Ropa usada, artículos de tocador y regalos con un valor no mayor a 100 dólares. Durante una década, estos eran algunos de los pocos productos iraníes a los que se les permitía ingresar en Estados Unidos, gracias a las agobiantes sanciones internacionales.
Pero cuando el acuerdo nuclear con Irán entró en efecto, en enero pasado, de repente se permitió que ese país reanudara las exportaciones de sus famosas alfombras persas y sus pistaches. Los iraníes también esperaban revivir la industria petrolera del país y obtener acceso a decenas de miles de millones de dólares en ingresos petroleros previamente congelados, que proporcionarían un muy necesario impulso a la economía. Quizá lo más importante era que los funcionarios estadounidenses garantizaron a Teherán que las inversiones extranjeras volverían al país, terminando finalmente con la condición de paria de Irán. “Tan pronto como suspendamos nuestras principales sanciones”, dijo en 2004 Wendy Sherman, la principal negociadora estadounidense, “el mundo fluirá hacia Irán”.
Actualmente, cerca de seis meses después de la implementación del acuerdo, Irán aún espera obtener esos beneficios. El país no puede acceder a la mayor parte de los 100 000 millones de dólares que tiene en bancos extranjeros. La razón: las leyes estadounidenses que no fueron incluidas en el acuerdo nuclear siguen siendo muy restrictivas. Los negocios extranjeros no se han materializado debido a que los grandes bancos comerciales europeos y asiáticos temen violar inadvertidamente esas sanciones estadounidenses no relacionadas con el tema nuclear y terminar enfrentando fuertes penalizaciones. Teherán está furioso y señala que Washington está evitando que el país vuelva a unirse a la economía mundial.
Irán desea que Estados Unidos relaje esas sanciones, pero ello requeriría una acción del Congreso, algo poco probable, especialmente debido a que incluso algunos demócratas no están de humor para revisar un acuerdo que muchas personas consideran fallido. En lugar de ello, los legisladores impulsan mayores sanciones, esta vez como castigo al programa de misiles balísticos de Irán. En Teherán, los partidarios de la línea dura, a quienes nunca les gustó el acuerdo nuclear, instan al presidente de tendencia moderada Hassan Rouhani a que lo descarte. “El espacio político está cerrándose”, afirma Tyler Cullis, experto legal en el acuerdo nuclear y en sanciones estadounidenses del Consejo Nacional Iraní Estadounidense, un grupo a favor de estrechar las relaciones entre ambos países. “El riesgo ahora es que [el presidente Barack] Obama dejará el cargo en seis meses, con lo que su logro característico de política exterior quedará en un terreno muy inestable”.
Teherán y Washington insisten en que están comprometidos con el acuerdo. Sin embargo, las preocupaciones de Irán y la posibilidad de que el acuerdo fracase resultaron evidentes en abril, cuando Valiollah Seif, gobernador del Banco Central iraní, realizó una infrecuente visita a Washington, aparentemente para asistir a las reuniones de primavera del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. En una reunión con el secretario del Tesoro Jacob Lew, Seif exigió más alivios a las sanciones. “Deben hacer todo lo necesario para cumplir con sus compromisos”, dijo el banquero iraní al público de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, un grupo de analistas con sede en Washington. “De otra manera, el acuerdo nuclear se desmoronará de sus propios términos”.
Quizá la mayor fuente de fricción sea una ley estadounidense que impide que Irán utilice el sistema financiero y el dólar de Estados Unidos, aun de manera indirecta. Dicha ley, promulgada en 2012, tenía como objetivo castigar a Irán por varios supuestos delitos: el programa de misiles balísticos de ese país, abusos a los derechos humanos y terrorismo patrocinado por el Estado. Dado que estos problemas no han sido resueltos, no hay prácticamente ninguna oportunidad de que el Congreso revoque la ley en un futuro próximo, señalan los expertos. En tanto dicho estatuto permanezca vigente, los bancos extranjeros que tengan fondos iraníes se mostrarán reacios a hacer negocios con el país.
EN EL MERCADO: Irán se ha quejado de que Washington impide que el país vuelva a incorporarse a la economía mundial. Foto: VAHID SALEMI/AP
En abril, el secretario de Estado John Kerry se reunió en Nueva York con su homólogo iraní, Mohammad Javad Zarif, para tratar de resolver algunos de estos problemas. Según se informa, ambos llegaron a un acuerdo según el cual varios bancos europeos procesarían la transferencia de alrededor de 6400 millones de dólares en pagos hechos por India a Teherán. De acuerdo con Cullis, el experto en sanciones contra Irán, el acuerdo también cubre la transferencia de ingresos petroleros de Irán inmovilizados en bancos asiáticos. Sin embargo, no queda claro si Irán recibirá el dinero en dólares o en alguna otra divisa.
El gobierno de Obama insiste en que las leyes estadounidenses no impiden que los bancos extranjeros hagan negocios con Irán en otras monedas, siempre que no traten con grupos iraníes sancionados, como las empresas ligadas a los Cuerpos de las Guardias Revolucionarias Islámicas (IRGC, por sus siglas en inglés). En las pasadas semanas, Kerry y otros funcionarios estadounidenses se han repartido por todo el mundo para ayudar a los banqueros extranjeros a comprender el laberinto de sanciones contra Irán y aclarar posibles penalizaciones. “No es tan complicado como algunas personas lo hacen parecer”, dijo Kerry a la prensa de Londres el 10 de mayo.
Sin embargo, hasta ahora, los principales bancos europeos y asiáticos no han logrado tranquilizarse. Muchos de ellos han pedido lineamientos claros por parte de Washington, de manera que no tengan que enfrentar penalizaciones como la multa de cerca de 9000 millones de dólares que el banco francés BNP Paribas pagó en 2014 por violar las sanciones estadounidenses contra Irán, Sudán y Cuba. Los funcionarios estadounidenses no proporcionaron ningunos lineamientos específicos y dijeron que, si los bancos tenían alguna pregunta, debían dirigirla a la Oficina de Control de Activos, perteneciente al Departamento del Tesoro y que es el organismo federal que supervisa las sanciones.
Los expertos afirman que los bancos se muestran reacios a hacer negocios con Irán también por otras razones. Mencionan las anticuadas leyes de Teherán relacionadas con el lavado de dinero, así como su falta de prohibiciones contra la financiación de terroristas y la corrupción. “Dado que existe una falta de transparencia, será difícil estar seguros de no tratar con algún organismo sujeto a sanciones o que participa en actividades ilícitas”, afirma Katherine Bauer, antigua especialista en Irán del Departamento del Tesoro.
Mientras Teherán espera a ver si el gobierno puede aliviar las preocupaciones de los bancos, los opositores al acuerdo nuclear siguen siendo tan volubles como siempre. Donald Trump, el presunto nominado republicano para la elección presidencial, califica de “asqueroso” el acuerdo y afirma que los negociadores que lo crearon son “incompetentes”. Hillary Clinton, la favorita demócrata, ha hecho más énfasis en las duras medidas que emprenderá para contrarrestar las políticas antiestadounidenses de Irán en lugar de expresar su apoyo hacia el acuerdo.
Mientras tanto, un influyente grupo de cabildeo, United Against Nuclear Iran (Unidos contra un Irán Nuclear), encabeza una importante campaña para desalentar a las empresas europeas de hacer negocios con Teherán, advirtiéndoles que podrían acabar violando las sanciones que aún quedan. En Capitol Hill, además de la presión para ejercer más medidas, una acción que, según los expertos, podría acabar con el acuerdo, algunos legisladores presionan a Boeing para que se retire de un presunto acuerdo para proporcionar a Irán aviones de pasajeros y otros servicios. “Los instamos a no ser cómplices de la probable conversión de aeronaves Boeing en aviones de guerra IRGC”, escribieron en mayo los legisladores en una carta dirigida a Dennis Muilenburg, director ejecutivo de Boeing. Y en un golpe más para Irán, los cultivadores estadounidenses de pistaches convencieron al gobierno de imponer un arancel de 200 por ciento a los pistaches iraníes, eliminándolos del mercado estadounidense.
A principios de este mes, conforme la controversia que rodea el acuerdo nuclear seguía girando, Kerry rechazó cualquier insinuación de que el próximo presidente pudiera eliminar dicho acuerdo. Quizá. Sin embargo, en este caso, Irán también tiene un voto. Y si las promesas del acuerdo siguen sin cumplirse, no resulta claro por cuánto tiempo los atribulados moderados del país podrán mantener vivo el acuerdo, al igual que el legado de Obama.
Así la situación… ¿Alguien quiere pistaches de California?
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Publicado en cooperación con Newsweek /Published in cooperation with Newsweek