A partir de este acontecimiento, por demás noticioso, la periodista Silvia Cherem escribió y acaba de publicar la novela Esperanza Iris, una narración que posee, según sus propias palabras, todos los elementos para conformar una gran historia: amor, tristeza, traición, desolación y mala y buena suerte.
“La bomba en el avión fue el escándalo noticioso más espeluznante y con mayor reverberación en la prensa nacional, de América y de España durante la década de 1952 a 1962”, explica Cherem en encuentro con Newsweek en Español. “Fue uno de esos sucesos que pasan al basurero de la historia muy rápido, pero, al involucrar a una figura de la talla de Esperanza Iris, no dejó de estar en la prensa, sobre todo porque ella se esmeró en defender a Paco Sierra, en defender lo indefendible”.
El caso del tristemente célebre barítono, recluido en la prisión de Lecumberri y posteriormente condenado a 29 años de encierro, escaló varias instancias judiciales hasta llegar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Por esa razón no dejó de estar en la prensa, al igual que Esperanza Iris, quien con anterioridad ya había protagonizado las primeras planas de los diarios porque con su talento y trabajo por América y España reunió un gran capital para construir un teatro para México.
FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
“Y ese teatro se convirtió en uno de los más importantes de América —relata la investigadora—. “[Enrico] Caruso llegó al teatro Esperanza Iris antes que al Metropolitan Opera House de Nueva York. Arthur Rubinstein, lo mismo con su piano. Era el foro más espectacular, lo inauguró en 1918 Venustiano Carranza. Eran espectáculos de la talla de los que se presentaban en la Ópera de París y en La Scala de Milán”.
En la novela, publicada por la casa editorial Planeta, la autora también cuenta los avatares que marcaron a la mujer que, aun cuando en ocasiones llegó a sentirse rota por la pérdida de sus hijos, llevó alegría y gozo desde los escenarios a los cientos de personas que acudían a verla no solo al teatro que llevó su nombre, sino a los foros que pisó en diversos países. Empero, según se relata, ni ese dolor la preparó para vivir lo que detonaría su última relación amorosa con Paco Sierra.
“Esperanza fue una figura que descuella de todo lo que conocemos, de todas las figuras que podamos imaginar”, expone Silvia Cherem. “Pero en la última página de su vida, que escribió con Paco Sierra, se desdibujó su legado hasta casi pasar al olvido. A tal grado que al teatro que ella construyó con sus sueños, con su dinero, trabajo y esfuerzo le quitaron el nombre de Esperanza Iris cuando pasó a ser parte del gobierno de la ciudad, durante más de 30 años solo se llamaba Teatro de la Ciudad. Por esa razón para mí es un lujo rescatar la imagen de esa enorme mujer que tuvo una vida de leyenda y de esplendor, que tuvo todos los éxitos que se pueda imaginar y que era visitada en su camerino por el rey de España, una mujer a quien Jacinto Benavente le escribía poesía, una mujer a quien pintó Joaquín Sorolla. Era una figura que tenía un gran séquito de admiradores, pero su enorme tragedia fue elegir parejas terribles como maridos”.
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Cherem Sacal, egresada de la carrera de ciencias de la comunicación de la Universidad Anáhuac, es periodista y escritora por oficio. Ha publicado once libros, de entre los que destaca Por la izquierda: medio siglo de historias en el periodismo mexicano contadas por Granados Chapa. En 2005 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo.
—Silvia, ¿cómo lograste llegar al misterioso archivo perdido de Esperanza Iris?
—Hubo un verdadero acto heroico. La familia vendió el teatro al gobierno de la ciudad y sacó lo que le importó, como diarios y fotos, pero había cientos de revistas, cartas, notas, documentos, oficios, facturas, porque Esperanza escribía todo y todo lo conservaba. Cuando comenzaron a restaurarlo, los trabajadores empezaron a derrumbar muros y a aventar el cascajo y el resto de cajas de libros, revistas, fotografías por las ventanas a un camión. Eran los años 70 y el Archivo Histórico de la Ciudad de México estaba muy cerca, y cuando iba a su trabajo, el director del archivo, Carlos Ruiz Abreu, se dio cuenta de que estaban volando papeles, pensó que a lo mejor ahí había algo bueno, y jaló a toda su planilla de trabajadores con diablitos para ir por todo. Así, en el archivo abrieron una sección que se llama Archivo Esperanza Iris.
“Entonces, todo el material, incluidos los archivos de los abogados, de la SCJN, los personales y familiares, los testamentos, las notas de prensa, el trabajo en la hemeroteca, el archivo del Cenart, todo lo revisé en cinco años de trabajo y con eso armé esta novela”.
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—¿Cuál fue la trascendencia de Esperanza Iris para el mundo de la cultura?
—Cantó en todos los países, en todo lugar en donde haya habido un teatro. En un barco viajaba con 300 baúles llenos de luminarias, vestuarios, escenografía, partituras, instrumentos y una compañía de más de 200 personas. El teatro lo construyó con lo que ganó en plena Revolución. No actuaba en México porque estaba lleno de muertos, pero actuaba en muchos países. Fue una cantante de altos vuelos, Franz Lehár le componía algunas operetas, tenía una importancia a escala mundial en la escena como quizá no la ha tenido otra. Pero esa figura se desdibujó en el último acto de su vida, que fue tan trágico y del que ella no se quiso deslindar. De ser una mujer a la que le tendían los tapetes rojos pasó a que le azotaran las puertas en las narices. Murió sola, enloquecida, de una manera muy triste y trágica.
—¿Con qué sensaciones te quedas tras haber escrito este libro?
—Me indignaba de la manera más brutal ver que una mujer que rompió a contracorriente tantos esquemas, en una época en que las mujeres eran sombra de los hombres, haya permitido el abuso que hubo a su persona en el término emocional. Y siento que aun hoy, que el mundo ha cambiado y que la situación es otra, hay mujeres que padecen o que sienten que tienen que pagar el costo de su éxito como Esperanza Iris.
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