En los últimos días previos a las elecciones, la nominada demócrata a la presidencia, Hillary Clinton y su compañero de cédula, Tim Kaine, están hablando de las armas. Esto es notable, porque es algo que probablemente no habría ocurrido en temporadas electorales pasadas. No obstante, a la zaga de varios tiroteos masivos de alto perfil en Estados Unidos, los demócratas –e incluso algunos republicanos- han dejado de considerar la defensa de una legislación armamentista estricta como un riesgo político.
Aunque Clinton es emblemática de ese cambio, la realidad es que, de resultar electa, es posible que no pueda hacer mucho para impulsar el control de armas más allá de las medidas adoptadas durante la administración Obama.
Nadie puede argumentar que Clinton esté ganando la carrera presidencial de 2016 debido a su postura firme contra las armas, pero es importante señalar que tampoco estáperdiendo a consecuencia de esa postura. El 8 de noviembre será la primera elección presidencial desde la masacre de la Escuela Elemental Sandy Hook, ocurrida en diciembre de 2012, la cual dejó un saldo de 26 muertos, incluidos 20 niños. En abril, Clinton llevó su mensaje a Hartford, Connecticut, a unos 80 kilómetros al norte de donde ocurrió aquella tragedia. Y allí, habló junto con panelistas que han sido afectados por la violencia armada, incluida Erica Smegielski, cuya madre pereció en el tiroteo de la escuela. Clinton prometió que, como presidente, pugnaría por legislaciones más estrictas para las armas. “No he venido a hacer promesas que no pueda cumplir”, dijo. “Estoy aquí para decirles que, si tengo la suerte de ser su presidente, aprovecharé cada minuto de cada día para buscar los medios como podemos salvar vidas, como podemos cambiar la cultura de las armas”.
Clinton repitió esa promesa el lunes, cuando regresó a Ohio, un estado crucial donde está trabada en una lucha muy reñida con el nominado republicano Donald Trump. De pie junto a la ex representante Gabrielle Giffords, prominente defensora del control de armas desde que fue víctima de un tiroteo en su estado natal de Arizona, en 2011, Clinton recordó a los votantes sobre lo mucho que estaba en juego en estas elecciones y los previno del riesgo de que su rival se convirtiera en comandante en jefe. “Piensen en la diferencia entre elegir a un presidente que hará nada y un presidente que atacará la epidemia de la violencia armada en Estados Unidos”, advirtió, en el Parque Smale Riverfront de Cincinnati.
Como candidata, Clinton ha desarrollado una ambiciosa agenda para el control de armas, prometiendo enfocarse en lo que describe como una reforma de sentido común con la que se identifica la mayoría de los estadounidenses, al tiempo que respeta la Segunda Enmienda. “Tratemos de hacer que aprueben aquello en lo que todos están de acuerdo”, dijo a la Radio Pública de Nueva Hampshire, en enero. En otras palabras, Clinton ha prometido expandir el sistema de verificación de antecedentes criminales e impedir que obtengan armas los individuos con antecedentes de violencia doméstica, criminales, terroristas y demás que representan un riesgo para la seguridad pública.
Es un tema espinoso, considerando que la encuesta de agosto de Pew Research Center demostró que 90 por ciento de los votantes registrados que apoyan a Clinton y 75 por ciento de quienes favorecen a Trump desean verificaciones de antecedentes más estrictas, pero están divididos en la cuestión de si es más importante proteger el derecho de tener un arma que controlar la propiedad de armas. Clinton también se ha comprometido a expandir las acciones ejecutivas que anunciara el presidente Obama en 2013 y a principios de este año, las cuales incluyen explorar y promover una nueva tecnología para seguridad de armas, y contratar más de 230 agentes para el FBI que se ocuparán de procesar las verificaciones de antecedentes. Así mismo, la nominada demócrata quiere tomar medidas contra los fabricantes de armas vinculados con actividades criminales, incluyendo abrogar una ley federal que protege a dichas compañías de cualquier acción legal (una medida que apoyó Bernie Sanders, su rival en las primaras, y por la cual Clinton lo fustigó en repetidas ocasiones). “Es un asunto de derechos civiles y haré todo lo que esté en mis manos –legislar, regular, litigar- porque creo que nos hemos desviado del camino”, dijo Clinton aThe Chicago Defender, durante el verano.
Sin embargo, mientras el Partido Republicano (GOP) controle la Cámara de Representantes, Clinton no podrá promover en el Congreso ninguna legislación de armas sustantiva. Los republicanos del Capitolio ya han señalado que, de ser electa, pretenden bloquear, virtualmente, toda su agenda, y los representantes Jim Jordan (por Ohio) y Jason Chaffetz (por Utah) –por mencionar solo dos- han jurado que seguirán investigando el asunto de su servidor de correo privado cuando era secretaria de Estado. Es más, algunos republicanos han hablado, públicamente, de la posibilidad de convocar a audiencias de impeachment.
Incluso si los demócratas toman el control del Senado, eso no es garantía de que Clinton consiga cumplir con su lista de pendientes en política de armas. Como minoría, los republicanos aún serían una barrera muy alta que entorpecería su actuación en la presidencia. “No habrá actividad alguna en el control de armas”, predijo un asistente del senado republicano en un correo electrónico enviado aNewsweek, pidiendo el anonimato para expresarse francamente. Si el GOP perdiera el Senado, agregó el asistente, es improbable que los demócratas puedan reunir los 60 votos necesarios para superar las tácticas dilatorias contra cualquier medida en el tema de las armas. ¿Y si llegaran al extremo de anular las reglas de medidas dilatorias del Senado? “Aun así, nada pasará en la Cámara de Representantes, a menos que los demócratas también la controlen”, aseguró el asistente. Y este año, las probabilidades de semejante victoria electoral están en contra.
Clinton tampoco tiene muchas opciones en la rama ejecutiva. Obama ya ha extendido al máximo los límites de la autoridad ejecutiva en el asunto de las armas, y aunque Clinton pueda “hacer algunas cosas simbólicas”, dice Allan Ides, profesor de la Escuela de Leyes de Loyola, no lograría “hacer algo significativo” de manera independiente. Agrega que cualquier limitación al derecho de portar armas provocaría una demanda y terminaría por ser impugnada en la corte.
De manera que la esperanza de un cambio en las armas depende del poder de Clinton para designar funcionarios gubernamentales; y en particular, el reemplazo de Antonin Scalia, el finado juez de la Suprema Corte. El mayor temor del cabildo de las armas y sus aliados es que una Casa Blanca Clinton designe un “juez anti-armas en la Suprema Corte”, según las palabras de Jennifer Baker, la portavoz de la Asociación Nacional del Rifle. Semejante decisión podría echar por tierra la histórica decisión 5-4 de la corte en el casoDistrito de Columbia v. Heller. Redactada por Scalia, en 2008, la decisión de ese caso señero reconoció, por primera vez, el derecho individual del ciudadano promedio a tener armas para protección personal. Los defensores de las armas consideran queHeller es un impedimento legal para toda restricción potencial contra las armas en cualquier nivel gubernamental. Pero un nominado de Clinton podría presentar una moción para revocar el resultado.
La representante Elizabeth Esty, de Connecticut, señala también que Clinton podría designar nuevos dirigentes en la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, y en los Centros para Control y Prevención de Enfermedades, quienes cuestionarían la interpretación de la Enmienda Dickey, la cual limita la investigación en la violencia armada.
Cuando Newsweek preguntó a la campaña Clinton cuánto presionaría por una legislación más estricta para las armas si llegara a la presidencia, un miembro del personal envió por correo electrónico una lista de las declaraciones sobre las armas que la nominada expresó durante el trayecto de campaña, el año pasado. Sin embargo, ese miembro del personal no respondió a las preguntas de seguimiento deNewsweek respecto a cuán pronto debían esperar los estadounidenses que ocurrieran los cambios.
“El tema de las armas no es una inquietud de primer orden para la mayoría de los estadounidenses. No será un tema de primer orden para la administración Clinton”, informa Robert Spitzer, presidente del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Estatal de Nueva York, en Cortland. “Tienen demasiados asuntos qué atender, una ventana muy estrecha, y una situación difícil en el Congreso”. Hace poco, la retórica de Clinton sobre las armas ha perdido vigor; al menos, comparada con lo que fue durante la temporada de primarias –cuando frecuentemente la emprendía contra Sanders por su postura relajada en el tema-, excepto por unas cuantas frases en el trayecto de campaña y, más notablemente, apenas unos dos minutos durante los momentos iniciales del último debate presidencial.
Chris Murphy, senador de Connecticut y una de las voces demócratas más estentóreas en el tema de la violencia armada, concuerda con Spitzer. “Creo que será difícil lograr grandes cambios si los republicanos controlan las dos cámaras”, dijo aNewsweek. “Considero, por el momento, que los republicanos son demasiado lentos para cambiar en este tema”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek