Hay que revisitar la adaptación que Errol Morris hizo a la pantalla grande de Breve historia del tiempo, una cinta que explora la elocuencia metafórica de la ciencia.
EN 1988 se publica uno de los libros de divulgación científica más difundidos y exitosos. Breve historia del tiempo encontró, muy pronto, un asidero audiovisual gracias a la “adaptación” que Errol Morris (un fundamental e innovador documentalista estadounidense) emprendió a petición del productor Gordon Freeman y la compañía Anglia Television. Era 1991 y no obstante la favorable recepción crítica del filme (ganó el premio a Mejor Documental en el Festival de Sundance), solo fue editado unos años después en VHS y no estaría disponible hasta 2014, cuando Criterion Collection editó una copia restaurada con nuevas entrevistas acerca de la realización del filme.
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Breve historia del tiempo, tal vez como ningún otro filme que ha meditado acerca de la naturaleza del devenir (2001: Odisea del espacio, de Stanley Kubrick; o Interestelar, de Christopher Nolan), habla del vínculo inextricable entre una biografía y el pensamiento, entre la paradoja circunstancia de un hombre sujeto a una silla de ruedas y un encadenamiento de ideas que se despliega hasta los oscuros confines del universo. Es la física de la materia imaginada por la física de un hombre afectado por una esclerosis lateral amiotrófica.
Morris, quien en su juventud estudió en Princeton con John Wheeler, el astrofísico que acuñó el término ‘agujero negro’ en 1967, tuvo un gran aliado en su habitual colaborador musical, Phillip Glass, para edificar una cinta que explora la elocuencia metafórica de la ciencia. En palabras de Dagmar Barnouw (Arcadia, no. 2, 2003), el documental es “una reflexión, en imágenes y sonidos, sobre los significados de la vita contemplativa”.
La película intercala imágenes del propio Hawking, hablando a través de su computadora, con entrevistas a familiares, amigos y colegas del científico. Para ello, Morris desarrolló un dispositivo que permitió a sus entrevistados verlo por medio del lente que los filmaba y así dirigir la atención de ellos hacia la relatividad de su interrogación. Las implicaciones de esa exploración, así como el ánimo de entender la práctica científica a través del cuerpo, los afectos y el pensamiento de quienes investigan, es una lección ética que comulga plenamente con el legado del científico y hace necesario revisitar esta joya del documental.