CUANDO ERA UN JOVEN ESTUDIANTE y crecía leyendo libros de historia, parecía que todas las guerras tenían un ganador. Pero en las guerras de hoy cada vez está más claro que nadie gana. Todos pierden.
No mires más lejos que el horrendo derramamiento de sangre en Siria. Un conflicto en un país está creando inestabilidad a escala mundial. Años de lucha brutal han traído caos a toda una región, cuyos tremores se sienten en todo el mundo. Décadas de desarrollo económico han sido revertidas. Millones de niños y jóvenes son vulnerables al ciclo de despojo, subdesarrollo, radicalización y conflicto.
Alrededor del mundo, los conflictos se han vuelto más complejos e interconectados y han producido violaciones crasas de la ley humanitaria internacional y abusos de derechos humanos. La gente huye de sus hogares a una escala que no se había visto en décadas. El terrorismo mundial amenaza toda la región. Mientras tanto, el cambio climático, el crecimiento demográfico, la urbanización rápida, la inseguridad alimentaria y la escasez de agua se suman a las tensiones e inestabilidad.
La limitación más grande de la comunidad internacional hoy es su fracaso en evitar conflictos y conservar la seguridad mundial. Como secretario general de Naciones Unidas he hecho un llamado por un aumento en la diplomacia por la paz y pedí que 2017 sea un año por la paz.
Naciones Unidas nació de la guerra. Hoy debemos estar aquí por la paz.
Evitar conflictos significa regresar a lo básico: fortalecer instituciones y construir sociedades resistentes. Ya que muchos conflictos surgen del desapoderamiento y la marginalización, ello significa poner el respeto a los derechos humanos en el centro de la política nacional e internacional. Significa proteger y empoderar a mujeres y niñas, uno de los pasos más importantes del desarrollo sostenible.
Donde ya hay guerras en marcha, necesitamos mediación, arbitraje y creatividad diplomática apoyada por todos los países con influencia. Los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU deben estar a la altura de sus responsabilidades. Naciones Unidas —y yo, personalmente— estará lista para comprometerse con la resolución de conflictos doquiera y cuandoquiera que podamos ser de valía. Al mirar adelante debemos asegurarnos de que los países no tomen el camino de la inestabilidad y el conflicto, sino que arreglen sus diferencias pacíficamente, beneficiando a la gente y al planeta.
La ONU ha dado pasos importantes para lograr esto en años recientes. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, adoptada por líderes mundiales hace dos años, es un plan de acción para hacer nuestro mundo más equitativo, sostenible y vivible.
Para implementar este plan —y sus 17 Metas de Desarrollo Sostenible— necesitamos ampliar el círculo de acción para incluir a los gobiernos, las organizaciones bilaterales e internacionales y las instituciones financieras internacionales. Colaboraciones con la sociedad civil, la comunidad empresarial y otros son críticas para tener éxito.
También estoy comprometido con asegurar que el sistema de la ONU se reforme y una para así proveer el apoyo al desarrollo que los Estados miembros necesitan para alcanzar estas metas.
Para que la ONU logre su propósito final y potencial, también debe cambiar. Es hora de que reconozcamos las limitaciones y reformemos la manera en que trabajamos.
Primero, debemos darles mayor coherencia y consistencia a nuestras acciones para construir y mantener la paz. Demasiado a menudo, las fuerzas de paz de la ONU enfrentan una tarea imposible en países que todavía están en guerra y donde no hay una paz real que mantener. Una mayor claridad conceptual y un entendimiento compartido del alcance de la preservación de la paz deben allanar el camino para reformas urgentes que creen un continuo esfuerzo, desde prevención y resolución de conflictos hasta preservación de la paz, construcción de la paz y desarrollo.
Segundo, debemos reformar la administración interna de la ONU mediante la simplificación, descentralización y flexibilidad. Naciones Unidas debe enfocarse en cumplir más que en el proceso, y en la gente más que en la burocracia. Estoy comprometido con construir una cultura de responsabilidad, de fuerte rendimiento administrativo y protección efectiva de los informantes.
La paridad de género también es crucial. Mi intención es asegurar que las mujeres asuman su lugar justo en altos puestos de la ONU, y crear una hoja de ruta clara con puntos de referencia y periodos de tiempo para reclutar más mujeres en todos los niveles de la organización.
Pero estas reformas vitales dependerán de la confianza entre los líderes, la gente y las instituciones, tanto nacionales como internacionales. Debemos ir más allá del miedo mutuo que está motivando las decisiones y actitudes en todo el mundo. Es hora de que los líderes escuchen y muestren que les importa su propia gente, así como la estabilidad y solidaridad mundial de las que dependemos todos.
Es hora de que todos nosotros recordemos los valores de nuestra humanidad en común, los valores que son fundamentales para todas las religiones y que forman la base de la Carta de la ONU: paz, justicia, respeto, derechos humanos, tolerancia y solidaridad.
Todos aquellos con poder e influencia tienen una responsabilidad especial de comprometerse nuevamente con estos ideales. Enfrentamos retos mundiales enormes. Solo pueden resolverse si trabajamos juntos.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek