LA ÚLTIMA VEZ que Juan Manuel Márquez peleó fue el 17 de mayo del 2014, en el Forum de Inglewood, California, fecha y lugar en los que derrotó por decisión unánime al estadunidense Mike Alvarado. Tras ese combate se manejaron un sinfín de posibilidades para el Dinamita: desde una pelea por el título mundial Welter y una función en el Zócalo de la Ciudad de México ante más de 50 000 espectadores, hasta un combate de despedida en Las Vegas contra un rival de categoría, como el puertorriqueño Miguel Ángel Cotto. Sin embargo, ese mismo año el tetracampeón mundial se lesionó la rodilla derecha y desde entonces no ha podido entrenar normalmente. Y si bien son muchos los que consideran que su carrera ya terminó —pese a que el mexicano no ha hecho un anuncio oficial de si continúa o no en el boxeo—, Juan Manuel prosigue con sus entrenamientos, aunque de manera esporádica y sin forzar la pierna.
Considerado en su momento como uno de los mejores boxeadores por la revista The Ring, Márquez conversa con Newsweek en Español en el gimnasio Romanza de la Ciudad de México, lugar en el que ha forjado casi toda su impresionante carrera: campeón del mundo en siete ocasiones y en cuatro diferentes divisiones.
A la pregunta de si con 43 años de edad y una lesión en la rodilla seguirá en el boxeo, Márquez responde con un quiebre de cintura y una mueca que parece un jab:“¿Cuánto va a durar la entrevista porque tengo que entrenar?”.
Luego retrocede un poco: “Vamos ahí saliendo, poco a poco, con rehabilitación. Está cediendo, aún truena la rodilla, pero lo importante es que no hay dolor, no hay inflamación, que es lo que se busca, pero tengo que ser paciente, ya que no me gustaría subir al ringsolo por subir o por dinero, sino hacerlo para dar una gran pelea y una gran demostración, que es algo que siempre me ha caracterizado”.
“La inactividad es el enemigo número uno de un deportista: pierdes el ritmo, pierdes la distancia”. Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
—¿Regresas o no? ¿Hay un futuro para ti? Se manejan muchas versiones…
—Se han manejado muchas cosas, desde una posible pelea de despedida en el Estadio Azteca o en el Zócalo, hasta una pelea con Cotto. Y si bien es cierto que han existido algunas pláticas, algunos acercamientos con su gente, no hay nada concreto. Todo depende de si regreso o no al boxeo, pues enfrentar a alguien como Cotto requiere estar al cien por ciento.
—¿A dos años y medio de la última vez que peleaste, ante Mike Alvarado, no estás desesperado o un tanto frustrado?
—Sí, claro que sí, recuerda que la inactividad es el enemigo número uno de un deportista: pierdes el ritmo, pierdes la distancia. Es solo que, aunque dejé de entrenar mucho tiempo, soy de los deportistas que cuando vuelven a entrenar agarran el ritmo rápido –tengo memoria muscular–, y por eso no me preocupo tanto si regreso al box.
—Más de 25 años de carrera, ¿cómo la calificarías?
—Ha sido una carrera de mucho sacrificio, de mucho esfuerzo en donde nadie me ha regalado nada: ni organismos (boxísticos), ni promotores, todo me lo gané por mí mismo, con mucho trabajo diario, no eludiendo nunca a ningún peleador o una contienda difícil.
Originario del barrio de Iztacalco en la Ciudad de México, se enfrentó a grandes boxeadores en más de 60 peleas profesionales: al imbatible estadounidense Floyd Maywheater Jr. y a los no menos temibles mexicanos Marco Antonio Barrera y Erick Morales, ambos tetracampeones mundiales. No obstante, fueron sus cuatro combates ante el filipino MannyPacquiao los que lo encumbraron como uno de los mejores pugilistas de todos los tiempos. Tres de esas cuatro peleas resultaron muy controvertidas debido a lo cerradas que fueron.
“Pienso que el ‘brinco’ que me catapultó al estrellato —por decirlo de alguna forma— fueron esas peleas con Pacquiao, porque en ese entonces él era el mejor libra por libra del mundo y ganarle quizá se dice fácil, pero me costó mucho trabajo”.
Los cuatro combates Márquez-Pacquiao tuvieron todos los ingredientes para hacer de ellos peleas épicas: mucha filigrana boxística de parte de ambos lados y, por lo demás, controvertidas.
Por esos cuatro combates, Juan Manuel Márquez ganó 18 millones de dólares, diez de ellos en la última (diciembre de 2012), a los que hay que sumar entre dos y tres millones más por concepto del pago por evento.
La primera se remonta a mayo de 2004, cuando ambos circulaban en peso pluma. Se trató de un cruento combate que llegó al término de los 12 episodios y en el que los jueces determinaron un empate (tiempo después, uno de ellos reconocería que se equivocó al calificar su tarjeta).
Cuatro años más tarde se volverían a ver las caras, esta vez en la categoría de superpluma, y la victoria correspondió de nuevo al Pac Man en lo que fue una controvertida decisión dividida.
El año 2011 dio paso al tercer y penúltimo capítulo de la rivalidad Márquez-Pacquiao. Fue un combate en el que los expertos concedieron un ligero dominio del mexicano, pero los jueces fallaron una vez más por el filipino. No obstante, muchos medios especializados —e incluso una encuesta a escala nacional realizada en Filipinas— vieron ganar al peleador azteca.
En los hechos Pacquiao continuó siendo el “rey” del boxeo, pero, paradójicamente, la simpatía del mundo se volcó hacia Márquez.
“Después de esa tercera pelea hubo una especie de comunión con la gente, que estaba indignada y enojada. Me veían en la calle y me decían: ‘¡Nos robaron otra vez!’”.
Se exigió entonces otra revancha, una más.
El 8 de diciembre del año 2012, en Las Vegas, Márquez y Pacquiao comparecieron por cuarta ocasión, pero eso no hizo desmerecer la expectación: la potenció.
En un principio, el combate resultó igual que los tres anteriores: dos peleadores estilísticos que no daban ni pedían cuartel y nunca retrocedían. Cuando llegó el tercer asalto, Márquez derribó a Pacquiao, pero en el cuarto el filipino hizo lo propio y comenzó a imponer condiciones.
Con la nariz rota y sangrante, Márquez salió al sexto episodio. Pocos segundos antes de terminar soltó un derechazo impresionante que mando a Pacquiao inconsciente a la lona; el réferi ni siquiera aplicó el conteo.
Fue un derechazo brutal o, dicho de otro modo, “el brazo de la justicia”, citando al gran cronista mexicano Antonio Andere, quien acuñó la frase el año de 1990 para describir el combate en el que Julio César Chávez, quien injustamente se hallaba abajo en las puntuaciones, soltó un providencial derechazo para noquear a Meldrick Taylor, a tan solo unos pocos segundos de concluir con la pelea que le dio una victoria que los jueces le estaban arrebatando.
En repetidas ocasiones, Márquez había señalado que para vencer a los jueces solo podría ganar noqueando a Pacquiao. Y así sucedió. En el imaginario colectivo, Márquez había ganado al menos dos de los tres anteriores combates, pero solo de esta forma podía disipar cualquier duda.
“Solo puedo decir que fue justicia divina. Todo el mundo vio las anteriores peleas, al final gané la más clara y contundente. Incluso se buscó y se pidió la quinta pelea, pero nunca se dio porque ya no era necesaria. Si la cuarta hubiera sido igual de controvertida que las anteriores, yo mismo hubiera firmado la quinta porque no me hubiera sentido bien conmigo mismo. Pero no hubo dudas. Cuando vi a Manny tirado en la lona, me dije: ‘¡Ahora sí, róbenmela si pueden!’”.
Ser ídolo en el boxeo es muy complicado. Muchos expertos apuntan que en México solo Luis Villanueva, Kid Azteca; Rodolfo Casanova, el Chango; Raúl Macías, el Ratón, y Rubén Olivares, el Púas, pueden ostentar ese calificativo, y quizás un escalón abajo se ubique a Julio César Chávez, quien si bien es quizás el mejor boxeador mexicano de todos los tiempos, siempre careció de ese ingrediente “extra” que se necesita para ser ídolo. Acaso Juan Manuel Márquez tampoco ingresa en el recinto de los inmortales, pero detrás de Chávez es el peleador más querido del pugilismo en México.
“Los promotores y los organismos solo ven por sus intereses: el pesaje, no les importa la diferencia en el tonelaje y el desgaste del peleador”. Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
—¿Qué impresión tienes del boxeo actual, de los campeones mexicanos y, en particular, de Saúl Álvarez, el Canelo?
—Mira, en el caso del Canelocreo que está tomando la estafeta. Es un buen peleador, pero sigue sin convencer a mucha gente. Creo que si derrota a Gennady Golovkin (campeón mundial medio del CMB) será su paso definitivo para disipar dudas y, ahora sí, convencer a los aficionados. Mucha gente no cree en él porque considera que han manipulado su carrera para impulsarlo.
—¿Hay una crisis en el boxeo de México, corrupción?
—Sí, creo sí, estamos un poco en crisis, ya que el boxeo es un deporte que nos ha dado muchas satisfacciones, pero hacen falta más, y ante la crisis se enfocan en pocos peleadores. Pero llegará el peleador que dé el “brinco” importante para ser la próxima figura de nuestro país. En cuanto a corrupción a mí nunca me ha tocado ver negociaciones o compra de jueces, pero lo he vivido: en la tercera pelea con Pacquiao las apuestas estaban 12 a 1 a favor de él y se especulaba que, si yo ganaba, Las Vegas iba a quebrar con pérdidas de 1200 millones de dólares. Y ya conoces el resultado.
Llegado a este punto, Juan Manuel Márquez cambia de guardia y enfoca sus “puños” para atacar a los organismos boxísticos y a la corrupción que campea en México: “Los promotores y los organismos solo ven por sus intereses: el pesaje, no les importa la diferencia en el ‘tonelaje’ y el desgaste del peleador, solo están interesados en sacar adelante su función, sin medir las consecuencias. Hay tanto dinero involucrado que es lo único que les interesa, sin importar la salud del peleador. Y en la política es igual”.
—¿Te ha decepcionado México?
—No, el país nunca me ha decepcionado: me ha decepcionado la gente que se encarga de dirigirlo —y no te quiero decir nombres ni puestos—. En general la política me ha decepcionado, pero eso ha sido de siempre, no solo de ahora. Como dice el dicho: “Como México no hay dos”, y a mí me encanta vivir aquí pese a su inseguridad y corrupción, pero su gente es mejor que eso y lo hace algo especial.
—Criticas la política mexicana, pero en ella está un amigo tuyo, Cuauhtémoc Blanco, alcalde de Cuernavaca y quien ha sido cuestionado por la prensa y los ciudadanos por cobrar a cambio de contender por la alcaldía.
—Cuauhtémoc es mi amigo y lo estimo, y no me gustaría opinar porque no conozco bien esa situación, prefiero destacar lo gran deportista que fue. En cuestión de su chamba prefiero no meterme, ellos sabrán qué hacer y qué decir, solo puedo agregar que le deseo suerte y que le ponga mucho empeño.
Sin embargo, tras bajar la guardia, el DinamitaMárquez levanta los puños y vuelve a la carga, olvidando, acaso, que su victoria sobre MannyPacquaio la dedicó a Enrique Peña Nieto: “Eso es malo, que los partidos políticos se aprovechen de la imagen de una persona que acarrea gente y lo peor es que la gente cree que puede cambiar las cosas, pero desgraciadamente no sucede así”.
—¿Y si te ofrecieran un cargo político?
—No, no lo tomaría, estoy casi seguro, pero tampoco me gustaría asegurarlo tajantemente. Si hoy me preguntas, sin pensarlo te digo que no.
Independientemente de si tiene lugar o no la pelea del retiro, el adiós está cerca y eso lo sabe muy bien el campeón mundial de la década para la OMB, quien pese a todo no considera continuar en el boxeo.
“Tengo un restaurante (La Casa de Márquez) y, la verdad, no me llama la atención poner un gimnasio. Me gustaría ser empresario restaurantero y también dedicarme a los bienes raíces, eso me llama más la atención”.
La campana suena. Juan Manuel Márquez regresa a su esquina. Como en sus peleas con Pacquiao sus expectativas están divididas. Solo él sabe si volverá un día a lanzar más golpes.