Gatos salvajes vagan por las calles desoladas y llenas de
escombros. El esqueleto oxidado de un automóvil calcinado permanece fuera de
una casa usada como fábrica de bombas; en su interior, el piso de la cocina
está atestado de partes de mortero y virutas de metal.
Casi un mes después de que las fuerzas especiales del
ejército iraquí recuperaron Ramadi de manos del grupo militante Estado
Islámico, las tropas iraquíes aún patrullan las calles y limpian edificios en
los que se han colocado trampas.
“Oficina de bienes raíces” reza un letrero de metal
escrito a mano que muestra el logotipo ahora familiar del Estado Islámico (EI),
una organización que actualmente se encuentra en retirada en Irak, pero que
está lejos de ser derrotada. Los oficiales de las fuerzas especiales iraquíes
con los que salgo a patrullar arrojan la señal hacia la calle vacía. Durante
los siete meses que tuvo en su poder a Ramadi, capital de la provincia de
Anbar, el EI se financió en parte vendiendo propiedades públicas, de acuerdo
con los residentes. En algunos lugares, castigó a antiguos oficiales de
policía, obligándolos a comprar de nuevo sus propias casas.
Tras el fracaso catastrófico de las fuerzas de seguridad
iraquíes ante el violento ataque del Estado Islámico en 2014, la recaptura de
Ramadi a fines de diciembre ha restaurado claramente la confianza.
“Actualmente, los iraquíes están conquistando territorios
por todas partes”, afirma el suboficial Hussein Youssef, que sujeta su
rifle en lo alto como si estuviera posando para un cartel de reclutamiento.
Youssef, de 26 años y originario de Nasiriyah, al sur de Irak, ha sido herido
cuatro veces y ha pasado un total de seis meses en el hospital desde que se
unió a las fuerzas especiales hace seis años. (Pocos días después de que nos
reuniéramos, la metralla lo hirió en la pierna cuando las fuerzas retomaban el
vecindario de Sarajiya, uno de los últimos reductos del EI en las afueras de la
parte oriente de la ciudad. Mientras un ingeniero trataba de desmontar una
bomba colocada en el camino, otras dos que estaban cerca de ella estallaron.)
En una casa en las orillas de Ramadi que sirve como centro
de operaciones táctico, el general de división Sami al-Aridhi, comandante de la
tercera división de las Fuerzas de Operaciones Especiales iraquíes, da su visto
bueno para un ataque aéreo de Estados Unidos en las orillas de la ciudad. La
radio cruje emitiendo coordenadas mientras un coronel iraquí en el centro, con
un inglés apenas acentuado, le responde a un oficial australiano que forma
parte de la coalición encabezada por Estados Unidos en la base aérea de
Taqqadum, a unos 38 km al sureste de Ramadi. El coronel le dice a Aridhi que el
blanco lo forman 12 hombres armados en las afueras de Ramadi, en una zona donde
no hay fuerzas amigas. Aridhi está de acuerdo con el ataque aéreo
estadounidense. “A veces ubicamos los objetivos, y a veces lo hacen los
estadounidenses, pero no lo atacan hasta que reciben nuestro permiso”, dice
Aridhi, un ex comandante del ejército iraquí que pidió regresar al campo de
batalla en 2008.
El coronel iraquí pertenece a una generación diferente.
Tras alcanzar el rango de coronel con pleno derecho a los 34 años de edad,
Akram pasó cuatro años entrenando en Estados Unidos. No quiere dar su apellido
o ser fotografiado, pero su comportamiento relajado y seguro, así como sus
pantalones y su camisa negra y sus botas para el desierto, recuerdan a las
fuerzas especiales estadounidenses. Afirma que dicho entrenamiento ha
continuado en Irak, y está valiendo la pena. Las fuerzas de seguridad iraquíes,
señala Akram, sin duda pueden combatir con éxito al Estado Islámico. “No es ni
siquiera un tema de opinión”, dice. “Lo estamos haciendo en el terreno.
Acabamos de tomar una ciudad”.
