Próximamente en tu cine favorito: las películas “American
Made” (Hecho en América), “American Assassin” (Asesino
americano) y “Steve McQueen: American Icon” (Steve McQueen: icono
americano). En la televisión podemos esperar los programas “American
Horror Story: Cult” (Historia de horror americana: Secta), “American
Housewife” (Esposa americana) y “American Vandal” (Vándalo americano).
Y esto, solo en septiembre.
En 2016, tuvimos, entre otras, “American Gods”
(Dioses americanos), “American Playboy” (Playboy americano), “American
Crime” (Crimen americano, no confundir con “The People vs. O. J.
Simpson: American Crime Story” [El pueblo contra O. J. Simpson: Historia
criminal americana]), “American Anarchist” (Anarquista americano), “American
Honey” (Dulzura americana), “American Grit” (Escoria americana),
“American Epic” (Épica americana) y “American Satan” (Satán
americano).
“Parece haber muchas cosas de ese tipo”, afirma el actor
Michael Keaton, coprotagonista de “American Assassin” (a estrenarse
el 15 de septiembre). “Uno piensa, Hey, quizás deberíamos tener cuidado con la
forma en que usamos esa palabra. Piensen en ello”, añade, “Me enviaron otro guion
en el que no voy a participar y que tenía la palabra Americano en el título”.
Theodore Dreiser posee la distinción, quizás dudosa, de
inaugurar esta tendencia en la cultura pop con su novela de 1925 titulada An
American Tragedy (Una tragedia americana), un libro que también popularizó la
relación entre el sexo y la violencia, y hecha en Estados Unidos. A ella le
siguieron American Pastoral (Pastoral americana), American Psycho (Psicópata
americano), American Gigolo (Gigoló americano), American Beauty (Belleza
americana) y American Pie (Pastelito americano), por nombrar sólo unos cuantos,
todos ellos con un enorme éxito en forma de libros y películas. ¿Acaso todos
esos triunfos comerciales tienen algo que ver con el entorno? ¿Y acaso la
palabra no se habrá convertido actualmente en una carga, ahora que el
significado de América, o Estados Unidos, está tan ardientemente
disputado?
Muy al contrario, afirma A.S. Hamrah, semiólogo y crítico
cinematográfico de la publicación n+1. “A Hollywood le encantan las cosas que
atraigan tanto a la derecha como a la izquierda. Al añadir el adjetivo
“americano”, se atrae a la derecha al hacerlo parecer nativista, patriotero y
característicamente importante. Y para la izquierda, se puede hacer parecer ominoso,
pesado, oscuro y potencialmente maligno. La capacidad de esta palabra de ser
mostrada como un significante vacío es lo que la hace tan atractiva”.
Para el guionista y director Max Landis, que ha escrito tres
elementos del mundo del espectáculo con la palabra “americano” en sus títulos
(entre ellas, la nueva versión, próxima a estrenarse, de An American Werewolf
in London (Un hombre lobo americano en Londres, dirigida por su padre John), un
título asociado con la tierra de los valientes sirve para suavizar y
familiarizar temas que podrían resultar inquietantes. “La palabra ‘americano’
es casi como una especia o una sal con la que se sazona un mundo atemorizante”,
“¿Un francotirador? Parece algo peligroso y ajeno. ¿Pero un francotirador
americano? Nos hace sentirlo más cercano. O un extranjero americano. Se trata
de una contradicción inherente. Nos hace preguntarnos ‘¿qué es eso?’”
Con base en la lista de los inminentes títulos americanos
que alcanzarán la eternidad en IMDb, la base de datos de películas de internet,
es probable que aún no hayamos alcanzado la saturación. “Creo que el punto de
quiebre será cuando las personas comiencen a burlarse de ello”, opina Tony
Yacenda, que intenta lograr esto último como cocreador de American Vandal, la
parodia de las series de crímenes reales (a estrenarse en Netflix el 15 de
septiembre). “La evolución surge con la sátira y la parodia”.
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Publicado
en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek