Hace veinte años, Netscape desató el auge de las empresas punto com con su oferta pública inicial. Y desde entonces, todas las personas relacionadas con la tecnología han tratado de averiguar cómo descubrir de manera constante las nuevas empresas en estado embrionario que van a convertirse en las próximas supernovas.
La industria sigue siendo pésima en ello… La cual es, de manera perversa, la ventaja competitiva mundial de Silicon Valley.
Este es un punto importante que está ausente en la mayoría de las conversaciones sobre los llamados unicornios, es decir, las nuevas empresas de tecnología valuadas en más de mil millones de dólares. La única manera en que la industria pueda dar origen a unos cuantos unicornios consiste en sufrir una enorme cantidad de fracasos. El tipo de fracaso del que hablamos se parece a la forma en que las ranas ponen veinte mil huevos, de manera que unos cuantos de ellos terminen siendo ranas adultas sentadas en una hoja de lirio y engullendo sus cenas de mosquitos.
Los datos de los rastreadores de nuevas empresas como CB Insights muestran que menos de 1 por ciento de las compañías apoyadas por capital de riesgo terminan siendo empresas perdurables con un valor de mil millones de dólares, una estadística que no ha mejorado mucho desde la época de Netscape. Mike Maples, inversionista de tecnología, habla acerca de tratar de invertir su dinero en “lagartijas de trueno”, su término para describir a los unicornios. “Las lagartijas de trueno son poco comunes”, le dice al grupo al que enseña en la Universidad de Stanford. “Si en un año en particular hay diez mil nuevas empresas que obtienen financiación de ángeles y mil quinientas obtienen una financiación de Serie A, entonces es probable que ochenta compañías tengan un buen desempeño, pero solamente doce serán lagartijas de trueno.”
Maples o cualquier otro inversionista te dirán que no hay ninguna forma de saber cuáles nuevas empresa se convertirán en lagartijas de trueno. Steve Vassallo, de Foundation Capital, dijo en una cena reciente a la que asistí que invierte en “compañías de cero millones de dólares”, es decir, en nuevas empresas tan inusuales que estallarán en la escena o se hundirán bruscamente. Y no tiene la menor idea de cuáles de ellas harán qué cosa.
El fracaso es la razón principal del porqué Google se reorganizó en Alphabet. Ni siquiera el director ejecutivo Larry Page sabe con certeza cómo descubrir el próximo gran éxito tecnológico. Los accionistas de una compañía enorme y exitosa no toman demasiado bien una larga serie de fracasos, por lo que Google (o Alphabet, o lo que sea) protege a su empresa básica al tiempo que utiliza entidades orbitales para apostar en muchas cosas que seguramente fracasarán, con la esperanza de que una o dos de ellas impulsarán la compañía hacia la próxima generación.
Y, sin embargo, estas son buenas noticias para Silicon Valley: si el enorme fracaso es el único camino seguro para crear superestrellas de la tecnología, ningún lugar del mundo está mejor preparado por el fracaso que Silicon Valley. La región debería colgar orgullosamente un estandarte enfrente de University Avenue, en Palo Alto, que dijera: “¡El fracaso es siempre una alternativa!”
El éxito de la industria estadounidense de tecnología a este respecto empieza con la mentalidad estadounidense acerca del fracaso, que sin duda es verdadera y muy diferente de la de casi cualquier otra nación, donde el fracaso puede provocar vergüenza, ostracismo o tiempo de encarcelamiento. En Estados Unidos, el único fracaso verdadero es rendirse. Por lo demás, a los estadounidenses les encanta un buen retorno. Las compañías de Donald Trump se declararon en quiebra cuatro veces. Rick Springfield no ha hecho nada desde la década de 1980, y ahora su coprotagonista es Meryl Streep. Los tipos de Uber fundaron compañías lastimosas antes de Uber. Y Steve Jobs es el antiguo fracasado más célebre de todos.
En tecnología, sin embargo, el fracaso es más que una actitud. Desde los días de Netscape, el negocio del fracaso ha sido perfeccionado. Ahora, intentarlo y fracasar es más fácil que nunca.
Hace dos décadas, una nueva empresa casi siempre tenía que recurrir a varios capitalistas de riesgo poderosos para obtener financiación. Ahora, existe una gran variedad de ángeles e inversionistas en las primeras etapas, sin mencionar los sitios de financiación como Kickstarter. En Amazon Web Services, una nueva empresa basada en la nube, puede alquilar fácilmente poder de computación y distribución, eliminando obstáculos muy importantes que en la época de Netscape habrían hecho que el fracaso fuera demasiado costoso. Las bibliotecas de códigos de fuente abierta han reducido infinitamente el costo y el tiempo que toma ensamblar programas informáticos para una aplicación o servicio en línea.
Sumemos todas estas cosas, y veremos que los costos de una nueva empresa han caído en forma extraordinaria. La opinión ortodoxa dice ahora mismo que si en 1995 poner en marcha una empresa habría costado un millón de dólares, en la actualidad una empresa similar podría necesitar sólo 10 000 dólares para despegar.
Si reunimos cultura y costos, veremos que, actualmente, cualquier persona en Silicon Valley puede arriesgarse a fracasar. Así que casi todo el mundo lo hace. Los tecnólogos de Silicon Valley ponen en marcha compañías de la misma forma en que cada residente de Nashville que sea capaz de tararear escribe canciones. Y eso es bueno. Quiere decir que hay más renacuajos, y más renacuajos producen más unicornios; al diablo con la metáfora mezclada.
Este índice de fracaso es lo que otras sociedades tienen dificultades para copiar. Constantemente vemos historias sobre países que tratan de crear un Silicon Valley: el Reino Unido con su Silicon Roundabout o el programa de Chile para empresas nuevas. Pero no lograrán nada sino hasta que puedan producir miles y miles de fracasos.
Si los estadounidenses quieren una pista sobre la razón por la que China está estancándose o por qué Japón no ha dado nada interesante al mundo desde el Walkman de Sony, o por qué no están llenando sus iPhones con aplicaciones inventadas en India, es porque ninguno de esos países puede fracasar como ellos. Los otros países tienen muchas personas brillantes capaces de crear compañías tecnológicas superestrellas, pero las probabilidades en el juego de huevos de rana son tan malas y las reglas tan misteriosas que la única ruta verdadera al éxito es fracasar más de lo que la mayoría de las culturas pueden soportar.
Es posible que alguien descubra algún día un mejor enfoque, y los empresarios e inversionistas podrán crear unicornios hechos a la medida. Algunas personas singulares parecen saber cómo hacer bien las cosas con mayor frecuencia. Rich Barton puso en marcha Expedia, Zillow y Glassdoor sin fallar mil veces. Así que tal vez sea posible.
Pero no le apuestes a una poción mágica en un futuro próximo. Mientras tanto, como dirían en los círculos de tecnología, el fracaso es una característica, no un defecto.
Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek.