Donald
Trump ha promovido una política inmigratoria xenofóbica desde el comienzo de su
campaña presidencial. Él declaró que México exportaba “criminales”, “asesinos”,
“violadores” y “narcotraficantes” a Estados Unidos.
Para
lidiar con esta situación, Trump anunció que construiría un muro a lo largo de
la frontera entre México y EE. UU., para el cual obligaría a México a pagar los
costos.
Como
sucede con la mayoría de las propuestas de Trump para “hacer a EE. UU. grande de
nuevo”, él ha hecho muchas promesas y dado pocos detalles. Sin embargo, en los
meses transcurridos desde el lanzamiento oficial de su campaña el 17 de junio
de 2015, los periodistas lo han obligado a dar algunos detalles del muro que
imagina, y más recientemente, The
Washington Post lo presionó para que diera una explicación general de cómo
iba a hacer que México pagara el muro.
El
muro de Trump representa sus ideas y tácticas de gobierno. Él simplemente ha
lanzado un pensamiento sin haberlo pensado meticulosamente. Como resultado, es
poco realista e inviable. Posiblemente cause más daño que bien. Ninguna persona
informada con quien he hablado cree que saldrá algún bien de dicho muro, aunque
no hay escasez de cosas malas que podrían ocurrir.
Tampoco
hay un clamor público por semejante cierre draconiano de la frontera sur de EE
UU. Según la más reciente Encuesta de Investigación Pew, sólo alrededor de un
tercio de los estadounidenses apoya la idea de un muro, con los republicanos
favoreciéndola predominantemente.
Pew
reporta: “Por casi dos a uno (63 por ciento contra 33 por ciento), los
republicanos y aquellos con inclinación republicana favorecen el construir un
muro a lo largo de toda la frontera entre México y EE. UU. En contraste, solo 13
por ciento de los demócratas favorecen construir un muro fronterizo, mientras
que 84 por ciento se opone”.
Esta
idea descabellada nunca deberá llevarse a cabo porque incluso si el muro pudiera
construirse, sería un monumento al aislacionismo y nativismo que Donald Trump
apoya, y difícilmente valdría el gasto, ya que no es una solución para los
problemas inmigratorios de la nación.
El muro fronterizo mexicano de Trump
La
frontera entre EE UU y México pasa por cuatro estados estadounidenses,
California, Arizona, Nuevo México y Texas. La frontera es un terreno
tremendamente diverso, desde aguas oceánicas (el Pacífico y el Golfo de México)
hasta áreas urbanas (por ejemplo, desde San Diego y Tijuana hasta Brownsville,
Texas, y Matamoros) dominadas por desiertos áridos. Pero dos ríos importantes
(el Colorado y el Bravo) cruzan la frontera desde EE UU hacia México que
también tienen tierras de cultivo, deltas y áreas montañosas accidentadas.
La
frontera se extiende por 3,201 kilómetros, y cada año, por lo menos 350
millones de personas la cruzan, ¡legalmente! Hay 35 ciudades fronterizas, con
45 cruces fronterizos y 330 puertos de entrada, sin mencionar que más de 12
millones de personas viven a lo largo de la frontera.
Diseñar
y construir un muro “hermoso y enorme” en este terreno complejo sería un
importante reto en ingeniería, y Trump no ha sido en absoluto consistente al
describir el muro que imagina.
Por
ejemplo, Trump dice que su muro tendrá “una puerta grande y hermosa” para que
los “buenos” puedan regresar, pero ¿cómo manejará esa puerta a los 350 millones
de personas que cruzan la frontera cada año, muchos haciéndolo diariamente?
Trump
ha descrito su muro tan bajo como 7.5 pies de altura y en otras veces tan alto
como 17 metros. A veces, su muro corre por toda la frontera; otras veces, solo
1,609 kilómetros, además de los 1078 kilómetros de cerco de acero en el que
los republicanos gastaron $2400 millones de dólares para mantener a los
inmigrantes ilegales fuera de EE. UU.
Es
claro que Trump promueve un concepto, no una propuesta real. Cuando uno mira
con detenimiento su idea, abundan los problemas difíciles, sino es que
imposibles. Para construir tal muro, tendría que renegociarse el Tratado
Fronterizo entre México y EE UU.
Todavía
más difícil será adquirir los necesarios bienes raíces que son de propiedad
privada (con los ampliamente impopulares procesos de extradición que requieren
años de litigio.)
Gran
parte de la frontera atraviesa tierras públicas propiedad de parques
nacionales, pero con 84 por ciento de los demócratas oponiéndose al muro, hay
pocas posibilidades de que el Congreso apruebe esta alteración ecológica,
ambiental y política de excelentes tierras salvajes estadounidenses, hogar de
incontables especies amenazadas y protegidas. El flujo y reflujo estacional de
los ríos Colorado y Bravo requerirá un muro diseñado para permitir que el agua
salga sin dejar entrar a la gente.
Por
supuesto, Trump deja de lado todos los problemas, y aunque él se resiste a que
lo acorralen con detalles, The Washington
Post recientemente lo hizo explicar cómo pagaría este proyecto. Sin
embargo, su explicación documenta aún más que esto es parloteo de campaña de
Trump para quienes son lo bastante ingenuos para comprarle sus políticas de
fantasía.
El costo del muro de Trump
La
afirmación de Trump de que obligará a los mexicanos a pagar por su muro plantea
dos problemas fundamentales: ¿cuánto costará? ¿Y cómo hará que los mexicanos
paguen por un muro el cual ellos han dicho —por lo menos el presidente actual y
uno anterior de México— que México no pagará?
Cuando
Trump discutió el costo de su muro en MSNBC, a principios de febrero de 2016,
él dijo que sólo se necesitaban 1,609 kilómetros gracias a las barreras
naturales, y estos costarían $8,000 millones de dólares.
Él
explicó que el muro se haría con cemento preformado, “probablemente elevándose
de 10 a 12 metros. Eso es alto; eso es un muro real. En verdad se verá bien. Se
verá, ya saben, tan bien como se va a ver un muro”.
Pocas
semanas después, Trump aumentó el costo a $10 000 millones de dólares y luego a
$12 000 millones de dólares. Pero ninguna de estas cifras de costos pudo ser
verificada por un verificador de información del Washington Post. El Post
calculó que el costo sería más bien de $25 000 millones de dólares.
El
Post también le preguntó a Trump
sobre su afirmación de que México pagaría el muro. Trump explicó su plan de
financiamiento a Bob Woodward y Robert Costa, reporteros del Post. Imaginándose un muro de 1609
kilómetros, Trump entregó un memorándum de dos páginas explicando que él sólo
buscaba “un pago único de $5000–10 000 millones de dólares” de México, el cual
Trump dijo que México estaría encantado de pagar porque si no lo hiciera, como
presidente él usaría sus poderes ejecutivos para interrumpir el flujo de miles
de millones de dólares en remesas que los inmigrantes envían a sus hogares en
México, una interrupción que diezmaría la economía de México. El Post reportó que casi “$25 millones eran
enviados a casa por los mexicanos”, y Trump afirma que “la mayor parte de esa
cantidad provine de inmigrantes ilegales”.
Inicialmente,
Trump dijo que usaría las disposiciones antiterroristas de la Ley Patriota de
EE UU para evitar las transferencias de dinero de Estados Unidos a México,
convirtiendo a los mexicanos pobres en el equivalente de terroristas para
bloquear sus remesas, lo cual limitaría a la economía mexicana.
Como
todas las políticas de Trump, cuando surgen problemas, él enmienda su pensar.
Trump reconoce que su interpretación de la Ley Patriota de EE. UU. tal vez no
tenga la aprobación judicial, así que añadió otros pocos planes de pago para
pagar el muro, como un aumento en las tarifas de “todas las visas temporales
emitidas a directores ejecutivos y diplomáticos mexicanos”, “aumentar las
cuotas en todas las tarjetas de cruce fronterizo, de las cuales se emiten
alrededor de 1 millón a ciudadanos mexicanos cada año”, “aumentar las tarifas
de todas las visas de trabajadores del TLCAN de México” y “aumentar las tarifas
en los puertos de entrada de México a Estados Unidos”.
En
otras palabras, será el pueblo mexicano —no el gobierno— quien pagará el muro
de Trump.
Lo absurdo de todo ello
Por
supuesto, el muro de Trump está conectado a su plan de deportar a 11 millones
de inmigrantes ilegales en Estados Unidos. Tan pronto los haya reunido —otra
propuesta imposiblemente compleja que nunca ha explicado del todo—, él quiere
mantener fuera a “los malos”, por ello el muro.
La
seguridad fronteriza es un problema real que los demócratas también han
reconocido. Hillary Clinton concuerda en que se necesita dar más seguridad a la
frontera, pero ella ve el muro de Trump como lo que es: pura labia y nada de
solución.
Sitios
web derechistas como The Daily Caller han publicado tablas mostrando el impacto
de los muros construidos en Europa para detener la inmigración. Pero las
fronteras porosas de Europa son muy diferentes de la nuestra, y las cercas sin
duda mantienen fuera a mujeres y niños, pero no a “los malos”, el objetivo de
Trump según sus palabras.
Brendan
Lenihan, ex oficial de la Patrulla Fronteriza de EE. UU. y quien ahora asiste a
la escuela de leyes, ve la politización de la seguridad fronteriza cuando
aborda los problemas ambientales correlacionados a lo largo de la frontera
entre Arizona y México. Lenihan dice que todo agente de la Patrulla Fronteriza
con quien él ha hablado sobre la seguridad fronteriza entiende que nunca podrá
haber un control total de una frontera.
Lenihan
cita estudios del Instituto Cato que observaron la frontera de la Guerra Fría
entre Alemania Oriental y Occidental, “la más fuertemente fortificada en la
historia moderna”, pero esta “fue atravesada exitosamente mil o más veces cada
año”. El estudio del Cato halló que
simplemente no hay manera de que un país
grande, abierto y democrático como Estados Unidos construya y mantenga defensas
fronterizas perfectas. Es difícil pensar en otro problema en el cual el debate
público está tan completamente en desacuerdo con lo que el gobierno puede
lograr realísticamente.
Construir
el muro de Trump sería un disparate costoso. No mantendrá fuera a “los malos”;
pero arruinará la ecología del suroeste de Estados Unidos. Dicho muro
ciertamente serviría como un monumento al pensamiento del estadounidense
desagradable de Trump.
Así
que antes de iniciar semejante proyecto, el Presidente Trump deberá ordenarle
al Servicio de Parques que cubra de negro la Estatua de la Libertad, porque su
bienvenida simbólica a los inmigrantes podrá declararse muerta cuando él
comience a construir un enorme muro Trump.
John Dean, columnista de Justia, es un
ex consejero del Presidente Richard Nixon.