En los últimos 20 años, los
seres humanos han destruido el 10 por ciento de las áreas naturales de la
Tierra, un área que equivale a más del doble de la superficie de Alaska.
Se trata de la primera
medición cuantitativa de las áreas naturales del mundo y de la proporción de
las mismas que se ha perdido, y a muchos científicos les sorprende la magnitud de
la pérdida.
Esto es pasmoso y
resulta claro que “no se ha hecho lo suficiente para proteger las áreas
naturales”, señala Hugh Possingham, investigador de la Universidad de
Queensland en Australia, quien no participó en la redacción del artículo,
publicado el 8 de septiembre en la revista Current Biology.
En el estudio se encontró que
las mayores pérdidas de áreas naturales han ocurrido en el Amazonas y en África
central, las cuales muestran una disminución de 30 y 14 por ciento,
respectivamente. Las pérdidas ocurridas en el Amazonas resultan especialmente sorprendentes:
desde la década de 1990, un área que equivale aproximadamente a la superficie
de Francia ha sido deforestada, quemada o destruida de alguna otra forma.
“Si esto continúa ocurriendo,
perderemos muchos lugares [invaluables]”, señala James Watson, el autor
principal del estudio, que trabajó en colaboración con la Universidad de Queensland
y la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre de Nueva York.
Ciertamente, aún quedan áreas
naturales en la Tierra, pero se encuentran en peligro, señala Watson. El equipo
encontró que 23 por ciento de las áreas de tierra (sin incluir los paisajes de
roca y hielo, como la Antártida) se componen de áreas naturales. Dichas áreas
se encuentran principalmente en América del Norte, el norte de Asia, el norte
de África y Australia.
Las áreas naturales se definen
como regiones no modificadas por el hombre, con una superficie de al menos
6,276 kilómetros cuadrados, un área mayor que la del Estado de Delaware.
Aunque la cantidad de tierras
protegidas se ha duplicado en los últimos 20 años, esta cifra debe aumentar mucho
más, debido a que el ritmo de la destrucción es mucho mayor, señala Watson.
Las áreas naturales son muy
importantes para preservar la biodiversidad y especies animales de gran tamaño
como las jirafas, los elefantes, los leones y otras. También conforman un
amplio porcentaje de los depósitos de carbono del mundo y son
desproporcionadamente importantes para limitar el cambio climático, afirma Watson.
Por ejemplo, casi una tercera parte de la biomasa del mundo está contenida en
los bosques boreales de América del Norte y Rusia, gran parte de los cuales
siguen siendo áreas naturales, mientras que el Amazonas constituye 38 por
ciento del total del mundo.
La destrucción de estos
lugares tiene un impacto enorme. Por ejemplo, los incendios provocados
intencionadamente en Borneo y Sumatra en 1997 liberaron enormes cantidades de
carbono, que equivalen a 10 por ciento del total de emisiones anuales derivadas
de actividades humanas.
Con frecuencia se pasa por
alto el hecho de que una gran parte de las áreas naturales, como las que se
encuentran en Australia, son hogar de algunos de “los pueblos más marginados de
la Tierra”, señala Watson, como los aborígenes. Estos pueblos originarios
generalmente no modifican mucho su entorno y dependen de éste para su
supervivencia, añade.
Watson señala que su esperanza
es que su artículo inicie una conversación sobre la protección de las áreas
naturales, la cual, hasta la fecha, ha sido relativamente
ignorada. “La verdad es que no se ha hecho mucho y tampoco se ha hablado acerca
de ello”. Y esto tiene que cambiar, afirma.
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Publicado en colaboración con Newsweek / Published in colaboration with Newsweek