaría de Salud Federal (SSA), al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), al Instituto de Seguridad Social al Servicio de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) y al Instituto de Seguridad Social para las Fuerzas Armadas Mexicanas (ISSFAM).
La SSA respondió que “se cuenta con el Hospital Psiquiátrico Infantil ‘Dr. Juan N. Navarro’”, que forma parte de los Servicios de Atención Psiquiátrica (SAP); detallaron que “por lo que respecta a hospitales psiquiátricos privados, no se cuenta con registro”. Sin embargo, para consulta externa especializada para menores de edad, existen 51 Centros Integrales de Salud Mental (Cisames), distribuidos en 22 entidades federativas del país.
El IMSS dio a conocer que no cuenta con hospitales psiquiátricos que atiendan específicamente a la población infantil, sin embargo, existen “tres Unidades Médicas de Alta Especialidad Complementarias, en las cuales se brinda atención a niños (población de 3 a 10 años de edad) y adolescentes (población de 11 a 19 años de edad)”: el Hospital de Psiquiatría “Morelos”, en Ciudad de México; el Hospital de Psiquiatría “Dr. Héctor H. Tovar Acosta”, también en Ciudad de México; y el Hospital de Psiquiatría 22, en Monterrey, NL.
Por su parte, el ISSSTE respondió que “el instituto no cuenta con unidades médicas que otorguen atención psiquiátrica a niñas, niños y adolescentes; sin embargo, los derechohabientes que requieren la atención de este tipo tienen acceso a la misma a través de servicio subrogado”; es decir, los servicios los brindan otras instituciones y los paga el ISSSTE.
El ISSFAM informó que “no cuenta con establecimientos médicos” para este fin, dado que ha realizado convenios de subrogación para la atención médica de sus derechohabientes; en este caso, los pacientes psiquiátricos infantiles son canalizados a la Secretaría de Salud, principalmente al “Dr. Juan N. Navarro”.
El resultado de esta búsqueda es que para todo el país solamente hay un nosocomio público que brinda atención exclusivamente paidopsiquiátrica y que permite el internamiento —siempre por periodos breves y en casos muy necesarios—: el Hospital Psiquiátrico Infantil “Dr. Juan N. Navarro”.
En el caso de los hospitales mencionados, dependientes del IMSS, el tipo de atención que se brinda es de interconsulta de los pacientes que son derivados de las Unidades Médicas de Segundo Nivel de Atención, “se hospitalizan casos excepcionales con estancias lo más breves posibles”. Estos hospitales psiquiátricos no cuentan con una población cautiva.
FALTAN ESPECIALISTAS
Un aspecto que dificulta el diagnóstico y atención de los trastornos mentales en niñas, niños y adolescentes en México es la falta de personal especializado. Si para personas mayores no hay suficientes profesionales de la salud, al hablar de paidopsiquiatras y paidopsicólogos el conflicto es aún mayor.
De acuerdo con un estudio encabezado por Gerhard Heinze Martin, investigador del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en 2016 había 4,393 médicos con especialidad en psiquiatría que ejercían en el país, es decir, una tasa de 3.7 psiquiatras por cada 100,000 habitantes. Sobre los psiquiatras especializados en infantes, también llamados paidopsiquiatras, Heinze Martin reportó 365 en todo el país para el mismo año, lo que equivale a una tasa de 0.28 por cada 100,000 habitantes.
Sin embargo, un dato más certero es el que, para 2018, generó la Asociación Mexicana de Psiquiatría Infantil (AMPI) tomando en cuenta solo los paidopsiquiatras que están certificados. “Nosotros vemos a los residentes y muchos de ellos no realizan el examen o no se titulan, por diversos motivos”, explica Héctor Rodríguez Juárez, presidente de la AMPI.
El Atlas Mundial de Salud Mental, publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2017, distribuye las tasas de psiquiatras y paidopsiquiatras a escala mundial de acuerdo con los ingresos de los países. En el grupo de medio alto, donde está México, es de .09 psiquiatras infantiles por cada 100,000 habitantes; y en el grupo alto, que marcaría la aspiración de las naciones, la tasa es de 1.19.
Para 2018 había 244 psiquiatras especializados en niñas, niños y adolescentes debidamente certificados en el país. Un agravante a esta cifra bajísima es la mala distribución de los médicos, el 64 por ciento se concentran en cuatro estados del país: hay 115 en Ciudad de México, 21 en Nuevo León, 15 en Jalisco y 13 en Puebla. En contraparte, hasta el año anterior no había paidopsiquiatras en Nayarit, Tlaxcala y Zacatecas.
Actualmente, para ser psiquiatras especializados en el tratamiento de niñas, niños y adolescentes, los médicos residentes se preparan en el IMSS en tres sedes: el Hospital de Psiquiatría 22, en Monterrey, Nuevo León, donde egresa uno o dos por año; en el Centro Médico Siglo XXI, de Ciudad de México, egresan dos por año; y el Centro de México de Occidente, en Guadalajara, Jalisco, donde también se reciben dos egresados por año. En la Secretaría de Salud, el Hospital Psiquiátrico Infantil “Dr. Juan N. Navarro” —la mayor escuela del país— mantiene 40 médicos residentes cada año (20 de primer año y 20 de segundo).
Por su parte, Fátima Moneta, de la Asociación Mexicana de Psicología Infantil, confirma que no hay una base de datos confiable sobre el número de paidopsicólogos que ejercen en México, pues es un gremio en consolidación en nuestro país; sin embargo, puede afirmar que son pocos los especialistas en comparación con los que se necesitan.
DEPRESIÓN, AL ALZA EN LA INFANCIA
Fátima Moneta, coordinadora de Desarrollo y Programas de la Asociación Mexicana de Psicología Infantil, explica que la única forma de acceder a las estadísticas de los trastornos más comunes en la infancia es por los servicios brindados, pero de acuerdo con las estimaciones de la asociación, las tres patologías más comunes en este grupo de edad son: depresión, ansiedad y suicidio.
Tomando en cuenta las estadísticas de los últimos cinco años de las consultas externas y egresos hospitalarios del Hospital Psiquiátrico Infantil “Dr. Juan N. Navarro”, obtenidas mediante solicitudes de transparencia, ha habido un aumento drástico en el número de infantes que reciben atención médica por trastornos de la personalidad: de 2013 a 2017, las consultas externas aumentaron en 460 por ciento, al pasar de 58 a 325; y los egresos hospitalarios por este motivo se elevaron en 31 por ciento, al pasar de 67 a 88 en el mismo periodo.
Un artículo científico publicado en 2017 por María Elena Márquez Caraveo, de la División de Investigación del Hospital Psiquiátrico Infantil “Dr. Juan N. Navarro”, y otros colaboradores, da cuenta de que, en los últimos 50 años, ha habido una disminución progresiva del diagnóstico “dependencia a las drogas”, en cuanto a consultas externas, debido a la creación de los Centros de Integración Juvenil (CIJ) y los Centros Comunitarios de Salud Mental (Cesosam), por lo que solo llegan al hospital los casos graves de abuso o dependencia a drogas y otro trastorno psiquiátrico.
“En los últimos años, los diagnósticos de mayor prevalencia en la consulta externa fueron los trastornos hipercinéticos, los episodios depresivos y los trastornos de ansiedad”, señalan. Este perfil es semejante a los reportes internacionales, sin embargo, aunque en México los problemas de ansiedad son el principal trastorno de salud mental en los adolescentes, no se va a consulta médica por ello.
Sobre los diagnósticos principales de hospitalización (en cinco momentos: 1976, 1986, 1996, 2006 y 2016), ha habido cambios; mientras en los años 70, 80 y 90 se asoció con diagnósticos como trastornos hipercinéticos, trastornos psicóticos transitorios, dependencia a drogas y discapacidad intelectual, y con un progresivo número de pacientes con diagnóstico de esquizofrenia, actualmente los trastornos depresivos, los mentales asociados con las drogas, la esquizofrenia y los problemas conductuales severos ocupan las principales demandas de atención.
En suma, las consultas psicológicas y psiquiátricas, así como las hospitalizaciones relacionadas con la depresión en niñas, niños y adolescentes están en claro aumento en nuestro país. Fátima Moneta, de la Asociación Mexicana de Psicología Infantil (AMPI), explica este fenómeno con la exposición a la violencia: “No es solo que las infancias estén ante una violencia generalizada actualmente, sino también que está impactando en ellos”.
AUSENCIA DE CONCIENCIACIÓN
Desde pequeño, Victoria detectó que su hijo Ángel era más inquieto de lo normal: “De bebé notaba ciertas cosas que no hacían mis otros hijos, él era más impulsivo, atrabancado y siempre tuve esa duda de que algo tenía”.
Ya en la escuela primaria, las maestras se quejaban del niño, “lo llevaba a terapias y me decían que estaba bien, pero yo veía que seguían teniendo problemas con él, tenía problemas conductuales”.
En quinto grado le hicieron un estudio médico a mayor profundidad y por fin hicieron el diagnóstico: el niño tenía trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH). A los nueve años lo canalizaron al Hospital Psiquiátrico Infantil “Dr. Juan N. Navarro”.
Para Joel Reyes, representante de la Red Pro Salud Mental —la más grande del país sobre el tema—, un problema es que no hay concienciación sobre los trastornos mentales en México, pues 85 por ciento de las personas enfermas no recibe atención, y quienes la reciben tardan desde siete hasta 30 años en obtener un tratamiento.
La estadística es más grave al hablar de la población infantil, pues existe una idea de que los niños “no pueden estar mal”, justo por su edad, a la que se le atribuye felicidad, inocencia y plenitud como sinónimos. Ángel, a pesar de que su mamá notaba alteraciones en su comportamiento, tardó nueve años en ser debidamente diagnosticado y atendido.
Sin embargo, hay otras opiniones respecto a los padecimientos mentales en la infancia. Allen Frances —quien dirigió durante años el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM), en el que se definen y describen las diferentes patologías mentales—, en su libro ¿Somos todos enfermos mentales? (Ariel, 2014) hace autocrítica y cuestiona la medicalización de la vida.
“Estamos realizando un experimento de salud pública sin control, sin consentimiento informado, bañando los cerebros en desarrollo de los niños con productos químicos potentes sin tener idea de cuál será el resultado a largo plazo”, dice en entrevista exclusiva, sobre la medicación psiquiátrica de niñas, niños y adolescentes.
Específicamente sobre el TDAH como una de las enfermedades más frecuentes, explica que “el hallazgo más consistente de muchos países y millones de niños, es que el niño más joven de la clase tiene muchas más probabilidades de tener un diagnóstico de TDAH que el más viejo. Estamos convirtiendo la inmadurez simple en un trastorno psiquiátrico y maltratándola con medicamentos”.
Ahora Victoria y Ángel viven en Veracruz y ella, como un caso específico, asegura que el tratamiento ha dado resultado: “Mi hijo tiene 13 años y le va bastante bien en la escuela. Él está bajito y siempre ha dicho que la grandeza se mide de la cabeza hacia el cielo, él sabe que es grande. Como todo adolescente, tiene sus detalles de rebeldía, pero ha mejorado mucho su comportamiento”.
NO PATOLOGIZAR A LOS NIÑOS
Fátima Moneta, coordinadora de Desarrollo y Programas de la Asociación Mexicana de Psicología Infantil, pugna por hablar de la salud mental en la infancia “sin pensarlo desde la enfermedad, porque se patologiza a los niños y a las niñas”; es decir, no se debe de pensar solo en la atención e internamiento, sino en políticas públicas que tienen que ver con el correcto desarrollo de la familia, del medioambiente y de la comunidad. “Una de las medidas que proponemos es capacitar y entrenar a los maestros para que pudieran coadyuvar en la detección de trastornos de salud mental y poder hacer la detección oportuna”.
Para ella, las opciones médicas y de internación deben ser el último recurso terapéutico, “la idea es que puedan tener una detección temprana y atención oportuna, sobre todo en centros comunitarios y cercanos a la población”. Por otra parte, también sugiere que haya políticas públicas que garanticen el bienestar y desarrollo de niñas, niños y adolescentes, incluyendo la salud mental, a través de acciones afirmativas como lugares de juego, entre otros.
Silvia Ortiz León, jefa del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), plantea a su vez, en entrevista, que debe haber un cambio en el paradigma para estudiar los trastornos mentales en la infancia y adolescencia, que vaya de la mano del diseño, implementación y evaluación de acciones y programas preventivos —más que reactivos— en salud mental.
Desde la visión crítica del antipsiquiatra Allen Frances, hay que reeducar a doctores, padres y pacientes. “No hay una pastilla para cada problema. Nunca crean en la propaganda de las compañías farmacéuticas. Las medicinas pueden ayudar, pero también hacer daño. El diagnóstico psiquiátrico lleva mucho tiempo y siempre debe escribirse con lápiz”.
Si bien el Hospital Psiquiátrico Infantil “Dr. Juan N. Navarro” ha sido prácticamente la única institución con hospitalización de niños y adolescentes con trastornos severos y atención de todo tipo de psicopatología infantil —lo que ha permitido enriquecer y profundizar en el diagnóstico y tratamiento de una amplia gama de trastornos a lo largo del desarrollo infantil—, la hospitalización apartada del resto del contexto médico contribuye a la estigmatización.
Por lo tanto, de acuerdo con María Elena Márquez Caraveo, de la División de Investigación del “Dr. Juan N. Navarro”, y sus colegas, “el reto es la transformación del hospital en un centro altamente especializado que brinde consultoría y capacitación en otros niveles de atención y la incorporación simultánea de camas pediátricas en hospitales generales, con el fin de proveer un sistema continuo de cuidado a la salud mental, de acuerdo con las recomendaciones internacionales”.
Finalmente, no se debe perder de vista la formación de recursos humanos especializados en paidopsiquiatría, paidopsicología, psicodiagnóstico y tratamientos psicoterapéuticos diversos, lo que iría de la mano con una distribución más equitativa de personal médico especializado a lo largo y ancho del país, enfatizando en las necesidades humanitarias y los escenarios vulnerables.
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Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (PRENDE) de profesionalización en periodismo de investigación (Primavera 2019) en la Universidad Iberoamericana. Se publica simultáneamente en www.perrocronico.com y Newsweek México.