DÍA DE MERCADO: Ramadi ha visto choques entre el Estado
Islámico y las fuerzas de seguridad desde 2014, cuando este mercado fue
destruido en un ataque aéreo. FOTO: Ali Al-Mashhadani/Reuters
No fue fácil. Más de 40 elementos de las fuerzas
especiales y varios cientos de soldados rasos del ejército iraquí murieron en
esta última batalla por Ramadi. Los comandantes de las fuerzas especiales dicen
que mataron a unos 130 combatientes del EI en la ciudad, y que cerca de 180
civiles fueron muertos al retomar la ciudad, principalmente, por
francotiradores del EI y por explosivos colocados por el grupo. Mientras los
soldados iraquíes se acercaban a la ciudad a finales del año pasado, el Estado
Islámico hizo detonar camiones con toneladas de explosivos en los puentes al
otro lado del río Éufrates para evitar el avance de los soldados.
Atrincherándose para la lucha, los militantes colocaron explosivos por todo el
centro de la ciudad, conectando bombas a la red eléctrica de las casas y
colocando detonadores de alambre bajo las alfombras. “Los iraquíes tienen mucha
experiencia en la guerra, pero nunca habíamos visto estos métodos de lucha”,
señala Aridhi, añadiendo que casi todos los edificios, incluso los hospitales,
tenían colocados artefactos explosivos improvisados.
Mientras los miembros de las fuerzas especiales avanzaban
en Ramadi, evacuaron a casi 4000 civiles, a quienes dicen que el EI había
arreado de distrito en distrito para usarlos como escudos humanos contra los
ataques aéreos. El paramédico Zuhair Jameel al-Said dijo que pudo llevar a
cientos de mujeres y niños hacia un lugar seguro, excepto a una. Mientras los
soldados conducían a las familias por un camino que los ingenieros habían
despejado de explosivos, una bomba estalló en una casa, asustando a un niño
pequeño, que empezó a correr. Cuando su madre corrió tras él, un francotirador
del EI le disparó en el pecho. “Tenía seis meses de embarazo”, dice Said. La
puso en una ambulancia, le dio oxígeno y trató de mantener su corazón en
funcionamiento, pero no supo cómo insertar un tubo en el pecho que habría
drenado la sangre de sus pulmones. Murió antes de llegar a la clínica.
“Perdimos a la madre y al bebé al mismo tiempo”, señala Said, quien lloró
cuando ella murió.
Las fuerzas especiales iraquíes encontraron que la ciudad
había sido dividida en sectores. Combatientes de Asia Sudoriental tenían en su
poder un área, por ejemplo, y combatientes rusos y chechenos controlaban otro
vecindario, donde supuestamente vivían varios líderes del Estado Islámico. En
algunas áreas, las bombas del EI, la artillería iraquí y los ataques aéreos de
Estados Unidos habían destruido casi por completo varias partes de la ciudad.
Los soldados de las fuerzas especiales dicen que luchan
para salva a Irak. “Tenemos musulmanes, cristianos, yazidíes, kurdos, turcomanos”,
señala un suboficial, refiriéndose a la mayoría de los grupos religiosos y
étnicos en el país. Pero la captura de grandes partes de Irak por parte del
Estado Islámico ha puesto de manifiesto una vez más las fallas tribales y
sectarias que se han ampliado desde que el presidente Saddam Hussein fue
derrocado en 2003.
Tras la victoria en Ramadi, el sitio web de la policía
federal presentó un video en el que varios policías decapitaban a un
combatiente capturado del EI. En otra foto, un combatiente fue colgado del
techo. Las imágenes fueron retiradas tras recibir quejas de funcionarios
occidentales.
En el cuartel general destruido en Ramadi, los vidrios se
han roto en los marcos de las ventanas, dejando fragmentos como dientes
fracturados. Las farolas se inclinan hacia los escombros de concreto y barras
de acero retorcido. El agente de policía Mazen Adel dice que la nueva unidad de
la policía a la que se unió, peleó junto con las fuerzas especiales para
retomar la ciudad y se mantiene ahí para defenderla. El gobierno reclutó a 2000
combatientes suníes de Anbar para realizar una función de apoyo en la lucha de
Ramadi. Otros 4000, incluido Adel, se incorporarán a la nueva fuerza policial
constituida como alternativa a la policía federal dominada por chiítas, de la
que la mayoría de las personas desconfía.
“Nunca habrá una reconciliación. Los aplastaremos
totalmente”, dice Adel acerca de los antiguos partidarios del EI que buscan la
amnistía, usando el acrónimo árabe del grupo. “Las personas que apoyan a
Daesh no tienen ningún lugar en Anbar.”
FOSAS COMUNES:
Automóviles llevan ataúdes que contienen algunos de los más de 40 cuerpos
encontrados en una fosa común después de que Ramadi fue recapturado en enero. FOTO:
Reuters
SOLDADOS FANTASMAS
La caída de Ramadi a manos del Estado Islámico, en mayo de
2015, fue más que sólo un revés militar. Las fuerzas de seguridad iraquíes
habían abandonado la ciudad, dejando atrás tanques, artillería y armas,
provocando una investigación parlamentaria, así como acusaciones del secretario
de Defensa de Estados Unidos, quien dijo que el ejército iraquí no estaba
dispuesto a luchar. Eso siguió a la caída y retirada de dos divisiones del
ejército iraquí en Mosul ante un violento ataque del EI en 2014. La corrupción
extendida (se dice que muchos oficiales compraron sus cargos para estar en un
puesto que les permitiera exigir sobornos, y otros ganaron dinero vendiendo
suministros destinados a los soldados) demostraba ser fatal cuando el ejército
era confrontado por un enemigo real.
Cuando el EI arrasó todo el país y Estados Unidos no
intervino inmediatamente, Bagdad recurrió a Irán para obtener armas, municiones
y apoyo militar. El clérigo chiíta más reverenciado de Irak convocó a todos los
iraquíes capaces y dispuestos a luchar contra los militantes, creando las
Fuerzas de Movilización Popular (PMF, por sus siglas en inglés), una
combinación de antiguos milicianos y voluntarios que han encabezado la lucha en
el centro de Irak. Cientos de soldados de las PMF, actuando bajo el mando
nominal del gobierno iraquí, han sido muertos, y varios miles han sido heridos.
Pero Anbar y su población suní han estado en gran parte fuera de los límites
para los combatientes chiítas de las PMF.
La recaptura de la capital provincial de Anbar, una
experiencia terrible descrita por un comandante estadounidense como
“tremendamente lenta” y “sumamente frustrante”, ha reforzado la determinación
de las fuerzas de seguridad iraquíes. Sin embargo, “avanzan lentamente y de
manera irregular”, señala William Mullen, Brigadier General de la Infantería de
Marina de Estados Unidos. “Se mueven durante un par de días. Se detienen un par
de días. Después de seis meses de ‘¿Por qué no están moviéndose hoy?’, era,
‘Bien, de veras necesitamos que sigan moviéndose’”.
Mullen señala que en su victoria en Ramadi casi no hubo
ninguna participación decisiva de las milicias chiítas o de las PMF. “Cuando
empezaron a hacer esto, no creían poder hacerlo, y en algunos puntos se puso
muy difícil”, dice. “Dimos importantes golpes para ellos, pero los verdaderos
enfrentamientos en el terreno, los muertos y los heridos, fueron provocados por
los iraquíes”.
Sin embargo, algunos problemas permanecen. Un comandante
de la división del ejército iraquí en Ramadi fue despedido durante la campaña
por negarse a avanzar, y los oficiales militares occidentales dicen que aún se
requieren reformas sistémicas en las unidades militares iraquíes. Estados
Unidos y el Reino Unido pasaron muchos años entrenando al ejército iraquí y
reconstruyendo un ejército que se había desbandado una vez que Hussein fue
derrocado. Cuando las fuerzas estadounidenses se retiraron en 2011, el
entrenamiento más eficaz proporcionado por asesores integrados en las unidades
terminó. Los comandantes estadounidenses dicen que han visto la diferencia con
los soldados antiterroristas que se mantuvieron en contacto con las fuerzas
estadounidenses. “Todo entrenamiento es perecedero”, señala el teniente general
Sean MacFarland, comandante estadounidense de la coalición anti Estado Islámico
en Irak y Siria. “Esa es la razón por la que estas brigadas, cuando fueron
atacados por el enemigo, nunca cedieron terreno, y mantuvieron su propio
terreno prácticamente en todos los casos. Haremos esto conforme avancemos hacia
el norte y hayamos visto el poder de esto”.
NO HAY PASO: Combatientes
chiitas iraquíes de las Fuerzas de Movilización Popular en un tanque cerca de
Fallujah en julio de 2015. FOTO: Ahmad Al-Rubaye/AFP/Getty
Yahya Rasool, Brigadier General del ejército iraquí y
portavoz del Ministerio de Defensa, dice que la valentía y la lealtad son
difíciles de enseñar. “¿Cómo puedo convencer a mis soldados de que mueran sin
dudarlo?”, pregunta. “Ese es el arte del liderazgo”.
El timbre del teléfono celular de Rasool es el himno
nacional iraquí. En su oficina en el Ministerio de Defensa en la Zona Verde de
Bagdad, un anuncio para las fuerzas de seguridad iraquíes se emite en la
televisión estatal, mostrando a un soldado iraquí arrodillado después de forzar
el candado de una iglesia en Mosul. “Las campanas de Mosul sonarán otra vez”,
entona el anuncio de servicio público. Rasool dice que las derrotas de 2014 y
principios de 2015 hicieron que muchos iraquíes perdieran la fe en el ejército.
“Después del fracaso en Mosul y Salahadin, y también en Ramadi y otras áreas en
Irak, había una gran desconfianza entre el pueblo y el ejército iraquí”, dice
Rasool. “La liberación de Ramadi restauró la confianza entre los soldados y el
pueblo iraquí”.
Pero las fuerzas especiales y las brigadas reentrenadas
son una isla en lo que muchos oficiales estadounidenses e iraquíes todavía
consideran un mar de disfunción. Los oficiales estadounidenses e iraquíes
culpan ampliamente al ex primer ministro Nouri-al-Maliki por nombrar a
comandantes incompetentes cuya principal virtud para el trabajo era la lealtad
personal. Cerca de 40 000 “soldados fantasma” en la nómina del gobierno, que no
existían o jamás se presentaron para el servicio, han sido eliminados, pero
algunos oficiales militares occidentales señalan que aún se pagan decenas de
miles de salarios a personal inexistente tanto en el ejército como en las PMF.
Los funcionarios de la coalición dicen que las divisiones clave del ejército
tienen una fuerza de menos de 30 por ciento. “En los niveles más altos, pienso
que las cosas se han vuelto más estrictas, pero… la corrupción en las filas
todavía existe, [y] la escasez de personal en las filas todavía existe”, señala
un oficial occidental de alto rango.
Actualmente hay 3500 soldados estadounidenses en Irak, la
mayoría de ellos encargados de entrenar, asesorar y ayudar a las fuerzas de
seguridad iraquíes, con un número no especificado pero creciente de fuerzas de
operaciones especiales estadounidenses participando más activamente en el
terreno con las fuerzas kurdas. Actualmente, unos 19 000 soldados iraquíes han
recibido entrenamiento de la coalición en cinco bases militares en todo Irak.
En Besmaya, al norte de Bagdad, las compañías del ejército iraquí entrenadas
por los asesores de la coalición se entrenan en batallas simuladas con fuego
real, con el objetivo de darles la confianza de permanecer en el campo de
batalla y las habilidades para sobrevivir. Mientras que la mayoría de los
cursos de seis a nueve semanas se concentran en un entrenamiento tan básico
como la forma correcta de sujetar un rifle, los cursos más especializados
enseñan ingeniería de combate y habilidades médicas en el campo de batalla.
El embajador estadounidense Stuart Jones dice que cuando
Ramadi cayó en manos del Estado Islámico, en mayo pasado, se culpó injustamente
a Estados Unidos por fallas del liderazgo y falta de apoyo. “Esto representa lo
contrario de eso”, dice Jones. “Justifica la estrategia de Estados Unidos de
proporcionar apoyo aéreo… Muchas de las unidades que participaron en la
recuperación de Ramadi fueron entrenadas por Estados Unidos”.
PRIMEROS PASOS: Fuerzas iraquíes recapturaron la
Universidad de Anbar, al sur de Ramadi, en julio de 2015. Les tomaría otros
seis meses recuperar la ciudad. FOTO: Reuters
EL ACERTIJO DE LAS MILICIAS
Aunque pocas personas ponen en duda la necesidad de que
las antiguas milicias chiítas apoyaran en 2014 a las debilitadas fuerzas de
seguridad iraquíes, ahora que el Estado Islámico está en retirada, la pregunta
principal es si se disolverán voluntariamente una vez que la batalla haya
terminado.
“Tenemos a muchos grupos diferentes en el campo de
batalla”, dice MacFarland. “Muchos de ellos persiguen sus propios objetivos.
Algunos de ellos persiguen objetivos que están de acuerdo con los nuestros, y
lo que tratamos de hacer siempre que sea posible es lograr algún tipo de
sinergia entre ellos y nosotros”.
Rasool, que trabajó junto con soldados estadounidenses en
la lucha contra el Ejército Mahdi en la Ciudad de Sadr en 2008, reconoce la
tensión inherente entre los influyentes miembros apoyados por Irán de las PMF y
Estados Unidos, así como la fluidez de los grupos armados iraquíes. Las fuerzas
sadristas que lucharon contra Estados Unidos se han convertido en un movimiento
político convencional ahora. Los dirigentes de las PMF, entre ellos Kataib
Hezbollah y Asaib Ahl al-Haq, han sido culpados por ataques contra las fuerzas
estadounidenses mientras estaban en Irak y han prometido atacar a cualquier
fuerza terrestre estadounidense. “Existe una sensibilidad por parte de las
Fuerzas de Movilización Popular ante [la presencia estadounidense en Irak]”,
señala Rasool, añadiendo que las PMF culpan a Estados Unidos por un ataque
aéreo con fuego amigo ocurrido el año pasado, en el que murieron algunos de sus
miembros. Estados Unidos ha negado haber atacado a cualquier fuerza de las PMF
y afirma que sólo las aeronaves iraquíes realizaban ataques en esos sectores.
Pero la preocupación sobre bombardear accidentalmente a combatientes apoyados
por Irán ha impuesto límites estrictos a los sitios en los que Estados Unidos
está dispuesto a operar en Irak.
En el centro de mando responsable de las operaciones de la
coalición en Bagdad y Anbar, Mullen preside una sala de oficiales
estadounidenses y de la coalición, así como iraquíes. Las paredes de pantallas
muestran imágenes de inteligencia, vigilancia y reconocimiento obtenidas por
aviones teledirigidos y otras aeronaves para permitir la localización de
objetivos. Una de las pantallas se centra en un Humvee en un territorio
controlado por el EI delante de fuerzas iraquíes que se desplazan por el canal
de Tharthar en la provincia de Anbar. Mullen dice que su objetivo principal es
garantizar que “las personas a las que atacamos son el enemigo, no civiles ni
soldados iraquíes, y lo más importante, que no son de las PMF.
“Si los atacamos, nunca podremos convencerlos de que fue
un accidente, así que esa es una de las razones por las que, en general, no
proporcionamos apoyo en esas áreas”, dice Mullen, que fue comandante de la
Infantería de Marina en Fallujah durante la batalla de 2004 y en días más
tranquilos en 2007 y 2008. Afirma que el problema de dar seguimiento a las
fuerzas de las PMF es que “no informan dónde están”.
DE VUELTA EN LA CIMA:
Fuerzas de seguridad iraquíes vigilan desde un tejado en Ramadi, el 16 de
enero, después de recuperar la ciudad de manos del Estado Islámico con el apoyo
de Estados Unidos. FOTO: Haier Al-Sudani/Reuters
Cuando el Estado Islámico arrasó el sur en 2014 y 2015,
controlando pueblos y acercándose a 64 kilómetros de Bagdad, las PMF fueron las
que interrumpieron el avance en gran medida. Los más grandes de los cerca de 30
grupos bajo el paraguas de las PMF comenzaron como milicias con sede en Irán
para combatir a Hussein, como la Organización Badr dirigida por Hadi al-Ameri.
Entre los demás se encuentran grupos más pequeños que no se encuentran bajo el
control claro de ninguna autoridad oficial. Todos han sido acusados de
violaciones a los derechos humanos, entre ellas, impedir que lugareños suníes vuelvan
a sus casas y tomar represalias después de los ataques contra chiítas.
“No me importa si Occidente nos aprueba o no”, afirma
Ameri, cuyo rostro ha empezado a aparecer en anuncios de Bagdad, algunos de los
cuales muestran escenas vehementes de él en el campo de batalla con Qassem
Soleimani, líder de la Fuerza Quds iraní. Niega que los combatientes bajo su
mando estén cometiendo crímenes de lesa humanidad. “[El presidente
estadounidense Barack] Obama estaba durmiendo; no había despertado durante
cuatro meses hasta que el EI llegó cerca de Erbil… si dependiéramos de los
estadounidenses, el EI controlaría Bagdad y todo Irak. ¿Debemos ser derrotados
para que Occidente nos apruebe?”
Conocido como un político talentoso, Ameri dice que
prefiere hablar del presente en vez de cualesquier ambiciones que tenga con
respecto a un cargo público elevado. “Los estadounidenses apoyan a los saudíes
y a nuestros enemigos”, dice. “Francamente, buscamos amigos: Irán es amigo, y
buscamos otro amigo: Rusia, en lugar de Estados Unidos”. Ameri añade que él y
sus aliados también se han puesto en contacto con China. “Hablemos acerca del
fin del Estado Islámico, y luego hablaremos del fin de las PMF”.
Aunque sólo algunos miembros especialmente reclutados de
las PMF tomaron parte en el asalto a Ramadi, resulta clara la amplia influencia
del grupo. Al suroeste de Bagdad, el camino a Najaf y Karbala pasa por el
pueblo rebautizado de Jurf al-Nasr (Despeñaderos de la Victoria), prácticamente
vacío de sus antiguos residentes suníes. Un destello verde neón muestra la
caligrafía “Allahu akbar” en una mezquita cerca del camino,
iluminando la bandera amarilla de Kataib Hezbolláh, que expulsó al EI de la
zona en octubre de 2014. La autopista es también la única ruta de camiones
hacia Ramadi. Un convoy de vehículos blindados de las fuerzas especiales
iraquíes es hecho esperar más de una hora en un puesto de control mientras el
joven oficial de Kataib Hezbolláh determina si se le debe dar la autorización
para continuar.
Ameri dice que las PMF tienen la responsabilidad de
detener el contrabando de municiones y otros suministros a Fallujah, que está
todavía bajo el control del EI. Pero los oficiales occidentales dicen que el
primer ministro Haider al-Abadi e incluso Ameri luchan contra la naturaleza renegada
del grupo. Por ejemplo, cuando las reservas para la reconstrucción del Banco
Mundial, proporcionadas en parte por Estados Unidos, fueron destinadas para
Tikrit, las PMF robaron dos generadores que suministraban energía a una planta
de tratamiento de agua, de acuerdo con los oficiales occidentales. Los
generadores fueron devueltos sólo después de que Naciones Unidas amenazó con
congelar fondos adicionales.
“Esto no funciona como debería”, señala un oficial
occidental de alto rango. “Hay un nivel de gobierno nacional y una supervisión
que es reconocida, pero es difícil hacerla cumplir”.
EL DINERO HABLA
Ramadi, que tenía cerca de 250 000 residentes antes de que
el Estado Islámico la tomara, está ahora abandonada. No hay energía en las
líneas eléctricas colgantes, no hay agua corriente en las tuberías. Y dado que
Irak sufre su peor crisis financiera desde 2003, no existe ninguna posibilidad
inmediata de recaudar fondos para la reconstrucción o de permitir que los
civiles expulsados por el EI regresen a casa. Los últimos residentes evacuados
de la capital provincial se encuentran ahora principalmente en campamentos
desolados del antiguo centro vacacional lacustre de Habbaniya y Amariyat
al-Fallujah, cerca de las afueras de Bagdad.
