LA CIUDAD de Caumont-Sur-Durance, en el sur de Francia, estaba tranquila en una reciente noche sabatina. Las tiendas estaban cerradas, las calles estaban vacías y unos pocos ancianos se sentaban a sorber cervezas en el bar local, rascando billetes de lotería o apostando en la carrera de caballos en la televisión. Pero dentro del palacio municipal, donde una reunión del partido Frente Nacional de extrema derecha acababa de finalizar, la atmósfera era eufórica. “Marine me hace temblar”, dijo Monique Zaouchkevitch sobre la lideresa carismática del partido, Marine Le Pen. Expresidenta de la Cruz Roja en la ciudad cercana de Cavaillon, Zaouchkevitch nunca había seguido la política hasta que oyó a Le Pen hablar. “El pueblo de Francia ha sido olvidado”, dijo. “Pero Marine, ella es cercana a la gente”.
En las cercanías, Jean Truffen, un veterano del ejército de ochenta 80 años, mostraba orgullosamente su colección de credenciales de membresía del Frente Nacional, todas con la cara sonriente de Le Pen. “No me avergüenza. Voté por Jean-Marie. Ahora votaré por Marine”, dijo, refiriéndose al padre de Le Pen, quien dirigió el partido hasta 2011. “Mi futuro está detrás de mí, pero votaré por el futuro de Francia”.
La energía alrededor de Le Pen es palpable, en especial en el sudeste de Francia. Algunos partidarios son renuentes, al principio, a admitir que votarán por un partido con una reputación de xenofobia. Anita, quien colocaba su tienda en un mercado dominical en la ciudad de Sorgues, no quiso dar su apellido, temerosa de que si la gente sabía qué candidato había escogido su negocio se vería afectado. “Votaré por Marine”, dijo.
El 23 de abril, ese entusiasmo le dio a Le Pen 21.4 por ciento de la votación, suficiente para calificar para una segunda vuelta el 7 de mayo. Su posición fuerte marcó la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial en que ni el centroderecha de Francia ni su izquierda socialista avanzaron a la segunda ronda de una elección presidencial. Este cambio notable ha montado una batalla no solo por el futuro de Francia, sino por el futuro de Europa también. El favorito, Emmanuel Macron, es un centrista de esperanza y cambio que inspira el tipo de energía juvenil que hizo elegir a Barack Obama: globalista comprometido, Macron quiere que el país permanezca en la Unión Europea y promete que será “el presidente de todo el pueblo francés”.
Por otra parte, Le Pen es una nacionalista que promete combatir la globalización, cerrar las fronteras del país y sacar a Francia de la UE. La ventaja de Macron es sustancial, pero la base de Le Pen está energizada, y mientras la economía francesa continúa vacilando y crecen los miedos a los milicianos islamistas, podría ser muy pronto para descartar las posibilidades de ella, en especial después de las victorias asombrosas de Donald Trump en Estados Unidos y la campaña del brexit en Gran Bretaña.
“Marine Le Pen tiene con mucho la base de apoyo más estable y comprometida”, dice James Shields, profesor de política francesa en la Universidad Aston de Birmingham. “Su reto ahora será construir una gran coalición de partidarios de los candidatos eliminados”.
Hasta ahora, esos candidatos —el socialista Benoît Hamon y el republicano François Fillon— se han unido alrededor de Macron, quien capitalizó la frustración del país con el statu quo. Exministro de economía del presidente François Hollande, se separó para formar su propio movimiento político, En Marche! (¡En Marcha!), y se define a sí mismo como ni de derecha ni de izquierda. “Los dos partidos políticos que han gobernado Francia por años han quedado descartados”, dijo en un discurso el 23 de abril. Las encuestas lo muestran derrotando a Le Pen por más de 20 puntos en la segunda ronda, una brecha mucho más amplia de la que Trump o la campaña del brexittuvieron jamás que enfrentar. Cuando se considera el desagrado amplio por el Frente Nacional entre la mayoría de los votantes franceses, la victoria de Macron parece casi segura.
Pero Shields dice que Le Pen todavía podría beneficiarse del colapso de la división tradicional entre izquierda y derecha, enfrentando su agenda económica proteccionista y postura de derecha dura en inmigración contra el mensaje liberal y globalista de Macron. “Un atractivo social para la derecha y un atractivo económico para la izquierda es lo que Le Pen espera que sea una fórmula ganadora contra Macron”, señala.
En el bastión del Frente Nacional en Le Pontet, en el sudeste del país, tal mensaje ha sido muy convincente para Dominique Perriaux. “Nos dirigimos a una catástrofe”, comenta. “El desempleo es alto. Los impuestos son una locura. Nuestro país no está a salvo”. Perriaux, de 63 años, solía apoyar a los republicanos de centroderecha, pero tras años de aumentar los costos de la vida y los ataques en Francia de grupos milicianos islamistas, ella decidió que era hora de votar por alguien diferente. “Con Marine tenemos la posibilidad de cambiar las cosas”, manifiesta.
El cambio de Perriaux se ha vuelto común en Francia. “Ha habido una progresión del… voto [por el partido] entre la gente que solía votar por la derecha y que ahora vota por el Frente Nacional”, dice Christèle Marchand-Lagier, politóloga de la Universidad de Aviñón. “El partido a menudo aparece en la cima porque otros votantes simplemente no se presentan tanto”.
Lo que también podría beneficiar a Le Pen: el grupo miliciano Estado Islámico (EI). El 18 de abril, la policía arrestó a dos hombres sospechosos de planear un asalto en la ciudad portuaria de Marsella. En el apartamento de un sospechoso hallaron varias armas de fuego, seis libras de explosivos y una bandera negra del EI. Veinticuatro horas después, un gatillero disparó y mató a un policía en la avenida más icónica de la ciudad, los Campos Elíseos. El Estado Islámico reivindicó su responsabilidad. “Los predicadores del odio deberían ser expulsados y sus mezquitas cerradas”, dijo Le Pen a los periodistas después de cancelar una de sus reuniones finales de campaña por razones de seguridad. “La ideología islamista y salafista no tiene derecho a estar en Francia y debería ser prohibida”.
Esta actitud de línea dura podría empujar a los votantes hacia la derecha extrema después del ataque más reciente en París, dice Vincent Geisse, politólogo en la Universidad de Ciencias Políticas. “No puede evitar favorecerla, porque ella ha hecho del terrorismo una de sus prioridades, un punto central de su programa”.
La postura dura de Le Pen con el terrorismo ha convencido a André Robert de votar por el Frente Nacional. Un mecánico de elevadores sin trabajo en la ciudad de Orange, Robert es parte de una cantidad cada vez mayor de desempleados y trabajadores de clase baja que optan por Le Pen, según sondeos recientes. “Votaré por la candidata que nos mantendrá a salvo”, dice.
Como muchos votantes de clase baja que han sufrido por el bajón económico del país, a Robert también le gusta la promesa de Le Pen de salir de la UE y traer de vuelta las industrias a Francia. “Hace cincuenta años Francia producía todo para Francia”, opina. “Ahora todo proviene de Italia, España, China. Batallamos para encontrar trabajo, mientras que los inmigrantes se benefician del sistema”.
El aumento de apoyo para Le Pen entre la clase baja es más pronunciada en la región norteña del país de Nord-Pas-de-Calais, una de las más pobres en la Francia continental. El índice de desempleo allí es cercano al 13 por ciento, y Le Pen ganó la primera ronda de las elecciones regionales en 2015 con 40 por ciento de la votación. Perdió en la segunda ronda, pero el crecimiento del apoyo en lo que otrora era un reducto izquierdista habla de su habilidad para cortejar a los votantes obreros.
BAJÓN NACIONAL: Devastados por la caída de los precios, de la cual ellos culpan a la competencia del exterior, muchos granjeros franceses apoyan el proteccionismo de Le Pen. FOTO: ALAIN JOCARD/AFP/GETTY
Su atractivo entre los jóvenes también está aumentando. Con el desempleo juvenil en 23 por ciento a escala nacional, muchos jóvenes en Francia están desesperados por un cambio en el statu quo: las encuestas muestran que casi 40 por ciento de los votantes entre 18 y 24 años de edad apoya a Le Pen. En otro mitin del Frente Nacional antes de la elección de la primera ronda en abril, en la ciudad sureña de Nimes, un grupo de veinteañeros bien vestidos observaba los altavoces con avidez. “Cambié recientemente”, dijo Raphaël Leroux, estudiante de la Universidad de Nimes y quien solía apoyar a los republicanos. “Estaba hambriento de cambio”.
Para atraer a los votantes como Leroux, el Frente Nacional se ha enfocado cada vez más en su mensaje proteccionista. En el bullicioso mitin de campaña en Caumont-Sur-Durance, Jean Messiha, coordinador de proyectos de la campaña presidencial de Le Pen, habló por más de una hora sobre los problemas creados por el liberalismo, la globalización y la economía de libre mercado. “La eurozona no es viable —dijo—. ¡Es mejor saltar a un bote salvavidas que quedarse en el Titanic!”.
Este tipo de mensaje podría beneficiar a Le Pen, dice Shields, lo que le permitiría atraer a los votantes de extrema izquierda que no apoyan la agenda económica liberal de Macron y que podrían responder a la promesa de Le Pen de proteger la industria francesa de las fuerzas de la globalización.
Valerie Rodrigues, quien estuvo en el público vitoreando después del discurso de Messiha, ciertamente estaba convencida. Granjera de caracoles, dijo que no puede competir con productos de menor precio que provienen de otras naciones de la UE. “Trabajo sin parar, pero no gano dinero. Pronto no quedará un granjero en Francia”. Como Rodrigues, muchos granjeros apoyan el Frente Nacional: una encuesta en febrero halló que 35 por ciento planea votar por Le Pen.
A pesar de los grandes avances del Frente Nacional entre los votantes privados de sus derechos, la mayoría de los partidarios de Le Pen pertenece a otra demografía. “Ella tiene este discurso de ‘Soy la voz de aquellos sin voz’, pero en realidad oímos a los votantes del Frente Nacional con toda claridad”, dice Marchand-Lagier, de la Universidad de Aviñón. “Son la clase media, quienes trabajan en empleos normales, pero se sienten excluidos”. Y aun cuando un porcentaje más grande de los granjeros, obreros fabriles y estudiantes podrían votar por Le Pen en vez de por Macron, muchos podrían no votar en absoluto. Una encuesta de febrero realizada por Le Monde halló que 42 por ciento de los trabajadores y 52 por ciento de los granjeros planeaba abstenerse en la primera ronda. “Si hay de hecho un partido de la clase obrera, ese sería la abstención”, dice Aurelien Mondon, un alto profesor no numerario de política francesa y comparativa en la Universidad de Bath. “El Frente Nacional sigue siendo, antes que nada, un partido nacionalista y xenófobo”.
En el mitin del Frente Nacional en Nimes, definitivamente fue primero el orgullo francés, la economía después. Gilbert Collard, un diputado del departamento de Gard, se asemejaba a Trump al hablar de una Francia al borde del desastre. “¿Quién se habría imaginado hace veinte años que viviríamos semejante pesadilla?”, rugió. Louis Aliot, vicepresidente del Frente Nacional, arremetió contra los medios de comunicación, la tiranía de Bruselas y la pérdida de las tradiciones cristianas: “¡Debemos defender nuestra cultura, nuestro patrimonio, nuestra identidad!”.
En un público de rostros blancos, el mensaje halló su objetivo. “Estamos perdiendo nuestros valores, nuestras raíces”, dijo Eveline Fouché, quien vive en Lunel, una ciudad que ha visto varios de sus residentes abandonar Francia para luchar por el islam en Siria. “Siento que ni siquiera estoy en Francia”, dijo. “No oigo francés en el mercado. No veo productos franceses en las tiendas. Todo lo que oigo es música árabe. Estas personas no hacen nada en todo el día, y no respetan nuestro país”.
Finalmente, es la combinación tanto de los ataques de Le Pen a los inmigrantes como su promesa de ayudar a los trabajadores aquejados lo que ha hecho del Frente Nacional una fuerza semejante en la política francesa, dice Shields. “Le Pen combina tanto a los nacionalistas de línea dura como a los perdedores económicos en su base de apoyo”, dice a Newsweek.“El punto en común entre ellos radica en las políticas antiinmigratorias de “lo francés primero” del Frente Nacional y su agenda económica proteccionista de ‘Francia primero’”.
¿Será suficiente para darle la presidencia a Le Pen? Incluso con su reciente aumento de popularidad entre los votantes privados de sus derechos, ella necesitaría más del doble de su conteo de votos en 2012, una hazaña que parece casi imposible. Pero nuevamente no olvidemos que muchos también subestimaron a Donald Trump.