Ya
que los espermatozoides pueden vivir ente 24 y 36 horas después de la muerte de
la persona, cada vez son más las mujeres que buscan recuperar esperma de sus
parejas fallecidas para inseminarse y tener un hijo.
Sin
embargo, el método no es nuevo: en la década de 1970, el urólogo Cappy Rothman
realizó la primera extracción de esperma post mortem en Los Ángeles, California.
Ahora
cofundador y director de Cryobank, el banco de esperma más grande de Estados
Unidos, Rothman y su equipo han realizado alrededor de 200 intervenciones
quirúrgicas para extraer esperma en pacientes muertos.
Centros
de fertilidad alrededor del mundo realizan extracciones de este tipo; para ello
toman una muestra de tejido a través de una aguja que se inserta en los
testículos o retiran el epidídimo, donde madura el esperma.
Aunque
en Estados Unidos la ley le ha otorgado a los espermatozoides un rango de
protección superior al de la sangre, la médula ósea o los órganos, éste a veces
no está incluido en la legislación sobre tejido y donación de órganos.
De
acuerdo con la Sociedad Estadounidense de Medicina Reproductiva, la ausencia de
una normativa escrita le da a los médicos la libertad de aceptar o negar cualquier
solicitud de extracción de esperma.
En
Francia, Alemania, Suecia y Canadá la legislación prohíbe la extracción de
esperma post mortem; en Reino Unido únicamente se permite cuando el hombre dio
su consentimiento, mientras que en Israel basta el consentimiento de la viuda para
realizar la extracción.