La guerra contra el Estado Islámico ha coincidido con una
crisis económica sin precedentes que los oficiales occidentales temen que pueda
provocar tumultos si las nóminas del gobierno iraquí no pueden ser pagadas. La
caída de los precios del petróleo y el costo de la guerra han producido
déficits mensuales de más de 2.5 mil millones de dólares. El ministro de
Finanzas Hoshyar Zebari dice que el país, en parte con la financiación
estadounidense, ha cubierto los gastos básicos de la campaña militar. Dice que
Irak planea sacar a flote una emisión de bonos internacionales por 2 mil
millones de dólares este año para recaudar fondos. Otras medidas incluyen
reducir los subsidios al combustible y la electricidad, reducir la voluminosa
administración pública e implementar derechos aduaneros, todas ellas medidas
polémicas en Irak.
“Soy sincero con las personas”, dice Zebari. “Les estoy
avisando que este año será difícil. A menos que cambies, no podrás tener tu
sueldo. Tenemos que educar a las personas para que sean conscientes de que no
pueden seguir como hasta ahora”.
Mientras que la ayuda exterior ha llegado para ayudar a
reconstruir Tikrit, que fue recapturada en abril pasado, no hay nada en
proyecto para Anbar, donde han sido desplazadas 1.1 millones de personas, de
una población total de 1.6 millones. “Ramadi necesita un esfuerzo internacional
para ser reconstruida”, afirma el gobernador de Anbar Sohaib al-Rawi, quien
todavía despacha desde Bagdad. Calcula que entre 20 y 80 por ciento de Ramadi
ha sido destruido, dependiendo del vecindario, incluida la red eléctrica, los
puentes, los hospitales y las escuelas. Dice que de un presupuesto de
reparación de aproximadamente 20 mil millones de dólares, “hasta ahora no se ha
comprometido ni un solo dólar”.
ACTO DE MALABARISMO: El primer ministro iraquí Haider
al-Abadi ha luchado por equilibrar los papeles del ejército, las fuerzas
especiales y las antiguas milicias. FOTO: Reuters
Sin el dinero, que tradicionalmente ha facilitado la
reconciliación y apaciguado a las tribus, el porvenir de algunas áreas
recuperadas de manos del Estado Islámico luce precario.
“La liberación de Anbar es el principio de la división de
la región y el principio de la división de Irak y el principio del rediseño del
mapa de la zona”, señala Mahmoud al-Mashadani, ex vocero parlamentario y
director de un bloque principalmente suní en el parlamento. Mashadani, al igual
que muchos iraquíes, cree que Estados Unidos impulsó deliberadamente al Estado
Islámico para destruir Irak. “Si hubieran dado incluso armas medianas a las
tribus, esto no habría ocurrido”, afirma el político, que dice haber sido
encarcelado dos veces por Hussein y una por las fuerzas estadounidenses. Pero
también culpa a los suníes mismos.
“La injusticia está muy extendida en Irak, y eso ha
afectado negativamente a los suníes”, dice acerca del gobierno dominado por
chiítas. “Pero los suníes también son culpables. Tienen una responsabilidad,
dada su falta de participación en el proceso político”.
Durante la lucha contra Al-Qaeda, la alianza entre líderes
tribales suníes y las fuerzas estadounidenses dependía en gran parte de fondos
discrecionales distribuidos del ejército estadounidense, a menudo, en maletas
de efectivo. Con la expiración de un estado de acuerdo de fuerzas en 2011, el
ejército estadounidense en Irak no tenía ni la misma autoridad ni el dinero
para comprar alianzas. Muchos de los líderes tribales que sacaron mayor
provecho de los fondos estadounidenses han permanecido fuera de la batalla de
Anbar, observando desde la región de Kurdistán en Irak, o desde Jordania o
Qatar.
Los combatientes en Ramadi dicen que el Estado Islámico es
un enemigo mucho más temible que su predecesor, Al-Qaeda en Irak. “Antes,
limpiamos la ciudad con combatientes locales y derrotamos a Al-Qaeda, pero
ahora el EI no está sólo en Irak; está en Siria”, señala el oficial de policía
Mohammad Ali Nauman, un antiguo estudiante técnico que se unió a la fuerza hace
dos meses. “Las tribus no son tan fuertes como lo eran en 2007 y 2008. Los
líderes persiguen sus intereses políticos y no los intereses de las personas”.
MacFarland niega que la financiación haya empoderado a los
líderes locales corruptos sin una legítima base de poder tradicional. Dice que
cuando dejó Irak en 2007, Ramadi era una de las ciudades más seguras del país.
“Los jeques son los jeques”, afirma. “Todos se reúnen para un propósito común.
¿Quiénes son los jeques correctos, quiénes son los jeques equivocados? ¿A quién
debemos decir?”.
LA PRÓXIMA LUCHA
La victoria en Ramadi libera a decenas de miles de
soldados iraquíes para avanzar río arriba por el Éufrates hacia el oeste de
Anbar, en dirección a la frontera siria. Pero antes, Fallujah, al sureste,
sigue estando en manos de el Estado Islámico. Como ha ocurrido desde 2003, se
espera que ahí se desarrolle la lucha más dura en la provincia tribal
profundamente conservadora. Siendo la ciudad más grande de Anbar, Fallujah fue
sede de las luchas más feroces con las fuerzas estadounidenses, consideradas como
fuerzas de ocupación extranjeras tras derrocar a Hussein y quedarse en Irak.
Mediante leyes radicales antiterrorismo durante los ocho
años que el primer ministro Maliki se mantuvo en el poder, sus fuerzas de
seguridad reprodujeron algunas de las más controvertidas prácticas del ejército
de Estados Unidos, arrestando a cientos de hombres a la vez en pueblos acusados
de simpatizar con Al-Qaeda y el EI. Su gobierno notablemente sectario fue más
lejos, al detener a miles de suníes durante años sin ningún cargo y
sentenciando a centenares a la muerte con base en confesiones forzadas, de
acuerdo con distintos grupos de derechos humanos. Muchos residentes de Fallujah
dieron la bienvenida al Estado Islámico.
En una medida de lo difícil que se espera que será la lucha
en esa localidad, los oficiales militares iraquíes hablan de rodear Fallujah
para cortar las cadenas de suministros del EI en lugar de volver a tomar la
ciudad inmediatamente. Aislar la ciudad también conlleva el riesgo de hacer
pasar hambre a la población civil.
En cuanto a Mosul, en el norte de Irak, las fuerzas de
seguridad todavía están en las etapas de planeación para un ataque. “Hay
lugares que deben ser liberados antes de Mosul”, señala Ameri, un influyente
líder de las PMF. “Antes de Mosul, tenemos el área del norte de Ramadi a
Al-Qaim, cerca de la frontera siria”.
Mosul, la tercera ciudad más grande de Irak y una de las
capitales del autodeclarado califato del EI, está dividida entre árabes
principalmente suníes, kurdos y otras minorías étnicas y religiosas. La función
que habrán de desempeñar las potencialmente incendiarias PMF, así como los
peshmerga kurdos, aún está en proceso de negociación.
“Mosul será una lucha muy difícil, y tendrá que ser
coreografiada con mucho, mucho cuidado” para usar el tipo correcto de ejército,
afirma un oficial occidental de alto rango. En un deshielo negociado por
Estados Unidos en unas relaciones por lo demás frías, el gobierno iraquí y los
líderes kurdos aceptaron recientemente apostar tropas iraquíes en una base
militar kurda en Makhmour a unos 112 km al sureste de Mosul, en preparación
para un ataque contra la ciudad.
“Pienso, como una fuerza de pelea, darles algunos meses
para reequiparse y descansar y seguir adelante río arriba por el Éufrates y a
través de Mosul”, señala un diplomático occidental de alto rango. “Pienso que
son capaces de hacerlo, pero… Sería mucho pedirles que lo hicieran en los
próximos seis meses, y luego estaremos en verano. Estos tipos han estado
peleando continuamente durante dos años, y no es posible simplemente seguir
adelante”.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek