Los votantes requieren bastante educación para ser capaces de juzgar a las personas a las que delegan el poder de tomar decisiones de gobierno y de evaluar la forma en que funciona su sistema de gobierno. Sin una educación adecuada en general, y específicamente con respecto a la democracia representativa, el sistema mismo se encuentra en riesgo.
Esta es la única razón por la que la jueza Sandra Day O’Connor, tras jubilarse de la Suprema Corte, dedicó tiempo y recursos a establecer iCivics.org, que se dedica a proporcionar contenido atractivo acerca del gobierno federal, y especialmente de las Cortes, a estudiantes de educación secundaria y preuniversitaria.
Esta también es la razón por la que varios abogados han trabajado juntos para establecer la Serie de Conferencias James Otis, en la que se reúnen estudiosos de alto nivel para debatir temas de actualidad frente a grupos de estudiantes preuniversitarios.
Y estas son sólo dos de las muchas ofertas que buscan llenar un hueco en la educación cívica y de gobierno en todo Estados Unidos.
Los artífices de la constitución estadounidense trabajaron para construir un sistema constitucional que impidiera los abusos de poder e hiciera que los representantes electos trabajaran al servicio del público (en lugar de hacerlo para sí mismos). La constitución está llena de mecanismos de verificación, contrapesos y límites sobre el ejercicio del poder en general.
Sin embargo, los constituyentes estaban conscientes de sus limitaciones y sabían perfectamente bien que los humanos tratarían de descarrilar el sistema de gobierno para servirse a ellos mismos. En esa época, tras la fallida redacción de los Artículos de la Confederación, lo último que creían era ser capaces de diseñar un sistema perfecto a prueba de fallas que pudiera servir inevitablemente al bien público. En lugar de ello, este sistema requeriría una cuidadosa atención para garantizar que el gobierno si viviera al pueblo.
La tarea que dejaron a las generaciones posteriores fue que se dieran cuenta cuando el sistema se descarrile. Cuando esto suceda, la obligación de esa generación es hacer que el sistema vuelva a rendir cuentas, o arriesgarse a que vuelva a evitar asumir su responsabilidad y a que se vuelva inviable.
Aunque existen enmiendas constitucionales que podrían fomentar la rendición de cuentas y eliminar parte de las argucias que intervienen en la legislación, como ha señalado repetidamente el catedrático David Schoenbrod en su visionaria obra, el pueblo ha sido el medio principal por el que Estados Unidos se ha corregido a sí mismo.
El arma más potente que posee el pueblo es la urna electoral. Uno de los descubrimientos más interesantes del ciclo electoral de 2016 es que existe una división educativa entre los votantes. Hillary Clinton supera de manera importante a Donald Trump entre los votantes con educación universitaria, mientras que Trump resulta más atractivo para los votantes de raza blanca y con un menor nivel educativo
Ella también tiene una importante ventaja en términos generales, así como entre la generación de los “millennials”.
Trump, aparentemente adaptando su mensaje a esta base electoral con menor educación, ha hecho declaraciones que indican que él no necesita respetar el sistema de gobierno de los constituyentes, por ejemplo, al decir que no reconocería la victoria de su oponente en caso de perder la elección. Pero si gana, aceptaría felizmente el resultado de ese sistema. Su aparente inclinación a respetar el sistema según el resultado es precisamente el tipo de asunción de poder que los constituyentes temían con justa razón y buscaron evitar.
El candidato también ha insinuado que sus partidarios podrían o deberían usar las armas contra Hillary Clinton, su rival. También en este caso, él defiende acuerdos con el gobierno que van más allá del sistema constitucional y caen en el área de la anarquía y del poder arbitrario y sin sustento. Sus declaraciones le habrían provocado pesadillas a los constituyentes.
¿Por qué los votantes de raza blanca y con un bajo nivel educativo están dispuestos a votar por Trump? La insatisfacción laboral es una de las causas, pero yo plantearía que esto se debe también a que estas personas no han recibido una educación adecuada como para comprender lo peligroso que sería Trump para la constitución en caso de lograr la presidencia.
También plantearía que el fracaso de su educación puede atribuirse a todo el país por no garantizar que todos los estudiantes reciban una educación adecuada, en particular con respecto al gobierno.
Si Trump ha hecho algo por Estados Unidos en este proceso electoral, ha sido colocar en primer plano las luchas y la insatisfacción de los ciudadanos con un bajo nivel educativo. No debería existir una división educativa en Estados Unidos. Todos los niños merecen una educación completa hasta el nivel preuniversitario, así como oportunidades realistas mediante una educación técnica o universitaria.
El enfoque en mejorar los niveles educativos para el bien de todos nosotros se aplica realmente a todos los estudiantes, no sólo a aquellos que están en riesgo de quedarse en un nivel educativo gravemente bajo. De hecho, existen sólidas justificaciones para aumentar la duración de la jornada y/o del año escolar, pues ni siquiera nuestros mejores estudiantes son los mejores del mundo. Este ciclo electoral deja claro que ya no podemos darnos el lujo de dejar la educación fuera de la mesa para millones de niños.
La Suprema Corte en el caso Wisconsin v. Yoder blithely razonó que el hecho de permitir que la comunidad religiosa Amish sacara a sus niños de la escuela varios años antes no planteaba ningún riesgo para el sistema de democracia representativa. La corte ya estaba equivocada en ese entonces, y lo está aún más ahora, cuando hay tanto más que aprender y dominar para ser un ciudadano totalmente funcional en esta complicada época, donde se hace un uso intensivo de la tecnología y los datos.
Las entidades religiosas que adoptan el razonamiento del caso Yoder de que la religión debería estar por encima de unos requisitos educativos mínimos no sólo dañan a sus propios hijos, como hemos explicado aquí, sino también al resto de nosotros.
Sin embargo, el problema del descuido educativo no se limita a las entidades religiosas. Existen estados completos donde una educación de calidad simplemente no es una prioridad lo suficientemente alta. Los estados en los que Trump lleva la delantera son precisamente aquellos que ocupan los peldaños más bajos de la escala educativa, como Alabama.
Ha llegado el momento de ser francos con respecto a la división educativa y resolverla. Nuestro futuro económico no es lo único que depende de ello, sino también el futuro de nuestra democracia misma.