Durante siglos se ha recurrido al yoga para encontrar la paz y el balance entre mente y cuerpo. Pero la práctica se ha deformado, al punto de dejar de lado sus bases para vender ropa y tapetes.
En 2017 la industria del yoga generó, tan solo en Estados Unidos, una ganancia de 11 billones de dólares. Algunas de las marcas que dominan el mercado como Alo Yoga, Lululemon y Manduka pagan a influencers (personas con miles de seguidores en redes sociales) para que compartan imágenes vistiendo su ropa y distribuyan contenido relacionado con el bienestar. En cualquier campaña de redes sociales, así hacen las empresas para patrocinar sus productos. El problema comienza cuando el contenido publicado llega a considerarse no compatible con lo que quiere promover la marca: ¿quién es el dueño de lo que se publica?, ¿quién paga los contenidos o la persona que abrió su cuenta en redes sociales?
Hace unos meses, una de estas compañías demandó a Dana Falsetti (@nolatrees), una influencer de yoga que, por medio de su cuenta, dirigida a mujeres de tallas medianas y grandes, promueve el amor propio y la aceptación del cuerpo sin importar la talla.
La razón de la demanda: Cody Inc., una plataforma de videos de yoga que ofrecía clases gratuitas y pláticas de los maestros más reconocidos de esta industria, fue adquirida por Alo Yoga, una de las empresas de ropa y accesorios más cotizada en el mundo. A raíz de esta compra, los contenidos de Cody Inc. pasaron a ser propiedad de Alo Yoga. Ni Dana Falsetti ni ninguno de los maestros que aparecían en la primera plataforma de videos fueron consultados, y cuando Falsetti exigió que sus videos no se publicaran bajo el sello de Alo Yoga “porque su publicidad solo enseña a mujeres flacas, con cuerpos inalcanzables para las personas que se dedican a otras cosas, además de mantener su cuerpo en perfecta forma”, fue demandada por difamación.
La compañía la demandó en dos estados de Estados Unidos para así enviar un mensaje a todos los demás embajadores de lo que podía sucederles. A partir de la demanda, la comunidad yogui se ha alejado de las marcas, pues dudan de la relación que existe entre ellas y sus embajadores.
PROTESTA VS. MONOPOLIO
Kino MacGregor (@kinoyoga) tiene más de un millón de seguidores en su cuenta de Instagram y cada día la alimenta con fotografías de posturas de yoga y frases motivacionales. “En el yoga somos artistas de alguna manera. Generalmente no somos el tipo de persona que disfruta de los negocios. Cuando un yogui comienza un negocio o busca ganar dinero a través del yoga, el yoga debe ser primero. Cualquier marca o dueño de una marca que busque cautivar los corazones de un yogui estará en contra de todos los estándares de ética que la práctica predica”, dijo McGregor en una carta abierta en la que defiende a Falsetti y con la que se deslinda de trabajar con estas marcas.
Kino estaba en conversaciones con Alo Yoga para venderle, por un millón de dólares, su plataforma de videos y clases: OMstars. Después de lo ocurrido, Kino canceló la venta de su compañía. “Me hicieron una oferta de millones de dólares y me dijeron que yo sería la voz de esta empresa. Les dije, a Paul (Javis, cofundador de Cody Inc) y a Marco (deGeorge, cofundador de Alo Yoga) que no quería relacionarme con ellos. No comparto la dirección que ellos están dando a sus negocios y no quiero que me relacionen con ellos. Yo seguiré siendo la dueña de mi canal y lo manejaré como considere prudente”, dijo en una publicación en su blog.
Meses después, y aunque las demandas ya habían sido resueltas fuera de tribunales, una publicación de Kino movilizó a toda la comunidad del yoga. En esta invitaba a todos sus seguidores a “mostrar que están en contra de estas prácticas dejando de comprar productos de esas marcas, pues están monopolizando el mensaje del yoga”. En su publicación mencionó a otras cuentas como @YogaGoals, @YogaInspiration y @YogaChanel, pues Alo Yoga es dueño de las tres cuentas, aunque solo en una hacen referencia explícita de la marca, pero todas muestran fotografías de mujeres utilizando su ropa.
Después de estas publicaciones, Alo Yoga envió a Kino una carta de infracción, intentando intimidarla por este tipo de publicaciones.
TRIFULCA YOGUI
Después de estas conversaciones, mensajes y publicaciones, la comunidad yogui de Instagram se volteó de cabeza. Comentarios buenos y malos comenzaron a poner en duda uno de los valores más sagrados del yoga, ahimsa (no violencia), pues lastimaban a otros embajadores de Alo Yoga que aún mantenían su contrato con la empresa.
Este comportamiento parece extraño en una comunidad que predica el amor a uno mismo y al prójimo, pero lo cierto es que en el mundo de las redes sociales los comentarios y comportamientos extremos se escudan en el anonimato, lo que les permite dar rienda suelta a agresiones.
Briohny Smyth (@yogawithbriohny), una embajadora de Alo Yoga con más de 100,000 seguidores, también se sumó a la conversación. Después de ser hostigada en redes publicó lo siguiente: “No tengo nada personal con ninguna de las partes involucradas en este problema. Es más, tengo mucho amor para ambas partes. Los negocios son negocios, pero ha llegado el momento de que nos demos cuenta en lo que se ha convertido el yoga”.
Al poco tiempo, Jessica Olie y Morgan Tyler, dos influencers que han llegado a la fama por su amistad que se mueve de Dubái a Londres y Kentucky, publicaron cartas abiertas en las que informan que se separan de la marca. “Alo Yoga exigía que usara su ropa en todas mis publicaciones. Yo no estoy vestida así todo el día, también me gusta arreglarme y salir a comer y quiero tener la libertad de utilizar la ropa que yo quiera. Además si veía algo lindo con lo que quería hacer yoga no podía compartirlo con mi comunidad”, escribió Jessica Olie en una publicación para sus 570,000 seguidores, en la que agregó que quedó en muy buenos términos con la empresa.
Morgan Tyler (@findingmorgantyler), quien tiene más de 500,000 seguidores de todo el mundo, escribió una publicación en la que dice nunca haber tenido ningún tipo de problema con la empresa. “Sin embargo, el yoga nunca debería de ser un negocio y es en lo que se ha convertido. Por amor al yoga, que me ha dado todo lo que tengo el día de hoy, ya no seré embajadora de ninguna de estas marcas. También dejaré de dar clases de yoga por unos meses, en lo que regreso a mi centro”, escribió en su cuenta de Instagram.
Mensajes de odio llegaron a las redes de todas estas embajadoras y de muchas más que son patrocinadas por Alo y que fueron nombradas en el blog de Kino, quien al poco tiempo escribió: “Nunca, jamás, quise impulsar a nadie a odiar o enviar mensajes de odio. Estoy con el corazón completamente roto por como se ha desenvuelto la situación”.
Los últimos posts de Dana Falsetti en Instagram tienen el hashtag “Ellas no te deben nada o nosotras no te debemos nada”. No especifica a quién va dirigido el mensaje, pero el límite queda claro.