UN BRILLANTE DÍA DE INVIERNO en el pueblo japonés de Nagoro, un grupo de muñecos de tamaño natural permanece silenciosamente de pie en una parada de autobús en una ruta cancelada desde hace mucho tiempo. Uno de ellos, vestido con un traje, arruga la frente con permanente impaciencia. A sus 65 años, Tsukimi Ayano, el artista que los construyó, es uno de los más jóvenes entre los 35 lugareños que quedan en Nagoro. Elaboró cada uno de los muñecos de manera que se pareciera a algún antiguo residente que hubiera muerto o se hubiera mudado. Ahora, sus muñecos superan en número a sus vecinos.
Los muñecos son un recuerdo de una época antes de que la población de la nación empezara su atropellado descenso y el campo se vaciara, dejando unos 10 000 “pueblos fantasma” desmoronándose lentamente. Japón tiene la población más vieja del mundo y la segunda tasa de natalidad más baja. Los nuevos datos del censo en febrero muestran que la población se reduce alrededor de un millón de personas cada cinco años. Se espera que la población disminuya un tercio en los próximos 50 años, y por consiguiente, “la sombra de un colapso económico se cierne sobre la sociedad japonesa”, de acuerdo con el Centro Japonés para la Investigación Económica. Para enfrentar este sombrío pronóstico, el gobierno alienta a las personas a tener hijos, subvencionándolo todo, desde las citas rápidas hasta las guarderías. Pero hasta ahora, esos programas no han tenido mucho éxito.
Dado que el margen de acción se reduce cada vez más, los defensores de los derechos de las mujeres advierten que, ahora, los políticos tienen como blanco los derechos reproductivos como una manera de aumentar la tasa de natalidad. “Todo este movimiento de tener más bebés podría dar como resultado una prohibición del aborto y de las elecciones reproductivas”, señala Tomomi Yamaguchi, profesora adjunta de antropología de la Universidad Estatal de Montana. Afirma que el mayoritario y conservador Partido Liberal Democrático (PLD) impulsa medidas para ir reduciendo la relativa libertad reproductiva de las mujeres japonesas. Japón legalizó la píldora anticonceptiva apenas en 1999, siendo el último estado miembro de la ONU en hacerlo. El aborto es ilegal, pero hay una exención por privación económica, argumentó que es esgrimido por la mayoría de las 200 000 mujeres que se practican abortos cada año en Japón.
“La regla es que una persona únicamente puede practicarse un aborto si no tiene el dinero para mantener al niño, pero en realidad hacemos el procedimiento para quienquiera que lo necesite”, señala la Dra. Yoshiko Onishi, de la Clínica Femenina de Parkside Hiroo en Tokio. Esa clase de acceso fácil podría quedar restringido si se aprueba un nuevo proyecto de ley de salud para las mujeres, afirma Yamaguchi. “Es posible que el proyecto de ley suene muy bien por encima, pero en él se imagina a las mujeres sólo como personas que tienen hijos, y no hay nada que proteja su elección de no de tenerlos”.
Aunque el proyecto de ley no aborda el aborto de manera específica, Yamaguchi y otros temen que sea un primer paso hacia un cambio en la política que acabaría produciendo restricciones en los derechos reproductivos de las mujeres. El proyecto de ley solicita un aumento en la financiación e investigación de las afecciones relacionadas con el embarazo, como la endometriosis, los fibroides y la depresión, así como algunas enfermedades de la vejez, como la osteoporosis. Pero apenas menciona otros temas importantes de salud femenina, como la violencia sexual y los altos índices de enfermedades de transmisión sexual que existen en Japón, afirma Mari Miura, catedrática de Ciencias Políticas de la Universidad de Sophia en Tokio. “El propósito es muy claro: el Estado realmente necesita que nazcan más bebés”, dice.
Grupos feministas, como la importante organización Soshiren, han acusado al gobierno de pasar intencionadamente a las mujeres la carga de una economía en apuros bajo la apariencia de una legislación diseñada para ayudarlas.
El proyecto de ley no logró ser sometido a votación antes de que el Parlamento disolviera la última sesión, pero el PLD dice que la volverá a presentar este año. Su autora, la representante Takagi Emiko, declinó repetidamente nuestras solicitudes para una entrevista. Su partido ya ha presentado antes la idea de reducir las opciones reproductivas como una forma de incrementar la población. Haruko Ariumura, la ministra a cargo del empoderamiento de las mujeres, ha dicho que le gustaría prohibir el aborto, y en 2013, Seiko Noda, que ha sido miembro del Parlamento durante cinco periodos, escribió un editorial para uno de los periódicos más importantes de Japón, en el que defendía una prohibición al aborto para aumentar la tasa de natalidad. “Con 200 000 embarazos interrumpidos cada año, si tenemos la intención de contrarrestar la tasa de natalidad cada vez menor, entonces debemos empezar por allí”, escribió.
Los expertos en salud femenina criticaron duramente tales planes. “Es realmente una idea estúpida”, dice el Dr. Masato Takeuchi, de la Clínica Femenina Toho en Tokio. “Esta clase de pensamiento proviene de los ancianos de tendencia conservadora del gobierno, pero no creo que puedan imponer una prohibición completa”.
En junio, miembros del PLD abuchearon a Ayaka Shiomura, miembro de la Asamblea Metropolitana de Tokio, mientras hablaba acerca de las propuestas para ampliar las opciones reproductivas de las mujeres, gritando: “¡Apúrate y cásate!” y “¿Puedes dar a luz?” El exministro de Salud Hakuo Yanagisawa envió un mensaje similar cuando llamó a las mujeres “máquinas de hacer bebés” en un discurso sobre la disminución de la población.
El primer ministro Shinzo Abe se disculpó a nombre de su partido en ambos casos e impulsa lo que denomina un programa de “mujerconomía” que, en sus palabras, ayudará a resolver los problemas económicos de Japón al incorporar a más mujeres al mercado laboral.
Ya ha logrado cierto éxito: el año pasado, trabajaron 66 por ciento de las mujeres japonesas, un récord para el país, pero que todavía está por debajo de la mayoría de las economías avanzadas. Sin embargo, la verdadera historia la dicta el tipo de trabajo que realizan. La mayoría de ellas son “trabajadoras no regulares”, una amplia clase baja que hace los mismos trabajos que los “trabajadores regulares”, pero recibiendo menos paga y ningún otro beneficio. Algunas mujeres son enviadas a estos puestos cuando regresan de su licencia por maternidad; a otras se les asignan trabajos del “sistema flexible para empleadas madres de familia” desde el principio. Para empeorar las cosas, una escasez de guarderías (en abril, unos 23 000 niños estaban en listas de espera) hace difícil que muchas mujeres vuelvan al trabajo.
Sólo un puñado de mujeres está en puestos de liderazgo. Únicamente 9 por ciento de los directores japoneses son mujeres, en comparación con 43 por ciento en Estados Unidos. En 2003, Abe estableció el objetivo de incrementar esta cifra a 30 por ciento para 2020, pero en diciembre su gobierno anunció que reduciría ese objetivo a la mitad.
Mientras los responsables de la política luchan por encontrar soluciones, las jóvenes se dan cuenta de que ahora son responsables de incrementar la tasa de natalidad y ampliar la decreciente fuerza laboral. Nozomi Hasegawa, una estudiante de Ciencias Políticas de 21 años de la Universidad de Sophia University, en Tokio, que recientemente logró hacer sus prácticas profesionales en el prestigioso Financial Times,dice que ya lucha con estas presiones.
“Es algo en lo que pienso constantemente —dice—. Escucho acerca de lo importante que es tener hijos cuando una es joven, pero también de lo difícil que puede ser volver al trabajo después de la licencia por maternidad”.
A las feministas también les preocupan otros movimientos en el Parlamento, que está debatiendo si debe permitir que las mujeres mantengan sus nombres de solteras (después de un fallo de la Suprema Corte, según el cual los matrimonios deben usar el mismo nombre) y una propuesta para revisar la garantía constitucional de la igualdad de géneros. Pero no todo el mundo es pesimista. Kathy Matsui, jefa de estrategia en Japón de Goldman Sachs, cuya investigación dio forma al programa mujerconomía de Abe, dijo a un grupo de mujeres en Tokio que mientras la amenazante crisis económica obliga a que estos temas sean tratados abiertamente, pueden ocurrir grandes cambios.
“Japón no requiere una eternidad para cambiar; requiere una eternidad para decidirse a cambiar —dice—. Es una sociedad homogénea, y todos quieren integrarse a ella, así que una vez que se tome una decisión, los cambios ocurrirán muy rápidamente”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek