HACE UNA DÉCADA, cuando Elmehdi Boudra comenzó a asistir a
la escuela preuniversitaria en su nativa Marruecos, no esperaba ver suásticas
pintarrajeadas en su puerta. Al igual que casi todos los demás alumnos de su
escuela, Boudra es musulmán. Sin embargo, cuando era pequeño, su abuela le
preparaba platillos judíos y le contaba historias sobre sus amigos judíos,
entre ellos, la mujer que la cuidaba cuando era pequeña. “No nos importaba
quién era judío o quién era musulmán”, decía la abuela de Boudra. “Éramos
marroquíes y humanos”.
Sin embargo, a los compañeros de Boudra no les gustaba el
cariño que este mostraba hacia la cultura judía, y se lo hicieron saber, tanto
con las suásticas en su puerta como con los sobrenombres que le daban: rabino,
sionista, traidor a la causa palestina. “Nunca conocieron a ningún judío —dice
Boudra—. Para ellos, el judaísmo es Israel. Es el conflicto palestino”.
Durante los últimos diez años, Mimouna, la organización de
Boudra, ha trabajado para educar a los jóvenes marroquíes sobre la historia
judía de esa nación (el nombre del grupo se debe a una festividad religiosa que
los judíos marroquíes solían celebrar junto con sus vecinos musulmanes).
Incluso han convencido a la Universidad Al-Akhawayn, de Marruecos, que es el
alma máter de Boudra, de hacer que las clases de hebreo y estudios judíos
formen parte del programa de estudios.
Boudra y su grupo de 90 miembros son parte de una campaña
para educar al país, de mayoría musulmana, acerca de su pasado judío, para
restaurar sus antiguos sitios judíos y para apoyar a su cada vez más pequeña
comunidad judía. Estos esfuerzos ocurren en una época en la que el
antisemitismo y el radicalismo crecen por todas partes en el mundo árabe.
Marruecos enfrenta algunas de las mismas fuerzas del extremismo islamista, pero
los musulmanes marroquíes esperan que sus esfuerzos para preservar la historia
judía de su nación también protejan el pluralismo y la tolerancia que se han
vuelto tan infrecuentes en las religiones.
Los judíos tienen una larga historia en lo que actualmente
es Marruecos. Fueron uno de los primeros pueblos que se establecieron en la
zona, llegaron en el siglo VI a. C., tras su primer exilio de Jerusalén, mucho
tiempo antes del nacimiento del islam. En 1492, los judíos que huían de la
inquisición española encontraron refugio en el reino del norte de África, a tan
solo 12 kilómetros al sur de España.
En 1948, tras la creación de Israel, otras naciones árabes
expulsaron sistemáticamente sus poblaciones judías. El éxodo marroquí fue
diferente, afirma Michael Laskier, catedrático de estudios de Oriente Medio de
la Universidad Bar Ilan de Israel: la mayoría de los judíos marroquíes
decidieron emigrar voluntariamente y más de la mitad se establecieron en
Israel. Las razones por las que salieron de Marruecos fueron variadas: algunos
de ellos querían vivir en la patria judía; otros deseaban escapar de la falta
de empleos y del creciente nacionalismo árabe, en una época en la que Francia
gobernaba la nación. A pesar de la larga historia judía en el país, muchos
musulmanes asociaban a los judíos con Israel y con el colonialismo europeo, afirma
Laskier, y en los disturbios murieron decenas de judíos marroquíes entre 1938 y
1954. Sin embargo, esos sangrientos incidentes fueron poco comunes, en especial
si se les compara con otras partes de Oriente Medio y del norte de África.
Actualmente solo quedan 3,000 judíos en Marruecos, en
comparación con los casi 300,000 que había en 1948. Aun así, sigue siendo la
comunidad judía más grande en el mundo árabe. Sin embargo, desaparece
rápidamente, ya que la mayoría de los jóvenes judíos marroquíes se mudan a
países con una mayor población judía con la esperanza de encontrar un cónyuge.
Los líderes de la comunidad judía marroquí pronostican que, en diez años, habrá
muy pocos judíos, si es que queda alguno.
Mientras los judíos continúan saliendo del país, un pequeño
pero creciente número de jóvenes musulmanes marroquíes han tratado de atraer la
atención a una época anterior en la historia judía de la nación, el Holocausto,
y a la heroica función que desempeñó ese país en este. En 2011, Mimouna
organizó la primera conferencia para recordar el Holocausto que se ha realizado
en el mundo árabe. El tema es controvertido en las naciones musulmanas, en las
que el genocidio de judíos cometido por Alemania está mezclado con la política
entre Israel y Palestina. Por ejemplo, en 2014, un catedrático palestino
recibió amenazas de muerte tras llevar a sus alumnos a Auschwitz. Fue acusado
de ser un traidor sionista y difundir propaganda proisraelí (posteriormente renunció
y ahora vive en Estados Unidos).
La conferencia estuvo a punto de ser suspendida debido a que
los administradores de la Universidad de Al-Akhawayn se oponían a ella. Boudra
y otras organizaciones finalmente lograron convencer a la Universidad de
realizar el evento. Para muchos jóvenes marroquíes, la conferencia fue la
primera vez que oyeron hablar del Holocausto. Durante la Segunda Guerra
Mundial, Marruecos era controlado por el régimen francés de Vichy, alineado con
los nazis. Sin embargo, a pesar de que los funcionarios franceses le ordenaron
enviar a los judíos a los campos de concentración, el sultán Mohammed V rehusó.
Por ello, los judíos marroquíes no fueron enviados al extranjero, ni obligados
a llevar estrellas amarillas cosidas en sus ropas ni a renunciar a sus
propiedades. La decisión del sultán contrastó claramente con las acciones de
otros líderes musulmanes que apoyaron la causa nazi. Entre ellos estaba Haj
Amin Husseini, el antiguo gran mufti de Jerusalén, que reclutó a musulmanes
europeos para combatir al lado de los nazis.
EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL JÁNUCA: Una boda judía en
Marrakech en 1980. Actualmente, la comunidad judía de Marruecos es tan pequeña
que muchos de sus miembros viajan al extranjero para contraer matrimonio. FOTO:
NATHAN BENN/CORBIS/GETTY
Actualmente, muchos marroquíes siguen viendo a los judíos a
través de la óptica del conflicto entre Israel y Palestina. Sin embargo,
aquellos que tratan de revivir la historia de tolerancia de ese país recurren a
su líder en busca de inspiración. El rey Mohammed VI, nieto de Mohammed V,
descendiente directo del profeta Mahoma, fue uno de los primeros jefes de
Estado musulmanes en reconocer públicamente el sufrimiento de los judíos
durante el Holocausto. En un discurso pronunciado en 2009 en París, y leído en
su nombre por su asesor, André Azoulay, de origen judío, el rey lo calificó
como “uno de los capítulos más trágicos de la historia moderna”.
En 2010, el rey Mohammed VI puso en marcha un programa para
reparar cientos de antiguas sinagogas y cementerios diseminados por todo Marruecos.
Desde entonces, el reino ha gastado millones de dólares para reparar cerca de
200 de esos sitios. En 2011, después de la Primavera Árabe, el judaísmo fue
consagrado en la nueva constitución del país como una parte clave de la
identidad marroquí. “El judaísmo en Marruecos tiene más de 3,000 años de
antigüedad”, dice Azoulay. “Está muy, muy arraigado en nuestra historia. El rey
está comprometido a mantener viva esta historia”.
Marruecos ha impulsado el pluralismo y la tolerancia
religiosa sin sufrir muchos contragolpes. Sin embargo, al igual que su abuelo
antes que él, el rey Mohammed VI no está libre de riesgos. En 2003, un ataque
inspirado por Al Qaeda, ocurrido en Casablanca, provocó la muerte de 45
personas en cinco bombardeos sincronizados, algunos de ellos dirigidos a sitios
judíos. Un ataque de menor escala sacudió Casablanca en 2007. En 2015, en una
manifestación a favor de Palestina en Casablanca, aparecieron hombres vestidos
como judíos ortodoxos y destruyeron un modelo de la mezquita de Al Aqsa en
Jerusalén, antes de ser conducidos a una falsa ejecución.
Sin embargo, en comparación con otros países de Oriente Medio
y del norte de África, el extremismo islamista no ha tenido mucho éxito en
Marruecos. Esto se debe, en gran medida, a las moderadas tradiciones del islam
maliki y sufí que hay en ese país, así como a sus servicios de seguridad que,
de acuerdo con grupos de derechos humanos, han tratado con gran dureza a
personas sospechosas de ser islamistas radicales, encarcelando a algunas de
ellas y torturando a otras.
Sin embargo, los judíos del país señalan que la tolerancia y
la aceptación que han experimentado en Marruecos no tienen paralelo en el mundo
árabe. En un sofocante día de junio, Hafid Nuaman se quitaba el sudor de la
frente mientras limpiaba las tumbas del cementerio judío de Casablanca y
saludaba al rabino chabad local. El encargado musulmán ha trabajado allí
durante 25 años y afirma que nunca ha habido un caso de vandalismo contra el
cementerio judío. Y en un cementerio judío de Marraquech, cuyo origen se
remonta a 1537 y que es uno de los que han sido restaurados en años recientes,
otro encargado musulmán incluso habla algo de hebreo. El cementerio se ubica
cerca del palacio del rey, en el barrio judío, cuyas calles todavía tienen nombres
en hebreo.
Organizaciones judías como Chabad, un movimiento judío
ortodoxo mundial, participan activamente en la preservación de la historia y la
cultura judía en Marruecos. En un evento de distribución de alimentos realizado
en Marrakech a finales de junio, 350 musulmanes se reunieron en una sinagoga de
500 años de antigüedad, construida por judíos que huyeron de la inquisición
española. Esto forma parte de un programa de tres años emprendido por Mimouna y
Chabad para alimentar a los musulmanes necesitados durante el ramadán. Ambos
grupos distribuyen los alimentos dentro de las sinagogas, señala Chabad Rabbi
Levi Banon, para mostrar a los musulmanes que tienen el apoyo de los judíos
marroquíes. “Los judíos llegaron aquí antes, así que, por supuesto, tenemos una
buena relación con ellos”, dice Khadija Bnidan, una mujer musulmana que acudió
a la sinagoga de Slat Laazama para recibir su paquete de alimentos.
Para Boudra, comentarios como el de Bnidan ejemplifican el
tipo de país que espera que siga siendo Marruecos, aun cuando Oriente Medio y
el norte de África continúan enfrentando el radicalismo.
“Amo a mi país y deseo mantenerlo como era antes”, declaró a
Newsweek. “Un lugar en el que los musulmanes, los judíos y cualquier persona de
cualquier lugar puedan vivir juntos”.
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Los viáticos para la realización de este reportaje fueron
aportados por la organización sin fines de lucro Fellowship of Christians and
Jews.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in
cooperation with Newsweek