OLVÍDATE de Donald Trump. Hablemos de algo en verdad tonto y torpe: los emoji.
El mundo está en medio de un perturbador orgasmo emoji. Puedes ir a ver Emoji: la película y aguantar una trama tan matizada y compleja como un viejo episodio de La vecindad del Señor Rogers (no se pierda al estimado actor shakesperiano Patrick Stewart como la voz de Popó). Julio también nos trajo el Día Mundial del Emoji. Para celebrar la ocasión, Apple proclamó su próxima publicación de nuevos emoji, un parteaguas para la sociedad que solo podría ser superado por una nueva forma de malvavisco en los Lucky Charms. Microsoft, siempre un innovador en inteligencia artificial, anunció una versión de su teclado para teléfono SwiftKey que predecirá cual emoji deberías usar con base en lo que estás escribiendo. Solo una razón más para asustarse con la inteligencia artificial.
Miles de millones de emojis vuelan alrededor del planeta cada día, esas diminutas caricaturas de caras y cosas que supuestamente nos permiten expresarnos de maneras que no pueden las palabras, a menos de que sepas muchas palabras. Los emoji han provocado tal furor que tienen que ser gobernados por una organización mundial sin fines de lucro llamada el Consorcio Unicode, algo así como el G-20 de las caritas felices. Sus miembros de pleno derecho incluyen compañías como Apple, Google, Huawei, SAP e IBM. El grupo ha aprobado oficialmente 2,666 emoji que se pueden usar en cualquier plataforma tecnológica. Obviamente, la gente que se sienta en la junta directiva de Unicode hace una labor importante. Por ello el emoji del dedo medio que tecleas en tu iPhone se puede ver igual en un reporte corporativo financiero generado por SAP.
Tal vez no entiendo los emoji porque soy hombre. Por lo menos eso es lo que sugiere Cosmopolitan en un artículo encabezado “Por qué tu novio odia los emoji: No lo culpes, no puede evitarlo”. El artículo explica: “Los hombres heterosexuales no están condicionados para mostrar sonrisas tímidas. No hacen guiños lindos. No hacen una linda cara besucona”. De nueva vez, el escritor masculino del artículo tal vez no sea el más ilustrado sobre los roles de género en el siglo XXI. Otro artículo de Cosmo de la misma persona está encabezado: “13 cosas que los hombres secretamente quieren hacer con tus bubis”.
Aun así, académicos serios parecen pensar que los emoji son serios (oh, y yo considero la palabra “emoji” como singular y plural. La clase de personas que dice “emojis” es la clase de personas que dice “cáctuses”). Investigadores de la Universidad de Michigan y de la Universidad Peking analizaron 427 millones de mensajes cargados de emoji de 212 países para entender cómo el uso de los emoji difiere alrededor del orbe. Esos franceses apasionados son quienes más lo usan. Los mexicanos envían la mayor cantidad de emoji negativos, otra justificación más para tenerlos detrás de un muro. O puedes leer The Semiotics of Emoji, de Marcel Danesi, un antropólogo de la Universidad de Toronto. “El código emoji alberga dentro de sí muchas implicaciones para el futuro de la escritura, la alfabetización e, incluso, la conciencia humana”, escribe. ¡Caramba, cuate! Algún día ¡podríamos pensar en emoji! Aguántame mientras pongo en marcha mi Pax y dejo que me vuele la mente.
Se puede culpar de mucho de la tendencia emoji a los japoneses, quienes son proveedores fervientes de personajes repulsivamente lindos como Hello Kitty y Pikachu. En la década de 1990, cuando Japón era el actor más inteligente en electrónica, NTT DoCoMo introdujo el primer servicio similar al teléfono inteligente llamado i-mode. Shigetaka Kurita, parte del equipo i-mode, recordó cuánto le decepcionaban los pronósticos meteorológicos que solo enviaban la palabra agradable en vez de mostrar un sol feliz y radiante como el que a menudo veía en televisión. Ello le dio la idea de crear símbolos diminutos para i-mode. El primer lote de 176 estaba inspirado en expresiones faciales, señales de tránsito y símbolos usados en los manga. La palabra “emoji” deriva de la unión de las palabras japonesas para imagen y letra.
El resto de la culpa de esta tendencia recae en Apple. Después de introducir el iPhone en 2007, Apple quería incursionar en el mercado japonés, donde los usuarios para entonces se habían acostumbrado a los emoji. Por lo que tuvo que incluirlos en el iPhone. Ello llevó a que la gente en otros países hallara y usara los emoji en sus iPhone, esparciendo estas cosas como piojos. Conforme los emoji se hicieron más populares, los usuarios querían más tipos para todos los tipos de dispositivos. Compañías como Apple y Google siguieron creando nuevos emoji y proponiéndoselos al Consorcio Unicode, que es como hemos obtenido tantísimos emoji extraños, como una montaña rusa, cactus, zapapicos y la berenjena, la cual, si no conoces tus emoji, no deberías enviársela a tu madre.
La pregunta ahora es: ¿qué significa la manía por los emoji? Hay quienes, como Danesi, creen que estamos inventando un nuevo lenguaje basado en pictogramas, algo así como el chino, excepto sin una versión hablada de los símbolos. Dentro de unas generaciones, la gente viajará en Uber voladores sin chofer y se comunicará entre sí nada más que con emoji. Las novelas serán escritas en emoji (un ingeniero, Fred Benenson, ya tradujo Moby Dick a emoji. “Llamadme Ismael” [el comienzo esta novela] es un teléfono, la cara de un hombre, un velero, una ballena y una mano haciendo una señal de OK).
Sin embargo, esa visión del futuro ignora una tendencia importante. Como lo muestran Alexa, de Amazon, y otros servicios interactivos similares, el software de inteligencia artificial va a resultar bastante bueno en comunicarse con nosotros mediante audio. Vamos a dejar de depender tanto en teclear con nuestros pulgares y mirar a las pantallas. Conversaremos con la tecnología y entre nosotros. Además, el hecho de que no puedes hablar en emoji en realidad podría ser el final de esas malditas cosas. Dentro de otra década, podríamos ver los emoji como un artefacto peculiar de una era, como la conversación “10-4, buen amigo” durante la moda entre la banda ciudadana en la década de 1970.
De nueva vez, la prevalencia de los emoji podría ser otra señal del creciente movimiento antiintelectual y anticientífico en Estados Unidos. Tal vez los emoji son, de hecho, adonde se dirigen el lenguaje y el pensamiento, alejándose de la precisión de las palabras y acercándose a los gruñidos primitivos de las imágenes caricaturescas. La nación ya ha elegido un presidente que escribe solo en tuits. Si él gana otro periodo, él podría ir un nivel más abajo, emocionando a sus seguidores al comunicar su postura en política exterior con nada más que una bandera rusa, corazones y una berenjena.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek