OMID FATEHI KARAJO, su esposa, Nadereh, y su hija de diez años, Wanya, han tomado una decisión valiente. Dentro de pocos días se amontonarán en un bote inflable y partirán de la costa turca con la esperanza de arribar en una de las griegas. Sentados juntos en un sofá delante de su webcam, los adultos no sonríen mucho. Omid está ocupado contando su historia mediante un intérprete, su esposa interviene en ocasiones, mientras que su hija alterna entre sentarse en sus piernas y deslizarse junto a ellos, sonriendo con timidez a través de su masa de rizos negros a la webcam. “Estoy preocupada [por la travesía]”, dice Wanya. “En especial de Turquía a Grecia porque el mar es peligroso”. Ella sabe nadar, pero sus padres no. Omid dice que comprará chalecos salvavidas antes de que su familia se ponga a navegar.
Los Fatehi Karajo solían vivir en Sanandaj, la capital de la provinciairaní de Kurdistán. Hace más de tres años, después del arresto y tortura de Omid por sus conexiones con partidos políticos kurdos, huyeron al Kurdistán iraquí. Pero cuando les llegaron amenazas de las fuerzas de seguridad iraníes, la familia cruzó otra frontera, esta vez a la ciudad turca de Eskisehir, donde han vivido por diecinueve meses. A pesar de la cercanía del invierno y el peligro creciente de viajar ahora, ellos dicen que no pueden quedarse más tiempo en Turquía, donde, como kurdos, a menudo son objeto de abuso racial. Omid dice que fue asaltado re-cientemente por su vecino. Cuando él lo reportó a la policía, le dijeron que se marchara, que no querían kurdos en su país. “Lo más importante para nosotros es la seguridad”, dice. “Sabemos que hay un clima frío [en Europa], pero es mejor que ser amenazado aquí”.
A pesar de las bajas temperaturas, la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR, registró 218 394 refugiados cruzando el Mediterráneo en octubre pasado, lo cual es notablemente más alto que el total del mismo mes en 2014, cuando hubo 23 050 arribos. En años previos, la crisis de los refugiados se veía afectada por las temporadas; el verano veía cantidades altas de arribos, pero estos disminuían durante el invierno. En 2015, las cosas son diferentes. Una razón es que la ruta ha cambiado. Aproximadamente cuatro veces más refugiados navegan de Turquía a Grecia —un viaje que puede tardar tan poco como veinticinco minutos en un bote fuerte— de los que van del norte de África a Italia. Aun cuando las tormentas invernales sobre el Egeo traen lluvias tupidas y olas altas, haciendo que el viajar en un bote inflable de contrabando sea una perspectiva sobrecogedora, muchos refugiados creen que la distancia corta hace de esta una opción comparativamente segura, incluso cuando se acerca el invierno.
Este viaje, que más de 41 000 personas hicieron en 2014, se ha vuelto muy popular en 2015. “La ruta de Turquía a Grecia y subir por los Balcanes es en realidad un fenómeno de 2015”, dice Adrian Edwards, un portavoz de ACNUR. Una de las razones de esto es el empeoramiento de los conflictos en Siria, Irak y Afganistán, tres países cuyos ciudadanos conforman 93 por ciento de los arribos en Grecia. Estos refugiados están geográficamente más cercanos a Turquía; para ellos no tiene sentido tomar la ruta del norte de África. La cantidad de personas que huyen de estos países es muy probable que siga creciendo durante el invierno. Siria ha experimentado una escalada en los combates, provocada en parte por el comienzo de ataques aéreos rusos el 30 de septiembre, mientras que en Afganistán los talibanes continúan cobrando fuerza.
Al contrario de los migrantes económicos, quienes escapan de la guerra no pueden elegir cuándo marcharse. Para los refugiados en países como Turquía y Líbano, donde muchos viven en condiciones miserables con poco dinero, el éxito que otros han tenido en hacer la travesía los motiva a seguir su ejemplo en lugar de soportar otro invierno frío donde están. A otros les asusta que la Unión Europea pudiera estar preparándose para cerrar sus fronteras o tener un acuerdo fronterizo con Turquía. Aun cuando es fríoy peligroso, prefieren cruzar ahora en vez de arriesgarse a quedarse fuera.
Para motivar a muchos refugiados a hacer el cruce, muchos contrabandistas de personas, por miedo a una caída en su negocio, han reducido sus precios. Al hablar con Newsweek a través de WhatsApp, un contrabandista de personas que responde al nombre de Fida al-Hamwi dice que ofrece una tarifa especial de invierno. Un viaje en bote de Turquía a Grecia cuesta entre 1500 y 2000 dólares en verano. Ahora esté entre 1000 y 1500 dólares, dice. La página en Facebook de Al-Hamwi, “Contrabandeados dentro de Grecia”, muestra una foto de un yate blanco resplandeciente, aunque las fotos y los videos en la página de gente que ha cruzado a salvo muestran un bote inflable negro al fondo.
Los Fatehi Karajo pagaron 1200 dólares cada uno a su contrabandista de personas para hacer el cruce. Juntaron el dinero entreamigos y familiares, mientras Omid tomaba varios empleos en construcción, ganando 10 dólares al día. Suponiendo que el cruce sea seguro, hallarán poco abrigo en Grecia. Grupos de derechos humanos, incluidos Amnistía Internacional y Salven a los Niños, han criticado al gobierno griego por una falta de centros de recepción apropiados y albergues. “Hay la conciencia de que deben adaptar las tiendas para el invierno”, dice Patrick Nicholson, director de comunicaciones de la beneficencia católica Caritas Internationalis, que tiene sus oficinas centrales en Roma.
“Pero no ha sucedido”. En la isla griega de Lesbos, los refugiados enfrentan esperas de 48 horas para ser procesados, durmiendo en tiendas que no están diseñadas para el invierno. A otros, dice, se les puede hallar descansando en portales o bajo árboles. En septiembre, cuando Nicholson estuvo en el poblado griego de Idomeni, en la frontera con Macedonia, vio refugiados durmiendo en las vías del tren.
La falta de albergues es un problema en Europa y a lo largo de la ruta balcánica. “Europa como un todo no ha puesto a punto mecanismos para el arribo masivo de refugiados”, dice Edwards, de ACNUR.
“Al momento, si se mira toda Europa, la imagen del asilamiento es en extremo irregular”. Aun cuando dormir al aire libre o en tiendas endebles pueda ser viable en el verano, no se puede continuar en el invierno, que en los Balcanes es brutal. Las temperaturas a menudo caen muy por debajo de la congelación, mientras que la nieve pesada puede bloquear caminos y parar los transportes. La gente muere rutinariamente de frío; otros quedan atrapados en sus hogares por días.
Estas son las condiciones a las que los refugiados planean viajar a través de Europa Occidental en una marcha que muchos no sobrevivirán. “Conforme nos aproximamos al invierno, se ve desalentador en extremo”, dice Edwards. “Las capacidades sólidas de recepción simplemente no están a punto… Hay un riesgo real de muertes, de más gente que morirá”.
En el campo de refugiados Opatovac, en Croacia, cerca de la frontera con Serbia, las temperaturas ya han caído a alrededor de 2.7 grados C, y llueve con frecuencia. Charlotta Land-Al Hebshi, una asesora de protección infantil para Salven a los Niños y que actualmente está en Croacia, dice que niños pequeños están empapados, congelándose y durmiendo al aire libre por la falta de albergues y servicios básicos.
Desde que Hungría anunció el cierre de su frontera con Croacia, el 16 de octubre, después de haber cerrado su frontera con Serbia, mucho refugiados han tenido que pasar a través de Eslovenia para llegar a Austria, provocando embotellamientos. El 21 de octubre, refugiados de un campamento en Brezice, Eslovenia, cerca de la frontera con Croacia, prendieron fuego a la tiendas en protesta por las condiciones Croacia, prendieron fuego a las tiendas en protesta por las condiciones allí. Estaban cansados de los retrasos, dijeron, pues les faltaban alimentos, agua y cobijas para cubrirse del frío.
Los Fatehi Karajo no tienen ropas apropiadas para el invierno, pero Omid dice que sólo seguirán a los otros refugiados tan pronto como lleguen a Grecia. Al preguntarle dónde quiere vivir, su hija Wanya sonríe, se vuelve hacia el intérprete y dice suavemente “Oslo”, donde están los familiares de su madre. Es doloroso imaginarse a esta niña delgada de diez años viajando a través de todaEuropa en la lluvia y el frío cortante. Aun cuando agencias de ayuda están a mano en campamentos transitorios para distribuir impermeables, ropas secas y cobijas, no pueden seguir a los refugiados a través de los países, asegurándose de que se mantengan calientes. Este es el mayor problema que enfrentan los gobiernos, las agencias y las beneficencias. “Sí hacemos programas de preparación para el invierno para los campamentos, para los asentamientos urbanos —dice Edwards—. Pero cuando se trata de preparar para el invierno a una multitud, eso es algo para lo que no hay una solución ya lista”.
Mientras preparan suministros para el invierno, las agencias de ayuda saben que los refugiados morirán. La pregunta nefasta para los meses siguientes sólo es: “¿Cuántos?”