Este artículo apareció originalmente en The Conversation.
Los lanzamientos norcoreanos de misiles la semana pasada son una advertencia temprana de que la estrategia en Asia de la administración de Trump podría terminar disparando la siguiente guerra importante del mundo.
Espoleado por los lanzamientos, el secretario de estado Rex Tillerson visitará Japón, Corea del Sur y China esta semana. Pero las actividades nucleares y de misiles de Pyongyang no son la prioridad de Trump en Asia.
Para Trump y su “círculo íntimo” de asesores, como Steve Bannon, la principal preocupación es la economía. Trump y su equipo ven que los déficits comerciales de EE.UU., concentrados en Asia, drenan la riqueza de EE.UU. y amenazan su seguridad nacional. Trump afirma que está listo para redefinir los lazos económicos de EE.UU. con las principales economías de Asia.
Sean cuales sean los méritos de esta meta, según mi experiencia en el Consejo de Seguridad Nacional, en el Personal de Planeación de Políticas del Departamento de Estado y como investigador invitado en la Universidad de Pekín, creo que es peligrosamente defectuosa como base para la estrategia de EE.UU. en Asia. Asia hoy es más económicamente interdependiente que cualquier otra parte del mundo. También tiene desafíos serios en cuestión de seguridad. Además de las posturas competitivas en la península coreana, estos desafíos incluyen el aumento en las disputas en los mares de China Oriental y Meridional.
Pero no hay un mecanismo que una a EE.UU. y sus aliados asiáticos con China para manejar estos problemas a través de la diplomacia multilateral.
Esto aumenta los riesgos de que los desafíos regionales a la seguridad se conviertan en conflictos armados. La devastación que tales conflictos provocarían en el bienestar mundial hace que sea un imperativo el que Washington y los principales actores regionales creen un marco de seguridad efectivo. Me preocupa que la estrategia de Trump ignore este imperativo.
Trump y el déficit de diplomacia en Asia
Los programas nuclear y de misiles de Pyongyang enfatizan los peligros que derivan de la falta de un mecanismo regional de seguridad en Asia. A Corea del Norte le preocupa crónicamente que su seguridad esté en riesgo. En consecuencia, toma acciones para desarrollar capacidades nucleares y de misiles que, desde la perspectiva de Pyongyang, podrían mantener a raya a EE.UU. y sus aliados. Pero la búsqueda de disuasión por parte de Pyongyang también aumenta los riesgos de que un conflicto convencional en Corea se intensifique a una guerra nuclear.
En mi valoración, Trump no ve la prevención de conflictos en Corea como un foco urgente. La retórica trumpiana enfatiza el “islam radical” y la inmigración ilegal como amenazas inmediatas para los estadounidenses. A través de este prisma, la guerra en Asia parece menos peligrosa directamente. La búsqueda norcoreana de misiles con capacidad nuclear incluso podría ser una palanca útil para hacer avanzar las metas regionales reales de Trump.
Las pruebas norcoreanas nucleares y de misiles le dan a Trump aberturas para “reasegurar” a Japón y Corea del Sur, en términos más obsequiosos de que los que sugirió su retórica de campaña, el compromiso de EE.UU. con la seguridad de ellos. Él ya lo ha hecho directamente y a través del secretario de defensa, James Mattis. La semana pasada, Trump desplegó las primeras unidades de Área Terminal de Defensa de Alta Altitud (THAAD, por sus siglas en inglés) en Corea del Sur, las cuales supuestamente pueden interceptar las ojivas norcoreanas.
Parece que Trump está jugando con estas acciones para buscar más inversión japonesa y coreana en Estados Unidos. Él también quiere entendimientos en la valuación de divisas y un comercio bilateral más equilibrado.
Con China —un importante socio económico pero no un aliado— Trump busca apalancar el poder militar de EE.UU. y otras ventajas coercitivas para arrancarle concesiones comerciales y monetarias.
Con este fin, Trump busca aumentar la presión sobre China expandiendo la postura militar regional de EE.UU. Las pruebas de armas de Pyongyang crean las aperturas para hacer eso. Al momento, a Beijing le preocupa que los despliegues THAAD en Asia finalmente pudieran amenazar las capacidades de defensa y disuasión de China.
Pero la estrategia de Trump no da una solución a los problemas de seguridad asociados con el desarrollo nuclear y de misiles de Corea del Norte.
Resolver el problema de Corea del Norte
Como lo han aprendido administraciones estadounidenses anteriores, no hay una opción militar preventiva contra las capacidades nucleares y de misiles de Corea del Norte. Atacarlos dispararía la destrucción de Seúl mediante artillería convencional norcoreana.
Tampoco funcionará decir que el problema debe resolverlo China.
Beijing está cada vez más disconforme con los despliegues nucleares y de misiles de Corea del Norte. Pero hay 30,000 soldados de EE.UU. en Corea del Sur hoy día. En tal escenario, Beijing no aceptará una extensión efectiva de Corea del Sur, aliada de EE.UU., en su frontera con China. Esto podría permitir el despliegue de decenas de miles de soldados estadounidenses en esa frontera. Por lo tanto, Beijing nunca presionará a Pyongyang de una manera que ponga a Corea del Norte al borde del colapso, sin importar cuánto lo quiera Washington.
Si Trump quisiera resolver el problema de Corea del Norte, él buscaría lo que China propuso la semana pasada: una diplomacia dual destinada a “desnuclearizar la península por un lado y establecer un mecanismo de paz por el otro”. Inicialmente, esto implicaría una “suspensión por suspensión”. Pyongyang detendría sus pruebas de armamento; Washington y Corea del Sur detendrían sus ejercicios militares conjuntos.
Las partes entonces podrían negociar más cuidadosamente. EE.UU. y sus aliados buscarían una Corea sin armas nucleares. Para Pyongyang y Beijing, la desnuclearización vendría de la mano de un “mecanismo de paz” y un tratado de paz entre EE.UU. y Corea del Norte.
Pero la diplomacia dual comprometería a EE.UU. a un enfoque cooperativo con la seguridad asiática. Y ello no ayudaría a Trump en la búsqueda de sus metas económicas. En un Asia estable, ¿cómo apalancaría Trump el poderío militar para extraer concesiones económicas de sus aliados o de China?
A menos que haya cambios importantes en la estrategia de Trump en Asia, Corea del Norte posiblemente siga desarrollando su disuasión estratégica. Esto continuará aumentando los riesgos de que un conflicto convencional en la península coreana se convierta rápidamente en una guerra nuclear.
China reacciona deliberadamente a lo que ve como políticas provocadoras de EE.UU. El Presidente Xi quiere una cumbre con Trump antes de la cumbre del G20 en julio. Funcionarios y analistas chinos también dicen que Xi quiere mantener las relaciones sino-estadounidenses relativamente estables durante el 19º Congreso del Partido este verano. El Congreso aprobará el segundo período de Xi como líder máximo de China. Xi quiere ser visto como un representante firme de los intereses chinos en un orden mundial todavía influenciado significativamente por Washington.
Mientras tanto, a China tal vez no le importe si Trump renegocia las relaciones económicas de EE.UU. en Asia, en especial siempre y cuando esto suceda a expensas de los aliados de EE.UU. Pero si Trump sigue construyendo lo que China ve como una postura militar regional más robusta y finalmente ofensiva, Beijing responderá.
China apalancará sus propios lazos económicos y políticos con aliados de EE.UU. en Asia para limitar y minar la estrategia de Trump. El presidente sudcoreano Park Geun-hye, recientemente impugnado, probablemente sea remplazado con una figura progresista que apoye el compromiso con Pyongyang y más enfoques multilaterales regionales en cuestión de seguridad. Esto podría colocar a Beijing en una posición para contener y finalmente revertir los despliegues THAAD de EE.UU.
En general, la estrategia de EE.UU. para Asia es poco probable que mejore la cooperación sino-estadounidense en seguridad. Más bien, es casi seguro que intensifique la competencia sino-estadounidense en seguridad.
Flynt L. Leverett es profesor de asuntos internacionales y estudios asiáticos, Universidad Estatal de Pensilvania.