PIRRO, REY DE EPIRO, fue el general más brillante de sus tiempos. El único capaz de expandir su reino hasta las costas de Macedonia y Tesalia.
Pero el hombre más respetado de la Grecia del siglo III a. C. también era un tipo sensato. Por ello padeció, en vez de festejar, el triunfo en Asculum en el que su ejército sometió a los romanos, pero con bajas tan numerosas que fue esta batalla la que inspiró el lamento por el que este mandatario pasó a la historia: “Con otra victoria como esta, regresaré solo a casa”.
Hay triunfos que sólo lo son en apariencia. En 2015, México pone fin a 77 años de monopolio estatal petrolero. Debatir si era conveniente abrir este sector al capital privado (nacional y extranjero) es obsoleto. Tomó años lograr la actual reforma energética y este es, posiblemente, el único camino que había para modernizar un sector mermado por el rezago, pero vital para las finanzas públicas.
La pregunta hoy es por qué México está reescribiendo su historia petrolera con protagonistas investigados por corrupción.
FALLIDA LICITACIÓN
La llamada Ronda Uno diseñada por el gobierno de Enrique Peña Nieto en cuatro etapas licitará cincuenta bloques para la extracción y unos noventa más para la exploración de crudo. La mayoría, campos nobles por su calidad y por el bajo costo que supondrá rentabilizarlos.
Un par de datos: cifras de Pemex y de la Agencia Internacional de Energía (AIE) confirman que el costo de exploración y producción en México promedia 20 dólares por barril. La media internacional es de 41 dólares.
Pese a ello, la primera licitación fracasó en julio.
El gobierno ofreció catorce bloques petroleros. Sólo dos fueron adjudicados. Curiosamente, ambos fueron entregados al consorcio conformado por la estadounidense Talos Energy, la inglesa Premier Oil y la mexicana Sierra Oil & Gas, esta última avalada financieramente por el fondo Infraestructura Institucional, que tiene en sus filas a Jerónimo Gérard (cuñado de Carlos Salinas de Gortari).
El hecho generó suspicacias, pero es insuficiente para afirmar que por esto la licitación fracasó. Lo hizo porque dieciséis de los veinticinco aspirantes precalificados no presentaron ofertas, y las que llegaron fueron tan poco atractivas que el gobierno decidió asignar sólo 14 por ciento de los bloques previstos.
¿MÁS CORRUPCIÓN?
La segunda batalla tuvo lugar en septiembre.
Aquí precalificaron catorce firmas, entre ellas la italiana ENI International, la estadounidense Chevron, la argentina Pan American Energy, la china CNOOC, la portuguesa Galp Energía, la española CEPSA y la rusa Lukoil Overseas. Todas las citadas son investigadas por pago de sobornos u otros actos ilícitos cometidos en el extranjero.
Esta vez México asignó tres de los cinco contratos de producción compartida previstos en aguas someras del Golfo de México (60 por ciento en vez de 14 por ciento). La Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) festejó el éxito de la batalla de Asculum y la prensa especializada también.
La italiana ENI International, que explotará petróleo en Tabasco, se deslindó de su responsabilidad en derrames petroleros que provocó en Nigeria.
Y del consorcio integrado por las argentinas E&P y Pan American Energy, esta última es seguida de cerca en Estados Unidos por pagar sobornos para prorrogar la exploración del yacimiento sudamericano Cerro Dragón.
En diciembre se librará una tercera batalla que incluye veintiséis áreas de extracción en campos terrestres de Chiapas, Nuevo León, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz. Hay 84 empresas precalificadas, entre ellas gigantes petroleros como la china CNOOC International, cuyos directivos fueron removidos recientemente también por corrupción.
México aspira a producir 3.4 millones de barriles de petróleo diarios, el nivel que registraba en 2005 (hoy produce sólo 2.3 millones), pero no puede hacerlo a cualquier costo. De errar la selección de aspirantes accederá, sí, a nuevos ingresos, pero también verá nuevos contubernios y la fuga de una riqueza que, esta vez, cruzará fronteras para ser dilapidada.