En la avenida Revolución solo hay recuerdos de una época de abundancia, cuando los aparadores ofrecían artículos de alta calidad importados de distintas parte del mundo. Había cerámica, perfumería, muebles, ropa, cristalería.
“Solamente en un sueño, o uno que lo vivió, me puedo imaginar esas tiendas con tanto producto”, rememora el comerciante Héctor Santillán cerrando lo ojos en una mezcla de nostalgia y coraje.
Todavía tiene su tienda en la misma avenida y cuenta que fueron las decisiones del gobierno federal las que terminaron con esa época que la misma autoridad había creado.
Dice que las restricciones de la federación llegaron al punto en que su familia escondía dólares en los zapatos, porque no estaba permitida la circulación de esa moneda en México.
Eran los tiempos de la Zona Libre, cuando había seis mil productos que los comerciantes podían traer del extranjero sin pagar impuestos, y esto permitía vender barato a los turistas.
Empezó con el presidente Lázaro Cárdenas creando perímetros libres para traer de Estados Unidos productos básicos como alimento y vestido. La intención era contrarrestar la lejanía del centro del país con esta península que ni siquiera era reconocida como estado, sino como territorio.
Después vinieron los sexenios de Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán que con el nombramiento de Zona Libre permitieron la entrada de mercancías de todo el mundo para comercializar.
Héctor Santillán, fue presidente local de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco), en 1982.
Dice que durante la vigencia de la zona libre, el comercio y el turismo representaban el 75% de los ingresos de Tijuana.
“Desgraciadamente por los 70 vino la…voy a hablar con toda honestidad, la envidia de los productores mexicanos, la envidia de los funcionarios mexicanos”.
En esa época la política federal fue la sustitución de importaciones por productos de empresas nacionales. El país venía del crecimiento económico bautizado como el Milagro Mexicano.
Y en el caso de Baja California, el sector industrial presionó al gobierno federal porque no podía competir con los productos traídos del extranjero, refiere el ex representante del sector comercio.
Esa década y la siguiente fue una constante renegociación con el gobierno federal para pedir extensiones de tiempo para la zona libre, pero cada renovación costaba nuevos aranceles que llegaron a ser de 800% en calzado traído de China.
Héctor Santillán asegura que en su paso por Canaco contaron en la avenida Revolución y sus 350 locales tenían un promedio de cinco empleados para sumar unos 17 mil.
Él tenía 19 trabajadores, pero hoy son nueve, y tuvo que asumir una caída de hasta el 70% en sus ventas.
El turismo también fue golpeado por los atentados del 9 de septiembre del 2001 en Nueva York, y la violencia del crimen organizado en la década pasada, agrega.
“Se acabó”, subraya el vendedor de una extensa y variada oferta de artesanías mexicanas. Asienta que el cambio fue obligado para poder seguir trabajando.
En algún momento, señala, el gobierno federal obligó a los comerciantes a comprar a los productores nacionales la misma cantidad de producto que traían del extranjero.
“Muchas empresas hacían esto, pero ese producto nacional no les servía de nada y lo ponían en tiendas diferentes a lo que es la zona turística. Para gente del pueblo, porque realmente no tenían la calidad. Ese fue el problema”.
Y cuando la moneda común en la frontera era el dólar, la presidencia de José López Portillo decretó el “control de cambios” en medio de severos problemas económicos.
En el país las cuentas de banco en dólar fueron pagadas en pesos, y la devaluación de la moneda mexicana no parecía tener fondo. Una vez más la política que venía de la presidencia del país iba en contra de las características de esta región.
“Nos obligó a no usar el dólar. Mis hijas y mi mujer para ir al otro lado se tenían que esconder los dólares en los zapatos, para llevarse algunos. Pero a mí me obligaban aquí en mi negocio a que la venta que entraba en dólares al día siguiente la depositara en un banco, y me pagaban 69.50 por dólar”, resalta Héctor Santillán.
Para entrar a la década del 90 regresa el dólar en la franja fronteriza y algo de la apertura con el Tratado de Libre Comercio (TLC), en el sexenio del ex presidente Carlos Salinas de Gortari.
Pero fue en el segundo sexenio presidencial del Partido Acción Nacional (PAN), cuando tomó fuerza el proyecto de recuperar algo de lo que era la zona libre.
Así, cada sexenio federal en turno modifica el escenario económico según las necesidades de una parte del país.
El tiempo de la Zona Libre para importación de mercancías terminó y no volverá, coinciden protagonistas de la economía regional. Por eso hay quien advierte que hay que tener cautela y conocer las políticas que traerá quien llegué a la presidencia.
Pedro Romero Torres Torija, coordinador de la Zona Económica Fronteriza A.C., creada por consejos empresariales, es quien habla de esperar los acontecimientos político electorales.
“Es un año particularmente de desaceleración de la economía, y esperamos que realmente no ocurra esto muy fuerte”.
El influyente empresario con más de cuatro décadas de experiencia, fundador y participante de diversos organismos de la iniciativa privada, dice que la competencia en las urnas será entre dos proyectos de país.
—En este contexto de preparativos, de ir con calma para el siguiente año, ¿qué papel jugaría Baja California?
—Baja California ha sido un estado que a pesar de las dificultades, de la poca ayuda, representamos en la economía nacional aproximadamente 3%. El valor relativo es bajo, pero también lo tiene Sonora, y Chihuahua y los demás estados, a excepción de Nuevo León. Todos juntos, los estados de la frontera representamos un 22% del producto interno bruto del país.
Nuevamente la política hace que predecir las inversiones sea una tarea compleja. El siguiente año es electoral, y hasta entonces no se podrá conocer cual es el destino de Baja California. FOTO: NEWSWEEK EN ESPAÑOL BAJA CALIFORNIA
El bajío y toda la parte central también ha tenido un crecimiento importante; ha habido ayuda, apoyo gubernamental. Pero no ha crecido tanto como ha crecido la frontera, y el que trae el rezago es el sur. Nosotros estamos ya en otro nivel en la frontera. Seguramente gracias a que estamos pegados al mercado americano.
Como estado del norte, el comportamiento ha sido relativamente bueno. Pero no lo que quisiéramos, lo que podemos, no lo que deberíamos ser.
¿Por qué? Porque no ha habido inversión federal importante. Baja California se comporta dentro de los estados del país como uno de los aportadores, y de los pocos receptores. Nosotros subsidiamos a otros estados, no hay duda de ello.
—El proyecto de la zona económica estratégica, rebautizada como fronteriza, ¿avanza, no avanza?
—Nunca se dio porque no obedecía a la visión de la política federal, central del país. Esa es la realidad.
Ha sido muy difícil. Tuvimos que diseñar una fórmula, una propuesta que más o menos pudiera conciliar. Da igual si le llaman zona económica especial como se conoce internacionalmente, o zona económica estratégica, que es lo que queríamos. No les gusta lo libre a los grandes diseñadores de políticas económicas de nuestro país, centralistas de cualquier forma, y tampoco les gustaba mucho lo de estratégica. Porque daba a entender que estaban buscando subsidios y condiciones especiales. Y sí.
México es un gran país que está dividido más o menos en siete grandes regiones, y usted no puede darle a cada enfermo la misma medicina. Cada lugar tiene sus condiciones, sus fortalezas, sus oportunidades, sus vocaciones, sus debilidades.
Aquí una de las cosas que nos ha salvado sin duda es la diversidad. Nosotros hemos estado pidiendo, requiriendo, exigiendo, proponiendo que se nos den unas condiciones específicas que requerimos para tener un avance más acelerado, más equitativo, más inteligente, y no tiene nada que ver con la zona económica especial del sur que se ha creado. Está bien, la apoyamos y qué bueno, adelante. Pero nosotros ya requerimos algo más sofisticado.
Ante esa diversidad de criterios políticos y de intereses, porque también los hay, ha sido difícil para Baja California ‘vender el camello’, como dicen los árabes.
Esto es muy desafortunado porque hemos perdido oportunidades que debimos de haber desarrollado a estas alturas.
Estamos ubicados en una zona que se llama la cuenca del Pacífico, eso es potencial. En 1992 las diferencias de relación entre el Atlántico y el Pacífico cambiaron. El oriente ha crecido y se ha sofisticado. La mayor interrelación es hacia el oriente, y no necesariamente solo China. Está la India, Japón, Corea; “los tigres”.
De allí vinieron muchas de las maquiladoras que nosotros trajimos. Entonces no somos un país maquilador.
—¿Baja California podría seguir siendo lo que es sin el Tratado de Libre Comercio (TLC)?
—Sí, somos un mundo ya integrado. El TLC es una especie de fórmula. No se va a levantar un muro como pretende alguien. Ya tenemos relaciones en ambos lados de todo tipo: familiares, humanas, sociales, económicas, por supuesto.
Pedro Romero Torres Torrija, coordinador de la Zona Económica Fronteriza A.C., dice que el estado no habido inversión federal importante. Baja California se comporta dentro de los estados del país como uno de los aportadores, y de los pocos receptores. “Nosotros subsidiamos a otros estados, no hay duda de ello”, dice. FOTO: ANA CAMARENA
—Este sexenio que se va implantó las llamadas reformas estructurales, ¿les falta o dieron lo que tenían que dar?
—Lamento decirlo pero las reformas no han cumplido con lo que se planteaban, honestamente. No tengo nada en pro ni en contra, no tomo partido. Me da pena, me da vergüenza muchas cosas que suceden en el país; me preocupa. ¿Cómo es posible que después de un consenso y un pacto no funcionen las cosas? Eso es lamentable. Ya estamos entrados ellas, y necesitamos revisarlas en un sentido crítico, proactivo. Tenemos ahora un doble problema: tenemos que revisar y aquello que funcione dejarlo, e incluso prosperarlo. Pero lo que no funciona hay que considerarlo seriamente. Y esto es preocupante, sin embargo es un país joven, el país todavía tiene mucho que dar.
—Dice que no está en pro ni en contra. Pero hay notas periodísticas que lo ubican, con otros empresarios, cerca de Andrés Manuel López Obrador.
—No soy de ningún partido, hay que aclararlo, porque si no pierdo autoridad moral. No soy de ningun partido, no soy del partido de López Obrador para que quede claro. Aquí lo que soy es un ciudadano empresario que invitó el licenciado López obrador a validar, o a desarrollar o ser parte de propuestas encaminadas a soluciones generales. Vino a Baja California, se presentó con el empresariado, y por las razones que usted quiera me distinguen y me honran.
El empresariado nombró a un grupo de personas entre las que me encuentro, e hicimos nuestra aportación. De la misma manera que lo habríamos hecho con cualquier otro candidato. De hecho le aportamos y ayudamos a quien tenga que ayudársele, porque queremos que llegue la mejor gente posible.
Se forma un grupo interdisciplinario de 100 gentes que ahora son 200, y a mí me encomiendan con otra gente tratar el asunto de la frontera. Porque no voy a juzgar ni a opinar por Yucatán. Participamos en la elaboración o en la aportación de problemáticas que tiene la frontera. Es el proyecto que acaban de presentar y que coordina el ingeniero Alfonso Romo. Pero hasta ahí. Ya si lo toman en cuenta o no, es otro problema.
Hemos participado como ciudadanos responsables, comprometidos, preocupados por nuestro país y lo hacemos con gusto. No estoy en la política, ni busco un cargo, ni lo quiero ni lo acepto, ni voy a tenerlo, porque no es por ahí mi camino. Me han invitado muchas veces a participar en la política.
—El PRD, ¿no?
—También el PAN y el PRI, o sea que he sido tres veces precandidato a la presidencia municipal y nunca he aceptado, no me interesa. Me interesa la política pero no de esa manera, está muy desprestigiada y soy un hombre de principios.
He conocido algo de los programas, ya es público. Es un programa revisable todavía. Va a haber oportunidad de que todo mundo opine. Me parece que es bastante realista, ubicado a la realidad. No hay dinero, entonces es austero el programa. No está ofreciendo nada que no se pueda tener. No es perfecto, pero es lo único que ha presentado la ciudadanía. Yo quisiera escuchar de otros un programa. O que digan ¿cuál es la propuesta? Hablo de dos porque seguir como venimos, no va. Eso sí, definitivamente. Creo que ya hubo bastante tiempo.
El tiempo que sigue corriendo es el electoral, y será hasta que se concrete la sucesión presidencial que habrá certeza del paso que llevará la inversión privada y cuál del camino que le tocará a Baja California.