El
tipo de cambio sigue oscilando entre los 16 y 17 pesos por dólar, mientras que
la Fed anunció finalmente que no subirá las tasas de interés sino hasta más
adelante este año, cuando la economía mundial se estabilice. México sufre los
efectos de la volatilidad de los mercados internacionales. En las últimas
semanas, Banxico ha realizado subastas de 200 millones de dólares a precios
ligeramente menores que el tipo de cambio interbancario en un intento por
frenar los efectos de su apreciación frente al peso.
La dinámica comercial del país
depende en gran medida del precio del dólar, no sólo porque Estados Unidos es
nuestro mayor socio en este sentido, sino porque gran parte de las
transacciones diarias se realizan con él.
Gracias a las facilidades que otorga
el TLCAN, México mantiene un superávit de 59 millones 563 mil dólares en lo que
va del año. Mientras la lista de los principales productos exportados a Estados
Unidos según el INEGI incluye aceites crudos de petróleo, unidades de proceso,
unidades de memoria, motores, cerveza de malta y aguacates, las importaciones
se conforman en su mayoría por gasolina,
gas natural, celulares, polímeros, maíz amarillo y cobre, aluminio y sus
aleaciones.
La situación es distinta con
respecto al mundo. Según Banxico, la balanza comercial ha cerrado con déficits
desde abril de este año, fluctuando entre -748 millones 998 mil dólares
(junio) y -1,017 millones de dólares (mayo). Si bien las exportaciones deberían
beneficiarse de esta devaluación, la naturaleza de los productos impiden que
haya una ganancia real. El ejemplo recurrente es el de las exportaciones petroleras.
Sin embargo, hay otra industria que se ha visto afectado por la falta de valor
agregado: la manufactura de partes para automóviles y aeronaves.
México se ha consolidado como una de
las principales sedes de la industria aeronáutica y automotriz, en gran parte,
porque empresas multinacionales han aprovechado la mano de obra de alta calidad
y el espacioso territorio mexicano para expandir sus operaciones. En abril de
este año, Toyota anunció que abrirá una nueva planta ensambladora en Guanajuato
con una inversión de 1,000 millones de dólares, mientras que la estadounidense
Ford destinará 2,500 millones de dólares para modernizar su fábrica en
Chihuahua y abrir una nueva en Guanajuato.
Para fines de creación de empleo e
infraestructura, la apertura de México hacia las gigantes automotrices es
positiva. La estrecha relación entre el peso y el dólar provee de una
protección para las empresas frente a los tipos de cambio y abarata los
procesos de manufactura. Sin embargo, en términos comerciales, México aún no ha
visto resultados alentadores. En 2014, por ejemplo, las “mercancías para el
ensamble o fabricación de aeronaves o aeropartes” exportadas hacia EEUU
generaron 1,238 millones de dólares, mientras que importarlas costó 1,494
millones. En el mismo año, los “motores de los tipos utilizados para la
propulsión de vehículos” costaron 1,271 millones, y generaron ganancias de
1,130 millones de dólares.
Para impulsar la productividad y
contribuir el crecimiento del PIB, el sector manufacturero en México deberá
enfocarse en aumentar el valor de sus productos, además de aprovechar uno de
los pocos beneficios de un dólar caro: mayores ganancias por exportaciones. Las
decisiones en materia de política económica estadounidense seguirán
afectándonos tal vez de manera mucho más intensa que a cualquier otra economía
del mundo, pero la interdependencia comercial entre México y Estados Unidos
implica que se debe cambiar el enfoque productivo para que, a la larga, las
industrias aeronáutica y automovilística se conviertan en el verdadero motor
que impulse el anhelado crecimiento del PIB mexicano.