David Simon, el creador de Los vigilantes y Treme, tal vez ahora sea el galardonado en televisión de la disfunción urbana, pero creció en un cómodo suburbio de Washington, D. C., donde lo más riesgoso que hizo como adolescente fue “tratar de robar la revista Playboy de mi papá”.
El verano después de la preparatoria, fue a trabajar a una bodega de electrónicos de un tío en Nueva York. Era 1978, y “la ciudad estaba gloriosamente fuera de control y era siniestra”, dice Simon. “Siempre un poco más rápida que yo”. Recuerda que fue al East Village, a Tompkins Square Park, a comprar hierba, “y te daban orégano, pero decías: ‘Todavía estoy vivo, así que solo fumaré orégano’. Para alguien creado en los suburbios con setos, me percaté de que el mundo básicamente no obedece ninguna regla más allá del seto”. Y luego estaba Times Square, fácilmente “el lugar más peligroso al que había ido. Tener 17 años y entrar en un lugar con identificación falsa, y de verdad están teniendo sexo en el escenario, así como ¡qué diantres…!”
Times Square por entonces era lo más sórdido de Nueva York, una ciudad dentro de la ciudad que Simon ha recreado con su colaborador de toda la vida, George Pelecanos, para su nueva serie de HBO, The Deuce. El programa se enfoca en la legalización y ascenso de la industria pornográfica, a través de los gemelos Vincent y Frankie Martino (ambos interpretados por James Franco y basados en hermanos reales), un jugador irresoluto y un ambicioso dueño de un bar que empiezan a relacionarse con la mafia. Es el territorio clásico de Scorsese, con un buffet de escorias y antihéroes: prostitutas (una interpretada por Maggie Gyllenhaal), padrotes, narcotraficantes y gánsteres. Pero en The Deuce, el sexo y la cocaína y heroína toman un papel secundario ante el lado oscuro del capitalismo, la misoginia y la corrupción política.
Simon y Pelecanos están sentados en la oficina de Simon en Baltimore, donde se escribió el programa, junto con el productor ejecutivo Richard Price, otro novelista experto en convertir actos criminales en entretenimiento visceral (Clockers, Lush Life y The Night Of para HBO). “Richard es el balasto en la sala”, dice Simon. “Cada vez que nos perdemos en una escena sobre la naturaleza de la pornografía y lo que queremos decir de ella políticamente, alguien tiene que traernos de vuelta. ‘Están haciendo un discurso’, dirá Richard. ‘Sé lo que están tratando de hacer, pero yo estoy aquí abajo con los seres humanos’”.
Price se ríe. Frecuentemente molesta a Simon, un exreportero de The Baltimore Sun, por su dedicación a los hechos, recordándole: “Tú. Puedes. Inventar. Esta. Mierda. David todavía piensa que, si escribe ficción, está despedido”.
PROBLEMA DOBLE: Franco interpreta a los gemelos Frankie y
Vincent Martino. FOTO: PAUL SCHIRALDI/HBO
Simon no estaba especialmente interesado en crear un programa sobre la industria del sexo. “Desde la llegada del cable prémium, probablemente se han lanzado 147 pilotos porno, y al oír de ellos, mi respuesta inicial era burlarme”, dice. Lo que atrajo a los tres hacia los Martino fue su mundo y lo que este podía decir de 2017, incluso si lo más vulgar de Times Square hoy (aparte del Vaquero Desnudo) es la comercialización. “Esta es una narración histórica —dice Price—, pero el punto es cómo hace metástasis y te habla del ahora”.
Lo que cambió a causa de la década de 1970 y lo que sigue igual, dice Simon, es “cómo adquirimos sexo y tratamos a las mujeres como mercancías. La pornografía y la misoginia se han vuelto todavía más rentables y se extienden más hondo en la cultura. No vendemos una botella de cerveza sin por lo menos usar la jerga de la pornografía moderna. Mucho después de que la planta física que estaba en Times Square dejó de ser lo que era, había permeado la cultura, y estaba en todas partes. Así que, sí, el medio del centro de la ciudad se arregló. El alma estadounidense, no tanto”.
Las emociones gratuitas no son el punto de The Deuce, en otras palabras, y Prince reconoce que escribir sobre un tema lascivo sin ser lascivo es un equilibrio delicado. “Lo logras mediante hacer a estos personajes tan matizados como sea posible”, dice. Y mediante no convertir el programa en una “comedia obscena”, explica Simon, quien enfáticamente invitó a las novelistas jóvenes Megan Abbott y Lisa Lutz a la sala de escritores. Es otro truco de equilibrio escribir sobre, digamos, los padrotes: hombres que prácticamente esclavizan mujeres, pero que pueden tener el tipo de carisma que salta en televisión. “El programa no puede dar una condena despectiva de allá arriba o solo ser contrario, diciendo: ‘Voy a abrazar al antihéroe sin importar cuánto daño les hace a otros seres humanos’”, dice Simon. “Tenemos que quedarnos en el límite en medio. Esa es nuestra responsabilidad”.
La década de 1970 es una era perfecta para el cable, incluso si los resultados frecuentemente fracasan casi de inmediato, más recientemente: Vinyl, de HBO, y The Get Down, de Netflix. Pero se puede entender la atracción: el cabello, las ropas y la música son hierba gatuna visual y aural. Para Simon, eso también era una trampa potencial. “Si se convierte en ‘oh, es un paseo por la década de 1970’, entonces eso está mal”.
Pelecanos es el encargado de afinar los detalles, como captar un error en el póster de Por un puñado de dinamita, de Sergio Leone, originalmente estrenada como ¡Agáchate, maldito!; lo consterna que un error haya salido al aire: un corredor de apuestas se refiere a Tug McGraw como el pícher abridor de los Mets (él era un relevista). “No hay nada más divertido que ver a George caminar por la calle y elegir los autos de 1973 que no deberían estar en una toma de 1971”, dice Simon.
“Quieres ser riguroso con esas cosas. Estás dejando un registro”, dice Pelecanos. Como Simon, él creció en Washington, y su abuelo tenía una cafetería cerca del equivalente de la ciudad a Times Square. Su despertar sexual se extendió más allá de las páginas de Playboy. “El rito de paso entonces era cuando un amigo cumplía 16 años, lo llevabas por la 14th Street y le pagabas una prostituta. Hicimos eso, frecuentemente”.
George
Pelecanos, Richard Price y David Simon. FOTOS: HBO; LORRAINE ADAMS/HBO;
HBO
De los tres, solo Price creció en Nueva York. Vivía en el Bronx, pero visitaba Manhattan con regularidad y fantaseaba con vivir algún día “en un penthouse en Times Square, justo en medio de todo”. En la década de 1970, con apenas veintitantos años, en una edad en la que “no tienes cerebro, tienes un órgano”, se familiarizó con lugares icónicos como el palacio del porno duro Show World. “Soy la voz de la experiencia en ese aspecto —dice—. Si solo pudiera obtener de HBO todas esas monedas de 25 para peep shows para investigación”.
Esa versión más joven de Price “no tenía idea” de lo que en verdad sucedía en Times Square. “Es como estar parado en una playa tratando de entender el océano por su superficie”, dice. Por otra parte, escribir el programa es “como ponerse una máscara de buceo. Llegamos hasta las placas tectónicas, la economía, las interacciones. Uno piensa en las cosas sexuales como negocio. Así que al ver un peep show, ¿adónde va esa moneda de 25 si la sigues? Hay una muchacha allí, y estás un poco intimidado y excitado. Pero ¿quién es esta muchacha, adónde va, a qué regresa a casa?”
El lema de The Deuce, bromea Prince, podría ser un giro a la tristemente célebre directriz de Garganta Profunda (la fuente del FBI en Todos los hombres del presidente, no la película pornográfica). En vez de “sigan el dinero —dice—, podría ser ‘sigan la moneda pegajosa’”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek