Si eso no te disuade, te alegrará saber que el neurocirujano italiano ha anunciado que, en algún momento de diciembre, en un hospital chino, hará el primer trasplante de cabeza humana en la historia (no proporciona detalles, tal vez por razones de seguridad). Retirará la cabeza de un paciente —un chino no identificado— y la colocará en el cuerpo de un donador de origen (y causa de muerte) desconocido. Entonces, fusionará la médula espinal, y unirá los vasos sanguíneos y los músculos. Y el paciente —misma cabeza, cuerpo nuevo— permanecerá en un coma inducido durante aproximadamente un mes mientras sana. Canavero afirma que, de tener éxito, su paciente posiblemente volverá a caminar.
Si el plan te parece absurdo es porque lo es. Nadie sabe cómo reparar una médula espinal seccionada, y las evidencias científicas en que Canavero sustenta su estrategia son altamente cuestionables. ¡Ah! Y la ética de realizar un procedimiento jamás probado, que pone en peligro una o quizá dos vidas humanas, es muy debatible, por decir lo menos.
Pero nada de eso interesa a Canavero, así que prepárate.
LLAMADA PARA EL DR. FRANKENSTEIN
La médula espinal es un tubo de nervios, largo y delgado, que conecta el cerebro con casi todas las partes del cuerpo. Es la vía por la que el cerebro envía órdenes al cuerpo, y sus células son altamente especializadas; tanto, que cuando sufren daños su pérdida es prácticamente permanente, pues regenerar las células de la médula espinal es extraordinariamente difícil.
Cada año, alrededor de 12,500 estadounidenses sufren lesiones de la médula espinal, razón por la que Canavero no es el único científico que busca, desesperadamente, un método para reparar la médula. En la década de 1960, L. W. Freeman experimentó con ratas, gatos y perros para averiguar si había alguna circunstancia en que la médula espinal pudiera repararse sola. A tal fin, retiró pequeños segmentos de la médula espinal y aguardó a ver qué pasaba. De los 66 animales que sobrevivieron al procedimiento quirúrgico, solo seis lograron recuperar lo que él consideró un “buen” nivel de función motora.
EL CIRUJANO italiano Sergio Canavero afirma que muy pronto
intentará el primer trasplante de cabeza humana en el mundo. FOTO:
SEBASTIAN KAULITZKI/SCIENCE PHOTO LIBRARY/GETTY
Aquello pareció un logro impresionante, pero no aplicaba, necesariamente, a los humanos. El corte que practicó Freeman fue preciso y limpio; sin embargo, cuando las personas se lesionan la médula espinal, la herida es muy irregular. Con todo, Canavero asegura que el trabajo de Freeman “iluminó el camino” y lo inspiró a profundizar en investigaciones menos conocidas sobre la médula espinal.
A la larga encontró algo que lo emocionó muchísimo. Cuando una mujer quedó paralizada tras un accidente de esquí, en 2005 —se seccionó por completo la médula espinal—, cirujanos estadounidenses retiraron el segmento dañado y rellenaron el espacio con colágeno, confiando en que los extremos se fusionarían de manera natural. Transcurrido un año y medio de la cirugía, la mujer pudo mover nuevamente las piernas.
Canavero decidió que aquel logro, que desafiaba los dogmas, exigía más investigación. “Me habían enseñado que era imposible regenerar la médula —dice—. Esa era la prueba de que yo tenía que acelerar el proceso”.
En opinión de Canavero, el secreto es el polietilenglicol (PEG), un tipo de gel que acelera la fusión de la médula espinal. El cirujano italiano cree que tras limpiar la herida y aplicar este gel permitirá que la médula espinal se fusione, y que la fusión restaurará la vía necesaria para que las señales del cerebro lleguen al resto del cuerpo.
Canavero y otros científicos de su equipo han publicado varios artículos que parecen demostrar que su técnica podría funcionar. En un estudio divulgado en la revista CNS Neuroscience and Therapeutics, de la editorial Wiley, afirman que unas ratas recuperaron la capacidad para caminar apenas 28 días después de quedar paralizadas. Según Canavero, una vez que has resuelto el problema de la médula espinal, el resto de la operación es solo cuestión de conectar tejidos.
Por ello, decidió que, al menos, debían dar una oportunidad a su proyecto, razón por la que, en 2013, anunció que haría el primer trasplante de cabeza humana en el mundo. Por supuesto, la noticia no fue bien recibida. La comunidad científica puso el grito en el cielo. Sus colegas neurólogos lo condenaron como un narcisista hambriento de fama que debería ser encarcelado si realizaba la operación. Hunt Batjer, connotado cirujano de la Universidad de Texas Southwestern, añadió que quien se sometiera al procedimiento enfrentaría un destino “peor que la muerte”.
En teoría, una cabeza sin cuerpo podría sobrevivir en suspensión animada nutriéndose con sangre del cuerpo donador, aunque no podría controlar alguna función corporal; y, además, con un dolor increíble, explica Jerry Silver, profesor de neurociencias en la Universidad Case Western Reserve, Ohio, quien ha dedicado su carrera a buscar una cura para la parálisis. La cabeza tendrá una “existencia espantosa”, incapaz de respirar o controlar su frecuencia cardiaca; un destino peor que el de un cuadripléjico. La tráquea de la cabeza quedaría conectada con un respirador, para recibir ventilación y vivir así durante días.
CHRISTIAAN BARNARD realizó el primer trasplante cardiaco
humano exitoso. FOTO: BETTMANN/GETTY
Los científicos también la emprendieron contra el trabajo que Canavero cita como respaldo para su estrategia. Un estudio, de un equipo de científicos surcoreanos implicados en el proyecto del italiano, provocó duras críticas por algo publicado en la revista Surgical Neurology International(SNI). Los asiáticos habían seccionado y refusionado las médulas espinales de algunas ratas. Después de las cirugías, cuatro de los animales se ahogaron durante la inundación del laboratorio; pero en vez de repetir el experimento, los surcoreanos concluyeron que fue un éxito porque una rata superviviente pudo moverse un poco.
Ese fue uno de una serie de estudios sobre trasplantes de cabeza publicados en SNI, una revista de la que, casualmente, Canavero es el editor.
Silver señala que los estudios que utiliza Canavero no son válidos porque sus poblaciones animales son pequeñas y, a menudo, carecen de grupos de control. Por otra parte, las investigaciones que, presuntamente, demuestran la fusión de médulas espinales en modelos animales no justifican que se haga lo mismo con personas. “No puedes pasar de un roedor a un ser humano”, acusa Silver, y agrega que el proyecto de Canavero de trasplantar una cabeza humana es “criminal”.
Y aunque esos experimentos respalden las teorías del italiano, no por ello son menos perturbadores. Una rata con la cabeza de otra cosida en su lomo, o un mono inconsciente con grotescas puntadas en el cuello trasgreden los límites del estudio científico aceptable, y amenazan con erigir a Canavero en un Dr. Frankenstein que crea monstruos bajo la apariencia de la investigación científica.
Karen Rommelfanger, directora del programa de neuroética en la Universidad de Emory, plantea otro cuestionamiento interesante: la posibilidad de que esta cirugía sea otra forma de homicidio. “Si aún tienes un cerebro vivo… y luego cortas esa cabeza y quitas el cuerpo, ¿existe la posibilidad de que estés matando a alguien?”, cuestiona.
Darren Ó hAilín, candidato al doctorado en medicina molecular en el Hospital Universitario de Friburgo, Alemania, dice que falta mucho para que puedan hacerse trasplantes de cabezas humanas, y que Canavero y sus investigadores están ofreciendo “piezas discrepantes del rompecabezas, creando la ilusión de un plan cohesivo”. De hecho, lo que tenemos ahora solo es “un revoltijo de experimentos preliminares”.
CLINT HALLAM recibió el primer trasplante de mano. FOTO:
STÉPHANE RUET/GETTY
En vez de trabajar con sus hallazgos con paciencia y de manera meticulosa, Canavero se está precipitando, acusa Ó hAilín. “Corre con la prensa y le lleva fotos de una cabeza de mono cosida al cuerpo de otro mono, y anuncia: ‘Miren, lo hicimos’”.
Canavero objeta el argumento de que los estudios previos no hayan tenido controles (grupos de pacientes que no recibieron el tratamiento experimental para comparar los resultados), e insiste en que solo uno de los estudios careció de grupo de control y que, en todo caso, no fue necesario. En esa instancia, el italiano y su equipo seccionaron la médula espinal de un perro que, posteriormente, pareció recuperar algo de movimiento. Y como caso de estudio aislado, esa investigación proporciona la prueba (en opinión de Canavero) de que la médula espinal puede volver a fusionarse.
El cirujano italiano considera que su labor es parecida a la de los hermanos Wright cuando remontaron el aire por primera vez. “Fue solo un aeroplano, pero bastó para demostrar que el vuelo era posible”, explica. Según Canavero, ese perro es como su primer aeroplano.
¿DOS CABEZAS SON MEJORES QUE UNA?
Canavero cuenta, al menos, con un alma gemela en el campo: Xiaoping Ren, de la Universidad Médica de Harbin, China. Ren, quien ayudará al italiano en la operación de diciembre, ha llevado a cabo miles de trasplantes de cabeza en ratones. El dúo entró en contacto después de que Canavero publicara su proyecto sobre el trasplante de cabeza humana. “Fue como enamorarnos”, dice el italiano al describir su primer encuentro. “Dos mentes de lugares tan lejanos que querían hacer lo mismo. Fue increíble”. Y, ahora, tendrán la oportunidad de colaborar en un sueño compartido.
Canavero asegura que las personas que desean esta operación están dispuestas a correr cualquier riesgo porque ya nada tienen que perder: ha desaparecido la calidad de vida y, con toda probabilidad, morirán en una agonía lenta y dolorosa. Si el trasplante fracasa, entonces, al menos, morirán sabiendo que no se escatimó el menor esfuerzo para salvarlas. Y, si se tiene éxito… Bueno, habrán hecho historia médica. Y, por supuesto, seguirán vivas.
Silver se opone a la idea de que Canavero está brindando una última oportunidad de vida a un individuo. No ha podido superar el recuerdo de un trasplante de cabeza de mono que presenció como estudiante posdoctoral, y la certeza de lo que podría enfrentar el paciente. “Fue horripilante”, dice acerca del mono. “Y el dolor…”. Silver advierte que el dolor sería insoportable, aun cuando Canavero lograra fusionar algunos nervios y fibras sensoriales.
EL RUSO VALERY SPIRIDONOV, de 30 años y con una enfermedad
que atrofia sus músculos, se ofreció como voluntario para el primer trasplante
de cabeza de Canavero. FOTO: MAXIM ZMEYEV/GETTY
“Cada músculo, los huesos, todo ha sido seccionado”, prosigue Silver. “¿Puedes imaginar el dolor de todas esas cosas cortadas? Eso es lo peor. La cabeza despertará con dolor”.
E incluso si Canavero consigue conectar los dos extremos de la médula espinal, el cerebro no podrá tomar el control del cuerpo nuevo, explica Ó hAilín. Si bien es cierto que nuestros cerebros renuevan sus conexiones desde el día en que nacemos hasta que morimos, es absurdo pretender que un cerebro se conecte con todo un cuerpo nuevo.
Los médicos también temen la respuesta del cuerpo al nuevo cerebro. En cualquier trasplante, el organismo percibe un órgano o una extremidad nueva como un tejido extraño, y el sistema inmunológico lo ataca. Para prevenir rechazos, los pacientes que reciben un trasplante deben tomar medicamentos inmunosupresores durante el resto de sus vidas. Y si, a pesar de los fármacos, el sistema inmunológico ataca al nuevo órgano, es necesario retirarlo.
Canavero descarta este problema, pues está seguro de que un rechazo de cabeza puede resolverse de la misma forma que si fuera un riñón o un corazón. Sin embargo, no hay evidencias de que los inmunosupresores puedan impedir que el organismo rechace un nuevo cerebro.
Además, existe un impacto psicológico potencialmente abrumador. Tal vez el cerebro no sea capaz de aceptar el cuerpo nuevo, un fenómeno que se ha observado en otras cirugías de trasplante. Clint Hallam, el primer paciente de trasplante de mano en el mundo, hizo que la retiraran al sentirse “mentalmente desconectado” de la extremidad: no podía percibirla como parte de su cuerpo.
Nada de esto preocupa a Canavero, quien está seguro de que, si su paciente sobrevive a la cirugía, podrá lidiar con cualquier problema ulterior a medida que surja. En la década de 1960, Christiaan Barnard realizó el primer trasplante de corazón del mundo, y tuvo que hacer muchas cosas que hoy, posiblemente, se considerarían poco éticas (desde el punto de vista técnico, los donadores a quienes retiraba los corazones palpitantes no habían muerto). Barnard también debió saber que algunas personas morirían a resultas de su operación, pero eso no lo detuvo y, hoy, los trasplantes cardiacos son procedimientos comunes que salvan vidas.
Canavero es consciente del peligro, y confiere parte de la responsabilidad al paciente, quien se ha ofrecido como voluntario. “No seamos tontos; es una cirugía riesgosa. Pero el término ‘consentimiento informado’ significa que quien se somete [a mi cuchillo] sabe muy bien qué le espera y se encuentra en un estado tan incapacitante que no dispone de otra estrategia”.
CRITERIOS UNIFICADOS: Canavero y el cirujano chino Xiaoping
Ren, quien ha realizado miles de trasplantes de cabeza en ratones, esperan
llevar a cabo el primer trasplante de cabeza humana exitoso en diciembre. FOTO:
REN/HEAVEN
Canavero también señala que la incertidumbre es parte de los adelantos médicos y, por ejemplo, apunta a las técnicas de edición genética e inmunoterapia, que están desarrollándose en la actualidad, y que conllevan muchos riesgos. El año pasado, hubo que interrumpir un ensayo clínico de inmunoterapia tras la muerte de tres pacientes.
El italiano considera que el inminente procedimiento quirúrgico es un beneficio no solo para las personas que necesitan una cirugía de médula espinal, sino para toda la humanidad. Afirma que la medicina nos ha fallado pues, a pesar de nuestros mejores esfuerzos de investigación, no hemos encontrado una cura para el cáncer, el VIH, el paludismo e incontables enfermedades mortales. En su opinión, los grandes adelantos solo ocurren corriendo riesgos.
De tener éxito, la operación proporcionaría una opción terapéutica para personas con cuadriplejia o enfermedades que atrofian los músculos y dejan al individuo sin movilidad. También, por ejemplo, sería posible reemplazar un cuerpo plagado de cáncer. La posibilidad más radical del trasplante de cabeza es que podría conducir a una forma de inmortalidad: cambiar un cuerpo envejecido por uno nuevo cada vez que sea necesario, como cambiar los neumáticos de un auto.
Aunque persisten muchas interrogantes sin respuesta, Canavero no se deja disuadir y su equipo sigue planificando la cirugía de diciembre. Si tiene éxito, Canavero se convertirá en un gigante en la historia de la investigación médica.
Y si la operación fracasa, ha jurado que volverá a intentarlo. Dice que es la única manera de avanzar.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek