El representante Al Green
(demócrata por Texas) ya empezó a redactar los artículos de impeachment pertinentes
al despido del director del FBI, James Comey, creyendo que habrá suficientes
evidencias de obstrucción de la justicia para iniciar una investigación de
impeachment contra Trump (por no hablar de su flagrante violación de la
cláusula constitucional de emolumentos para beneficiarse con su presidencia, y muchas
cosas más).
Sin embargo, los líderes
demócratas quieren postergar el proceso, advirtiendo que no hay suficientes
fundamentos para justificar una investigación de impeachment en este momento y
que, en cualquier caso, semejante investigación politizaría las investigaciones
congresistas activas.
Sandeces.
Las tres investigaciones
de impeachment que la Cámara de Representantes emprendió con anterioridad
(contra los presidentes Andrew Jackson, Richard Nixon y Bill Clinton) se
sustentaron en menos pruebas de obstrucción de la justicia de las que se han
dado a conocer, públicamente, sobre Trump.
Por sí solo, el testimonio
de Comey en el Congreso es más que suficiente, ya que confirma que Trump exigió
la lealtad de Comey; pidió que Comey dejara de investigar a Michael Flynn; dijo
repetidas veces a Comey que la investigación del FBI era una “nube” para su
presidencia; y pidió que Comey declarara, públicamente, que Trump no era uno de
los objetivos de la investigación.
Además, tenemos la
entrevista de Trump con Lester Holt en NBC, y sus encuentros posteriores con
funcionarios rusos en la Oficina Oval. En ambos casos, Trump vinculó el despido
de Comey con la investigación rusa.
Recordemos también que las
obstrucciones a la justicia que orillaron la Cámara de Representantes a proceder
con el impeachment de los presidentes anteriores implicaron asuntos menos
graves que la posible colusión de Trump con una potencia extranjera para ganar
la elección.
Los líderes demócratas argumentan
que no quieren hablar de impeachment en este momento porque les preocupa
politizar las investigaciones congresistas activas, las cuales no son
investigaciones de impeachment. ¿En serio? Los republicanos ya las politizaron.
La verdad es que los
líderes demócratas no buscan el impeachment en este momento porque saben que no
hay posibilidad alguna de que los republicanos, quienes controlan las dos
cámaras del Congreso, respalden semejante medida. Así que, ¿para qué emprender
un gesto meramente simbólico?
Los líderes demócratas suponen
que entre hoy y las elecciones de medio periodo surgirán más revelaciones de
fuentes no partidistas –futuros testimonios de agentes Trump, como Michael
Flynn y Roger Stone; informes anticipados de la investigación del asesor
especial Robert Mueller; y filtraciones a la prensa-, las cuales fortalecerían
el caso y atizarían la indignación del público.
Esa indignación daría a
los demócratas más posibilidades de recuperar la Cámara de Representantes y
posiblemente, hasta el Senado. Y entonces, realmente
procesarían a Trump para destituirlo.
No discuto la lógica
política de los líderes demócratas. Y si su estrategia resulta en que
destituyen a Trump más pronto que de alguna otra manera, la respaldo de todo
corazón.
Pero hay un problema. No
queda claro si Estados Unidos puede aguardar hasta las elecciones de medio
periodo; siguiendo con lo que sin duda será una investigación de impeachment
prolongada y lenta; y después, por un juicio en el Senado (hay que señalar que
ninguno de los presidentes antes citados fue condenado por el Senado y
destituido de su cargo).
Con cada día que pasa,
Donald Trump se convierte en un peligro más grave para Estados Unidos y para el
mundo. No podemos perder más tiempo.
La ventaja de presentar
una propuesta de impeachment en este momento –o incluso, intentar hacerlo- es que, por sí sola, semejante medida podría movilizar
a la enorme mayoría estadounidense que ansía sacar a Trump de la Casa Blanca. Podría
movilizar y energizar a la gente en torno del tema más
importante que enfrenta la nación.
Jamás se debe subestimar
el poder de un pueblo impelido a entrar en acción. Vale la pena recordar que
Nixon renunció por decisión propia incluso antes que la Cámara de
Representantes pudiera votar una resolución de impeachment. Porque el pueblo
estadounidense lo exigió.