Ciudad de México – Y México no los decepcionó. Según todos los comentarios, el país latinoamericano de 120 millones de habitantes mostró al resto del mundo lo que puede ser un fin de semana Grand Prix.
Los papeles parecen haberse invertido para una serie de carreras automovilísticas ideada para entretener a los espectadores y no al revés. Simon Lazenby, presentador de Sky Sports en la televisión británica, resumió en ambiente posterior a la competencia: “La multitud, la ciudad y el país entero realmente montó un espectáculo para la Fórmula Uno”.
Los conductores de Mercedes, Nico Rosberg y Lewis Hamilton, tal vez terminaron en primero y segundo lugar por décima ocasión en esta temporada, por delante de Valtteri Bottas, del equipo Williams, quien llegó en tercero. Los dos Ferrari quizá no lograron terminar la carrera por primera vez desde 2006, después que chocaron. Y el corredor local, Sergio Pérez, tal vez complació al público nacional terminando en un octavo sitio muy duramente peleado, como el único corredor que hizo solo una escala técnica.
Pero el verdadero espectáculo del fin de semana no fue la carrera en sí; fue el entusiasmo de cerca de 130 000 espectadores y la recepción que tuvo la serie en la ciudad y en todo el país.
“Jamás he visto una multitud como esta; es como un juego de fútbol”, dijo Hamilton desde el podio, en el sector del estadio de la pista.
“Ha sido la mejor semana y el mejor público que he tenido”, añadió. “Aquí hay tanta gente con mucha energía y mucha pasión por el deporte. Todos los demás países que visitamos tienen que hacer un enorme esfuerzo para llevarle el paso a esta gente”.
Fue el primer Gran Premio de México desde 1992 y se corrió en la misma pista, recién renovada, donde siempre se ha llevado a cabo la competencia –desde 1963 a 1970 y luego, de 1986 a 1992-, pero con los aficionados, los promotores, la ciudad y los empresarios nacionales que contribuyeron con el mismo entusiasmo, fue evidente que un fin de semana Grand Prix puede alcanzar cimas de popularidad y espíritu festivo equiparables a cualquier evento deportivo importante y popular.
“Felicitamos, sobre todo, a los organizadores y aficionados que nos dieron la sensación de haber ganado la Copa Mundial cuando nos paramos al frente, en el podio”, dijo Paddy Lowe, director técnico del equipo Mercedes. “Fue prueba de que Fórmula Uno está en estupenda forma”.
Fue la segunda carrera en una cartelera doble norteamericana, una semana después del Grand Prix de Estados Unidos en Austin. Las dos carreras ofrecieron un marcado contraste: Austin tuvo mala suerte con abundantes lluvias todo el fin de semana debido a la periferia del huracán Patricia, mas la carrea de Austin fue la más tensa de la semana, con varios cambios en la delantera y reveses de suerte, los cuales dieron a los espectadores un espectáculo que rara vez han presenciado en este periodo de domino Mercedes.
Sin embargo, aunque la carrera de México fue interesante, con mucha acción y pocos accidentes, careció del suspenso de la carrera de Austin. Con todo, el ambiente fue electrizante. Los espectadores vitoreaban a su héroe nacional, Pérez, cada vez que pasaba. El trazo del circuito con sus amplias áreas de graderío ofrecía estupendas posiciones para visualizar la pista y se escuchó una estimulante interpretación del himno nacional interpretada por un coro juvenil.
La emoción fue palpable todo el fin de semana. Carteleras de toda la ciudad presentaron a los dos pilotos mexicanos de la competencia, y montones de quiscos mostraban portadas de revistas con reportajes de la carrera.
El enfoque en la carrera fue diametralmente opuesto a lo que ha estado ocurriendo en años recientes en algunos países sede de la Fórmula Uno europea.
Por ejemplo, el Grand Prix de Alemania en Hockenheim, el año pasado, fue el nadir para Europa, con una caída en el teleauditorio debido a que la cobertura de la competencia ha sido desplazada a la televisión de paga, y los precios de los boletos se han vuelto impagables para el trabajador promedio. El año pasado, solo hubo 50,000 espectadores en Hockenheim, pese al dominio del equipo Mercedes y a que la batalla por el campeonato se disputaba entre un corredor alemán, Rosberg y su paisano, Sebastian Vettel, quien era el campeón mundial reinante conduciendo para el legendario equipo Ferrari.
Este año, los promotores del Grand Prix Alemán en Nürburgring cancelaron la carrera, argumentando dificultades financieras.
De modo que lo que México ha demostrado es que las carreras Fórmula Uno, peso a lo que puedan decir los críticos sobre los resultados imprevisibles y el dominio de un solo equipo, no es deficiente en muchas áreas cuando se lleva a un país donde hierve la pasión y existe el apoyo del gobierno local y las grandes empresas, así como de los espectadores.
La propia pista presentó retos inusitados a los ingenieros del equipo, debido a lo resbaloso de la nueva superficie de asfalto, los largos tramos rectos y sobre todo, la altitud de casi 7,200 metros, unos 1400 metros más que la siguiente pista más elevada, Interlagos en São Paulo, Brasil.
Esa altura se traduce en menos oxígeno para los motores, ocasionando que el turbo tenga dificultades para proporcionar energía.
El aire más delgado también significó que los autos tenían menos carga aerodinámica y menos fricción. De modo que mientras que los equipos se vieron forzados a usar la configuración la configuración de ala de carga aerodinámica más alta, como hacen en Mónaco –la pista más lenta del circuito-, tuvieron que correr a velocidades más altas que en Monza –la pista más rápida-, de suerte que en determinado momento, Felipe Massa, del equipo Williams, alcanzó 336 kilómetros por hora en México.