Ha cambiado el equilibrio de la guerra civil en Siria: el
poderío aéreo ruso ha movido la balanza, decididamente, a favor del régimen de
Damasco. En los días que precedieron a la negociación del alto al fuego en
Múnich, los soldados del presidente Bashar al-Assad, con el respaldo de la
Guardia Revolucionaria Iraní, rodearon Alepo –la ciudad más grande que aún se
encontraba en manos rebeldes– mientras aviones de guerra moscovitas
pulverizaban las posiciones rebeldes. “Los aviones sirios están atacando con
balas. Los cohetes vienen de aviones rusos”, informó el Dr. Rami Kalazi,
neurocirujano de Alepo, en entrevista telefónica con Newsweek. “Los últimos
cuatro días han sido estresantes. Dos o tres masacres cada día, y al menos 40 o
50 personas [van a parar al hospital] diariamente”.
La embestida del gobierno en las ciudades vecinas de Nubl
y Zahra amenaza con aislar Alepo de los restos del camino que comunica con
Turquía, y miles de residentes han decidido huir antes que la lucha se extienda
a toda la ciudad. Según Naciones Unidas, más de 45 000 refugiados llegaron a la
frontera turca los primeros nueve días de febrero, y otras decenas de miles
fueron desplazados internamente en la ciudad de Idlib, controlada por los
rebeldes. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha dicho que si los sirios
“llegan a nuestra puerta y no tenemos remedio, permitiremos la entrada de
nuestros hermanos, en caso necesario”. Pero en la práctica, las autoridades
turcas sólo han permitido el paso de una pequeña parte de la oleada más
reciente de sirios, acorralando a la mayoría de los recién llegados en
campamentos gigantescos en el lado sirio de la frontera. Ankara también ha
rechazado los planes de la Unión Europea para que Turquía acepte más refugiados
a cambio de ayuda.
“Hemos recibido más de 3 millones de sirios e iraquíes en
nuestro territorio. ¿Cuántos aceptaron ustedes?”, dijo un indignado Erdogan
ante un auditorio de funcionarios turcos, denunciando el reciente llamado de
ONU para que Turquía recibiera más refugiados. “Siria se ha convertido en un…
genocidio. El régimen de Assad es la causa del problema. ¿Y qué dice Naciones
Unidas? ‘Abran la puerta a las masas agolpadas afuera’”.
El ataque contra Alepo precipitó un renovado intercambio
diplomático dirigido por el secretario de Estado estadounidense John Kerry
quien, desde hace meses, ha tratado de negociar un alto al fuego y desarrollar
una estrategia para establecer un gobierno de transición y, en última
instancia, celebrar nuevas elecciones. En Múnich, Kerry consiguió un acuerdo de
“cesación de hostilidades”, el cual permitía enviar ayuda a las poblaciones
sitiadas controladas por los rebeldes, pero entraría en efecto hasta después de
una semana y no excluía los bombardeos rusos. Moscú apoya el plan, en teoría;
sin embargo, en la práctica, muchos observadores temen que la táctica real de
los rusos es fingir que se apegan a las negociaciones mientras hacen todo lo
posible para ayudar a las fuerzas de Assad en el frente.
El acuerdo de Múnich permite que Rusia siga bombardeando
blancos “terroristas”, elegidos por Moscú. “Están haciendo un juego de
rope-a-dope”, dice Joshua Landis, de la Universidad de Oklahoma y autor del
influyente blog Syria Comment. “Dicen a sus oponentes que negocien una salida,
mientras se disponen a entrar para rematarlos”. El ministro de Defensa ruso
informó que sus aviones hacían unas 510 incursiones semanales desde una base
aérea cercana a Latakia, y Maria Zakharova, portavoz del ministerio del
Exterior ruso, insistió en que Moscú “aún no ha recibido pruebas de muertes de
civiles a resultas de ataques aéreos rusos en Siria”.
Además del apoyo aéreo decisivo, Rusia ha proporcionado
tanques T-90 de última generación al Ejército sirio. “Gracias a la superioridad
de los tanques T-90, los efectivos del gobierno sirio y sus aliados pudieron
rodear las importantes ciudades de Khan Tuman y al-Qarasi, cerca del camino Alepo-Damasco”,
informó Fars, la agencia noticiosa semioficial iraní. Por otra parte, Rusia se
ha mantenido muy actica en el frente, desarrollando la cooperación entre Assad
y algunos de sus antiguos enemigos. A principios de mes, la agencia noticiosa
oficial siria anunció que oficiales rusos se reunieron con oficiales kurdos en
el noreste de Siria para hablar de una cooperación militar con el gobierno de
Assad. Según el informe –confirmado por la organización británica Observatorio
Sirio de Derechos Humanos–, Rusia ha destacado 200 efectivos en Qamishli,
población de la frontera turca controlada por kurdos, con la finalidad de
asegurar un aeropuerto militar para uso ruso. Entre tanto, la autoproclamada
Administración Demócrata Autogobernada de Rojava, región kurda en el norte de
Siria, acaba de abrir su primera representación extranjera en Moscú.
Gran parte del territorio norte de Siria está bajo el
control de PYD o Partido de la Unión Democrática Kurda. PYD tiene estrechos
nexos con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán o PKK que, desde hace 30
años, ha librado una guerra insurgente contra Turquía. Los kurdos son,
oficialmente, parte de las Fuerzas Democráticas Sirias que respalda Estados
Unidos, las cuales incluyen grupos árabes y asirios. No obstante, Estados
Unidos recela de apoyar excesivamente al PYD, pues teme antagonizar a Turquía,
su aliado OTAN, aun cuando los kurdos han demostrado ser combatientes mucho más
eficaces, y más moderados, en el conflicto con Siria e Irak.
Landis dice que los kurdos sirios “están en el negocio de
ganar. Les interesa mucho conseguir más territorio en las inmediaciones de
Afrin y Kobane. Necesitan toda la ayuda que puedan recibir”, incluida la de los
rusos. “Estados Unidos es un aliado muy voluble”.
Es posible que Assad no favorezca la independencia kurda.
En febrero, su embajador de la ONU dijo que los kurdos deben “olvidarse de la
autonomía”. Pero para Rusia, los kurdos son aliados potencialmente valiosos. Y
el poderío aéreo de Moscú podría transformar la lucha de los kurdos contra el
Estado Islámico (ISIS) del mismo modo como fortaleció la máquina bélica de
Assad, con resultados drásticos para el frente de guerra principal de PYD
contra el Estado Islámico y el Frente Nusra, franquicia de Al-Qaeda en el
noreste de Siria.
Entre tanto, los turcos están horrorizados por lo que
Mustafa Akyol, columnista del diario Hurriyet, llamó “un desastre perfecto para
Turquía”: el triple revés de una afluencia masiva de refugiados, un régimen
Assad resucitado, y una región kurda independiente en su frontera. ¿Acaso
Turquía, con el segundo ejército más numeroso de la OTAN, enviará efectivos al
frente para contener las tres amenazas? A principios de febrero, el general de
división Igor Konashenkov, portavoz del ministerio de Defensa ruso, previno que
tenía “suficientes pruebas para sospechar que Turquía está inmersa en
preparaciones intensivas para una invasión militar de Siria”. Citó fotos de
vigilancia que muestran un acopio militar cerca del punto de revisión de
Reyhanli. Konashenkov dijo también que “los militantes [de] Alepo e Idlib están
siendo aprovisionados con armas y combatientes procedentes de territorio
turco”.
Es improbable que ocurra una invasión turca, aunque ya
antes Ankara contempló una intervención limitada en Siria: en 2014, cerró el
acceso a YouTube cuando se filtraron audios de ministros que, presuntamente,
debatían la mejor manera de iniciar una provocación que justificara una acción
militar en Siria. En febrero, Erdogan celebró un plan de 2003 que habría
establecido una zona neutral Estados Unidos-Turquía en el norte de Irak (la
cual fue rechazada por el Parlamento de Ankara). “Si… Turquía hubiera estado
presente en Irak, el país jamás habría caído en la situación actual”, dijo
Erdogan a la prensa. En este momento “no [hay] necesidad de una medida similar
en Siria”, agregó, porque “semejante autoridad ya se ha otorgado” al Ejército
turco, en caso necesario.
A fin de cuentas, el factor decisivo en Siria –la
presencia aérea rusa– podría evitar que Turquía caiga en el lodazal. “En los
últimos cinco años, se ha pensado varias veces que Turquía emprendería una
intervención militar en Siria”, comenta Akyol, autor de Islam Without Extremes:
A Muslim Case for Liberty. “Pero Ankara siempre ha optado por la cautela.
Ahora, con la participación de Moscú, tiene aún más razones para la cautela”.
Hace poco, Turquía firmó acuerdos de alianza militar con Arabia Saudita y Qatar
“contra enemigos comunes”, pero es poco probable que esos países emprendan
acciones militares para ayudar a los rebeldes sunitas sin la aprobación de
Washington. Y a pesar del creciente clamor de Washington para crear una “zona
de seguridad” en el norte de Siria con soldados estadounidenses y turcos, el
riesgo de un conflicto directo con Moscú es demasiado alto para que dicha zona
pueda concretarse.
“El 30 de septiembre, cuando Rusia entró en Siria, [el
presidente Barack] Obama dijo, ‘No haremos una guerra por poderes con Rusia por
el tema de Siria’”, señala Landis. “Esa es nuestra política, y no cambiará”.
Entre tanto, cada vez hay más indicios de que los rebeldes
de Siria están colapsando bajo la acometida. Y el levantamiento de las
sanciones contra Irán seguramente permitirá que Teherán incremente el apoyo a
sus representantes en Siria e Irak, y el combustible que tanta falta hace en
las áreas controladas por rebeldes en Alepo, según informes locales.
Cuando Alepo cayó en manos rebeldes, en 2012, muchos
vaticinaron que terminaría el régimen de Assad. Pero ahora, cuando la guerra ha
cobrado más de 250 000 vidas, enviado más de 4.5 millones de refugiados al
extranjero, y desplazado otros 6.5 millones al interior de Siria, los papeles
se invierten. De persistir, el alto al fuego más reciente será el preludio de
la capitulación de Alepo ante las fuerzas de Assad. Y con ello, iniciará el fin
de la guerra más sangrienta que haya visto Medio Oriente en una generación.
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Con reportaje adicional de Lucy Westcott en Nueva York
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek