Para cualquier artista resulta un reto abordar como su tema los textos sagrados de una fe con la que no coincide. Especialmente si se trata de un surfista ateo del sur de California que decidió crear una versión ilustrada del Corán, cuando la antigua tradición islámica se opone a retratar la forma humana. Pero eso es precisamente lo que Sandow Birk se propuso hacer. Y lo hizo. Su American Qur’an,de reciente publicación, es el tributo de un no creyente al mensaje de Mahoma.
Hace pocos años, a Birk —quien vive en Long Beach, California— se le ocurrió que los estadounidenses sabían muy poco del islam, aun cuando muchos de sus compatriotas sentían mucha animosidad hacia él. Su investigación del descanso perfecto lo llevó a países musulmanes como Indonesia y Marruecos, y le hizo ver que el islam no era la religión retratada en Fox News. Ahí supo que quería decirlo con su arte, pero no sabía cómo. Luego, en 2004, hizo una excursión surfista a Irlanda y, estando ya ahí, a la Biblioteca Chester Beatty en Dublín, donde se exhibía cierta cantidad de coranes ilustrados. En ese país católico Birk concibió cuál sería su proyecto islámico.
Publicado este otoño después de nueve años de arduo trabajo, American Qur’anes la visión de lo que Birk llama “el libro más importante del mundo” en las últimas dos décadas. Aun cuando concede de inmediato que “no [es] un erudito”, Birk trabajó a partir de una docena de traducciones del Corán, transcribiendo cada una de las 114 suras, o capítulos, a mano. El texto está en inglés, con una fuente prestada tanto de la tradición islámica como de la famosa cultura de grafiti de Los Ángeles. Cada página está ilustrada con una escena de la vida estadounidense moderna, fundiendo las palabras de Mahoma con tropos contemporáneos de una manera que es única y transgresiva, en especial considerando el aniconismo que marca al arte islámico (Birk nunca retrata a Mahoma en el libro).
“Me harté de que la gente me dijera lo que era el islam”, dijo Birk en una tarde reciente durante una presentación en el Museo de Arte Asiático en San Francisco. Enfrente de mí estaban sentadas varias rubias vestidas a la moda, incluida la galerista de Birk. Junto a mí había varias mujeres con el hiyab, escuchando a Birk —quien se ve bien conservado y saludable, más al tipo de Los Ángeles que a La Bohemia— hablar de la fe de ellas. Los mundos estaban chocando, en las célebres palabras de George Costanza. Pero de una buena manera.
Birk dice que él evitó cuidadosamente la erudición islámica al trabajar en su American Qur’an.“Estoy en terreno inhóspito, y recibo esta visión”, me dijo él con una cerveza después de su plática en el museo. Y doquiera que la visión lo llevaba, él iba. Por ejemplo, para la sura relacionada con el arca de Noé, dibujó una escena del huracán Katrina; otra página muestra la bomba en la ciudad de Oklahoma; otras más (sura 44: “Humo”) tiene al World Trade Center en llamas el 11/9. Pero también hay escenas cotidianas, de estadounidenses comunes, musulmanes o no, conduciéndose en sus trabajos y días. Por ejemplo, una sura sobre la Resurrección muestra un quirófano ajetreado; parte de la historia de José muestra una redada inmigratoria cerca de la frontera mexicana.
Birk dice que quería crear un “libro panestadounidense” que represente los 50 estados. Así que hay imágenes de la explosión de la mina Upper Big Branch en Virginia Occidental (sura 18: “La Cueva”) y de judíos religiosos en la ciudad de Nueva York (sura 45: “Arrodillarse”). Incluso hay una carrera al estilo NASCAR. Este es un libro sagrado que es muy católico con c minúscula, desafiando la idea de que el islam es una fe extranjera e inescrutable.
LABOR DE COBERTURA: Birk trabajó por nueve años para producir su versión de lo que él llama el libro más importante del mundo. Foto: Especial.
ENFOQUE ALGORÍTMICO DEL ARTE
La mayoría de la obra de Birk se ha enfocado en guerras extranjeras y locales, reales e imaginadas. In Smog y trueno: La gran guerra de las Californias (2000) fue una instalación “retratando una guerra imaginaria entre San Francisco y Los Ángeles”, con pinturas, mapas e incluso un falso documental de 45 minutos. El incesablemente referencial Birk creó pósteres de guerra que recordaban la imaginería patriótica de la Segunda Guerra Mundial (“¡Bombardeen la Bahía!”); una pintura es una referencia obvia a El rapto de las sabinas,de Jacques-Louis David, ligando así el destino de California con el de la Roma antigua.
Birk puede ser acusado de un enfoque algorítmico del arte: los expolios de la vida estadounidense de hoy filtrados a través de los tropos de antaño, con su habilidad para el dibujo inclinándose por el vocabulario de los pintores del pasado. Al reseñar una muestra suya en 2002, Ken Johnson, crítico de arte de The New York Times, advirtió que Birk “se arriesga al encarcelamiento por su propia fórmula conceptual”. Esta crítica ignora el hecho de que la fórmula es en extremo efectiva y resulta inmensamente placentera de observar. Por ejemplo, en 2001, Birk exhibió una serie llamada Encarcelado: visiones de California en el siglo XXI, para la cual pintó todas las 33 prisiones del estado. Las pinturas falsamente bucólicas recuerdan los paisajes notables de los naturalistas del siglo XIX como Albert Bierstadt, excepto que el ojo inevitablemente se aleja de los campos y arroyos hacia el alambre de púas y las torres de vigilancia de la Prisión Estatal de Pelican Bay o la Institución para Mujeres de California. El punto es obvio, pero las pinturas son demasiado bonitas para ser moralizantes (posteriormente llevó a cabo un proyecto de las prisiones de Nueva York, que fue el tema de la crítica poco entusiasta de Johnson).
A Birk le disgustó la presidencia de George W. Bush y sus incursiones en Irak y Afganistán. En 2007 exhibió Las depravaciones de la guerra,15 grabados sobre madera que creó en un estudio en Hawái. Recordando Las miserias de la guerrade Jacques Callot y Los desastres de la guerrade Francisco de Goya, los grabados retratan los campos petroleros ardiendo en Irak, la humillación de los prisioneros en Abu Ghraib y los veteranos estadounidenses heridos esperando ayuda afuera de un centro médico.
“Sería convenientemente irónico decir que hubo más planeación en este proyecto que en la invasión que retrata”, escribió Birk. “Pero en realidad fue igual de espontánea”.
Durante su presentación en San Francisco, Birk mostró una fotografía de una exhibición de varias de sus suras de American Qur’anen la Galería PPOW de Manhattan. En la imagen, un grupo de musulmanes hacen una genuflexión, rezando en el piso de la galería, una muestra de fe que también, más sutilmente, se ha convertido en arte de performance.
No es que Birk se haga ilusiones demasiado serias sobre su trabajo, que es arte sobre religión, no arte religioso. Por ejemplo, hizo que su esposa, Elyse Pignolet, artista de la cerámica, fabricara un mihrab, o nicho de oración, con la forma de un cajero automático, así honrando la noción de la fe a la par que la trastoca. Si este arte es blasfemo, lo es respetuosamente. Zareena Grewal, una erudita islámica, dice en su ensayo introductorio a American Qur’an:“Las sensibilidades estéticas de Birk simplemente son demasiado extrañas y demasiado diferentes” de las de muchos musulmanes “como para que ellos disfruten de su obra”. Grewal escribió que leer The American Qur’an“es una experiencia que hace pensar y disfrutable, pero no precisamente una religiosa”.
Cuando Birk empezó a exhibir suras completas en 2009, algunos musulmanes fueron escépticos, con un portavoz de una mezquita de Los Ángeles diciendo a The New York Times,al parecer sin haber visto la obra, que Birk estaba “malinterpretando el Corán”. Birk dice que tales preocupaciones desaparecieron rápidamente y que ha recibido muchos agradecimientos de musulmanes estadounidenses, quienes se sintieron difamados conforme Donald Trump y Ted Cruz competían por ser el más demagogo. En The American Qur’an,dice Birk, estos seguidores modernos del islam hallan afirmación e inspiración, una guía sorprendente y bien recibida para su fe.
Después de su presentación en el Museo de Arte Asiático, Birk se quedó para firmar copias de American Qur’an.Luego, él y yo caminamos al SFJAZZ Center, donde él y Pignolet crearon tres murales para rendirle homenaje a la historia del jazz, con sus tristes temas de opresión, migración y nostalgia por el hogar. La experiencia de los negros estadounidenses escapando del sur de Jim Crow estaba lejos de ser la de Birk. Pero eso no iba a detenerlo.
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Publicado en cooperación con Newsweek /Published in cooperation with Newsweek