Donald Trump, actual presidente de Estados Unidos, puede causar coraje, temor y asombro, pero jamás indiferencia.
El escritor Juan Villoro considera que la llegada del magnate de los negocios al escenario político mundial, revela los errores del periodismo como negocio y ejercicio a nivel internacional, además de colocarlo ante una urgencia de transformación.
Durante su visita al Centro Cultural Tijuana (Cecut), explica que “la tragedia de que Trump sea presidente” puede servir como un detonante para que México analice sus problemas estructurales y para diversificar su política exterior a partir de soluciones mucho más radicales y sobre todo más duraderas.
A lo largo de la historia de las civilización contemporánea, uno de los principales enemigos de los políticos ha sido la prensa, por representar una de las contrapartes del gobierno.
Hoy se libra una nueva batalla entre el presidente número 45 de Estados Unidos y los medios de comunicación. Puede que este último se encuentre en amplia desventaja.
Como refiere Michael Foxx, en el artículo “Why the media keeps losing to Donald Trump” de Newsweek, hay una insana obsesión entre el presidente de Estados Unidos y los medios de comunicación. Una que no se daba desde Richard Nixon.
Y es que mientras la estrategia de los medios, es mostrar a Trump como un inepto y cobarde sociópata, este intenta demostrar que los periodistas son mojigatos o hipócritas sin remedio, quienes han perdido contacto con la nación y alimentan rencores personales.
Wolff indica que la actitud de ofensa que los medios en Estados Unidos tomaron en repetidas ocasiones durante la campaña del republicano, —y posiblemente hasta hoy— no tuvieron efectos perceptibles y que al contrario, esta sensación de daño, ayudó a Trump.
Por su parte, Villoro, quien también es maestro de la fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), entiende que el periodismo ya no es viable como modelo de negocios independientes exclusivamente como periódicos, y esto puede deberse al reto que impuso Internet con el tráfico de grandes cantidades de información, vía blogs y redes sociales.
Esta revolución no solo ha permitido la democratización y libre circulación de contenidos, sino que conduce a una distorsión de la verdad.
“No es casual que la palabra que escogió el diccionario Oxford para el 2016 fue “posverdad”, explica Villoro.
No todo está perdido. El autor dice que la profesión periodística aún sigue siendo útil: “Yo creo que la necesidad de contar historias sigue ahí, la necesidad de buscar la verdad es cada vez más urgente, pero tenemos que encontrar nuevas maneras de hacerlo porque los medios tradicionales ya no tienen el mismo alcance.”
Así, uno de los retos más urgentes es establecer patrones de credibilidad, debido a un periodismo que según Juan Villoro, “se ha vuelto bastante complaciente”.
La ironía es que la transformación se debe dar en un escenario digital porque, como explica Villoro, vivimos una época en la que el presidente de Estados Unidos es el principal tuitero del planeta.
“¿Quién puede argumentar con calma en 140 caracteres?”, cuestiona Villoro, ya que Twitter, —una de las principales plataformas de redes sociales— ha sido también el escenario de falsas polémicas.
“Este exceso de datos puede causar un cortocircuito, y de pronto no sabemos cómo filtrar la información, no sabemos cómo clasificarla. Es algo que tenemos que ir aprendiendo con la sobreoferta que tenemos de estímulos informativos.”
¿Y dónde queda el criterio? Juan Villoro entiende que México cayó en un abuso en el periodismo de declaraciones. “Esto también ha permitido que los políticos consideren que es más importante declarar que gobernar”.
Una solución, considera, es la creación de protocolos para evitar caer en las provocaciones y “rifirrafes” que ocurren en las redes, y que el periodismo deje de ser la caja de resonancia de la distorsión mediática digital.