“LA VIDA es un cabaret, viejo amigo, ven al cabaret” parecen cantar, con la voz ronca de la Minelli, los espejos del camerino del teatro El Vicio, el espacio de resistencia desde el que Las Reinas Chulas intentan cambiar al mundo desde hace 18 años.
Marisol Gasé, mientras se pinta los labios de rojo tono diva de Hollywood, explica que el cabaret es una manera de hacer crítica social y de encontrar gente que piensa lo mismo. “El cabaret que hacemos tiene un sello muy claro, tiene que ser divertido, feminista, que no discrimine, que no sea homófobo, un show inteligente”.
Preocupada por la realidad política y armada con sátira y humor, esta actriz, cabaretera, “artivista”, conductora del programa de radio El Weso, defiende los derechos de las mujeres y denuncia la violencia que atraviesa el país: “Los que tenemos la fortuna de tener un micrófono, un escenario, también tenemos la responsabilidad de decir: no está bien que nos maten, violen o secuestren…”.
—¿Cuál es el último espectáculo que estás presentando?
—Varios al mismo tiempo: La Banda de las Recodas; En la cama con John y Yoko, con Fernando Rivera Calderón, que empieza con el prejuicio de que Yoko sólo fue quien separó a los Beatles, pero luego llega Marisol y dice: “Este mundo machín, heteropatriarcal-hegemónico, falocéntrico… ¡se equivoca!”. También estamos reestrenando Doce dioses en pugna, un espectáculo para advertirle a los mexicanos que, ya sea a Mahoma, a Buda o a Jesús, no les queda más que rezar porque se los va a cargar el payaso.
FOTO: LUZ MONTERO
—¿Cuándo fue la última vez que te divertiste durante una función?
—El 8 de marzo pasado Las Reinas Chulas, AC, recibimos el premio Hermila Galindo, que entrega la Comisión de Derechos Humanos del DF. Nora Huerta y yo estábamos en la delegación Tlalpan presentando Su Frida y su Diego. Había unas 300 señoras que iban al mercado y de repente se sentaron a ver la obra. Diego no quiere que Frida se entere de lo horrible que está el país, así que le dice al público: “A mí me vale madres, no le va a doler el corazón más que la espalda, así que les imploro que le digan que todo está bien y que aquí hay unas señoras que se ganaron el Nobel”. Y entonces, cuando pregunté, “¿dónde están las del Nobel?”, unas seis señoras con su delantal y su bolsa del mandado, gritan: “Aquí, nosotras somos”. Ese es el público real, el que viene pasando y se queda a oír y a disfrutar, se ríe, grita y opina.
—Una de tus convicciones es que el arte tiene que ayudar a despertar conciencias. ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste frustrada por la apatía de la sociedad?
—Cada 5 de junio, recordando a los niños del ABC, 49 víctimas. Aunque nos juntemos 50 000 personas en el Zócalo, siento que no servimos de nada, no hay ningún resultado. Hay un abandono de la banda, de la sociedad civil, tendríamos que ser 5 millones de indignados en una ciudad de 20 millones de habitantes; taponear la ciudad completa, hasta que metan en la cárcel a todos los responsables; 49 familias destruidas y devastadas ¿y no vamos a hacer nada?
—¿Cuándo fue la última vez que te sentiste amenazada por ser mujer?
—Todo el tiempo, eso no para… el “piropo” de la calle. Hace dos días caminaba con mis perros y un cuate me dijo: “Mamacita”, y le grité: “Ven, no se siente bien”, y él se echó a correr. Si se hubiera acercado, quizá hubiera soltado a uno de mis perros. Pero no está bien tener que explicar que no quiero que me acoses.
FOTO: LUZ MONTERO
—¿Cuál fue la última vez que sentiste que había que buscar un equilibrio y nuevas formas de relacionarnos entre hombres y mujeres?
—Es una lucha diaria porque el amor romántico y cuidar al otro también es algo que traemos dentro. Supongo que una feminista radical no podría vivir en mis zapatos. Lo esencial es mucha comunicación con la gente que está alrededor para decir: esto es violencia, esto me va a lastimar, cómo lo cambio. Para mí el feminismo es una invitación abierta a participar. Conozco muchos hombres feministas que quieren contribuir en el cambio para estar mejor todos. Imagínate, quitarles la carga a los hombres de que tienen que ser proveedores, romper con el estereotipo y entre todos construir.
FOTO: LUZ MONTERO