TENÍA VEINTE AÑOS Cuando interpretó su primer papel en la pantalla grande. Por este ganó el Ariel a mejor actriz. No sabía bien lo que significaba ese reconocimiento, ni cómo cambiaría su vida a partir de ese instante. Ximena Ayala sintió la responsabilidad de ser la “mejor actriz” que el mundo esperaba cuando vio Perfume de violetas (2001). Desde entonces no ha parado de grabar series, telenovelas y películas, interpretando desde personajes raros en cintas independientes como Los insólitos peces gato (2013), hasta protagónicos en comedias románticas como El tamaño sí importa (2017). Recién acaba de estrenar en Estados Unidos la serie Guerra de ídolos, de Telemundo, donde se integra tanto en los papeles que en una escena otro personaje la ahorcó de verdad, según confiesa a Newsweek en Español.
—Has interpretado personajes muy variados, Ximena. ¿Cómo eliges tus papeles?
—Son como dos fuerzas que se encuentran. Yo creo que uno elige y también ellos te eligen a ti. En todos los sentidos. Tanto el director como el productor, hasta el mismo personaje, cuando vas a hacer las audiciones. Me gusta empujarme a hacer cosas diferentes, me gusta empujar al mismo medio a que me vean en cosas diferentes.
—Las comedias románticas están predominando en las salas mexicanas. ¿A qué crees que se deba?
—Creo que ahorita necesitamos mucho amor, historias que nos recuerden el amor, el soñar, el salirnos un poco de la realidad. Finalmente, las comedias románticas pintan de color pastel la realidad. Hasta yo lo digo: siento que mi vida, de Ximena Ayala, es como una comedia romántica. Muy chistoso, me pasan muchas cosas como personaje de comedia romántica.
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—¿Qué opinas, cómo se retrata a los personajes femeninos en el cine mexicano?
—La realidad es que hay pocos personajes para mujeres. Y cuando los hay, siempre es la novia loca o la amiga excéntrica. Sí, las mujeres estamos locas, no tengo duda, pero sí me gustaría que retrataran una parte más real en el sentido de que somos luchonas, trabajadoras, mamás jóvenes, divorciadas, “multitask”. De verdad tenemos una vida con una funcionalidad más allá que nuestras emociones de locura y estridencia.
—¿Tu último papel que te maravilló?
—Mi abuelita de la obra de teatro que acabo de hacer, Grito al cielo con todo mi corazón. Hacía 11 personajes y uno de los últimos era una abuela que le daba un consejo a su nieta. Ese me fascinó. Era una mujer sabia, a punto de despedirse, a pocos pasos de la muerte y le estaba entregando la estafeta de la libertad a su nieta.
—¿La última vez que fuiste al teatro?
—Fui a ver Este cuerpo mío, de Mariana Villegas, en El Chopo. Es un monólogo de una actriz muy grande hablando de qué es tener un cuerpo físico grande.
—¿Cómo recuerdas la época del “nuevo cine mexicano”?
—Fue un boom, ¿no? Yo misma no sabía nada del cine mexicano más que de los churros del 4 en blanco y negro. Para mí eso era el cine mexicano, ese era mi imaginario. No había una identidad contemporánea de Ximena con el cine. Luego surgió una generación nueva, joven, fresca.
—¿Qué significó para ti ganar el Ariel?
—No tenía idea del peso que significaba obtener ese reconocimiento. Había una parte de mí que estaba contenta, pero tímida. No sentía que me hubiera costado trabajo ganármelo. Fue un golpe de suerte que con un primer personaje hubiera tenido ese nivel de aceptación.
—¿La última película que viste?
—Un camino a casa (Lion), la de los Oscar. No pude dejar de llorar en toda la película. Me encantó.
—¿Qué es lo que más recuerdas de tu último rodaje?
—Ahorita estoy rodando Guerra de ídolos. Tuve una escena con Juan Pablo Medina, donde me tenía que ahorcar (risas) y sí, me estaba ahorcando de verdad. Lo soborno con eso, le digo que a él le gusta ahorcar y a toda la gente le digo: “Hey, cuidado con él porque sí ahorca fuerte”.