La Reserva Nuclear de Hanford se ubica en las planicies al este de Washington, donde el estado se une con Oregón e Idaho. Esto es un campo abierto a través del cual los autos pasan rápidamente de camino a la costa del Pacífico o, a la inversa, para internarse más en el continente. El sitio tiene casi 600 millas cuadradas de área y en gran medida ha estado cerrado al público los últimos 70 años. Sin embargo, a finales del año pasado, se convirtió en parte del Parque Histórico Nacional del Proyecto Manhattan, lo cual permitirá a los visitantes pasear por el Reactor B, donde se produjo el plutonio de una de las dos armas atómicas soltadas sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial.
Esto fue un cambio esperanzador para un lugar que, por cuatro décadas, almacenó el arsenal nuclear estadounidense. Un total de nueve reactores operaron en Hanford, y aun cuando ahora están desmantelados, los reactores han dejado atrás 56 millones de galones de desechos radioactivos. El que un lugar tan contaminado con material radioactivo pudiera convertirse en parque era una señal positiva.
No tanto así, al parecer, pues reportes recientes indican fisuras nuevas en los tanques que contienen los desperdicios nucleares. Los trabajadores en el sitio también han enfermado, sugiriendo que la prisa por designar a Hanford como parque tal vez haya sido prematura.
Los 177 tanques subterráneos nunca fueron una solución permanente, y el gobierno ha contratado empresas privadas para construir una planta que solidificará los desechos y los preparará para su almacenamiento permanente y seguro. El proyecto costará la suma asombrosa de $110,000 millones de dólares, según cálculos, convirtiéndolo en lo que muchos creen que es el proyecto más costoso, y extenso, de remedio medioambiental en el mundo. Su terminación está a cinco décadas de distancia.
Cuando visité Hanford en 2013, la construcción de la Planta de Tratamiento de Desechos —la cual bombeará los residuos nucleares fuera de los tanques y los convertirá en una sustancia endurecida y parecida al vidrio— era lenta y llena de desafíos técnicos. Mientras tanto, los delatores acusaban que los contratistas privados habían desatendido la seguridad y las preocupaciones de ingeniería en su prisa por completar el trabajo. Los observadores por lo demás serios asociaban a la planta con un polvorín nuclear. “¿El Fukushima de EE UU?”, preguntaba el resultante artículo de portada de Newsweek.
La pregunta sigue perturbadoramente abierta. De los 28 tanques de doble pared más nuevos, ya se sabía que el AY-102 filtraba residuos tóxicos al suelo. Ahora se cree que un segundo tanque de doble pared, AY-101, también está filtrando, según un reporte de la agencia de noticias KING 5 de Seattle. Un memorándum de un contratista obtenido por la estación reconoce “la posibilidad de que el material sea desecho del tanque que ha filtrado de la pared primaria del tanque de doble pared”. Ese material posiblemente incluye isótopos radioactivos como cesio-137 y estroncio-90, aunque nadie sabe realmente la composición exacta del residuo en cada tanque. Pero todos están seguros de que su fuga es una mala señal para los miles que viven y trabajan en el área de las Tres Ciudades del estado de Washington.
Estas preocupaciones se agravaron todavía más a finales de la semana pasada cuando 11 trabajadores en Hanford enfermaron a causa de los vapores que emanan del AY-102, el tanque de doble pared con filtración.
Los trabajadores enfermos y las revelaciones sobre el segundo tanque con filtraciones posiblemente enfríen el entusiasmo por el poco probable regreso de Hanford a la naturaleza. Después de las revelaciones más recientes, un historiador en energía nuclear advirtió en el sitio liberal CounterPunch que “en Hanford tenemos la amenaza de una explosión radiológica o un acto terrorista que podría liberar más volúmenes de radiación de los que se liberaron en Fukushima… y diseminar la radiación a lo largo de la Costa Oeste y las montañas occidentales”.
Esto es un acontecimiento inoportuno para uno de los parques nacionales más nuevos de EE UU. Tal vez el gobierno federal fue despreocupado en su designación: es difícil disfrutar de la naturaleza cuando acecha la posibilidad de un desastre hecho por el hombre.